lunes, octubre 23, 2006

Modelo de dominación de largo plazo

Miguel Angel Velázquez

Hartazgo en el país de la política neoliberal
Un germen de cambio que urge y que camina

Sólo en la mente de un dictador, al estilo de los años 60-70 del siglo pasado, podía caber la posibilidad de crear un plan que impusiera las formas de desarrollo de un país. Sólo en la cabeza de Felipe Calderón, y en el plan hegemónico de una derecha medrosa que teme perder sus privilegios a manos de la gente, pudo surgir tal escenario.

Para Felipe Calderón, que a ciencia cierta no se sabe si podrá tomar posesión, como la costumbre nos ha enseñado, y que no sabemos si tal cosa a sus empleadores le importa, el modelo de dominación debe continuar hasta por 30 años.

Así se lo han ordenado, y así tratará de que suceda, a menos que desde ahora, como ya se empieza a sentir, sea la gente la que lo impida, la que se rebele ante la imposibilidad, por ejemplo, de hacer que su voluntad política sea burlada por los intereses de los grandes capitales que se han empeñado en hacer de su propiedad, y de su manipuleo, el concepto democracia.

Decimos esto porque, aunque no parezca una acción concertada, nacida de un quehacer político partidista, la resistencia civil pacífica a la que convocó Andrés Manuel López Obrador camina sin que haga falta el pastor que conduzca a las ovejas, como la tradición lo marcaba.

Los desplegados publicados por las poderosas cadenas Wal-Mart y Sabritas (Pepsico) dan muestra inequívoca de que la gente, en muchos sentidos, decidió hacer suya la causa, es decir, la protesta contra el fraude electoral al que contribuyeron esas empresas, según consta a los miembros de la resistencia civil.

Esos monstruos del capitalismo, aunque no lo dicen, dejan explícito en sus comunicados que la gente, mayoritariamente en la ciudad de México, los ha herido, ha dejado de comprar, ha dejado de acudir a sus llamados de oferta, y los repudia.

Y frente a esa realidad buscan la forma de desligarse de la campaña de calumnia y odio que levantó el Partido Acción Nacional en contra de la opción que les prometía mayor justicia, porque estaban convencidos de la democracia irreal que les vendieron.

Lo mismo sucede ahora con los habitantes de Oaxaca que se han plantado en la ciudad de México. Están cansados, no han cobrado durante cuatro meses sus muy necesarios salarios, por bajos y poco remunerables que sean, y sin embargo, amplían sus horizontes y llaman a una movilización nacional que permita torcer el rumbo que impone ese plan dictatorial de tres décadas que enarbola Calderón.

No será fácil, para nadie, imponer condiciones que permitan someter a la gente a destinos que no les sean favorables. Esa es la lección que nos ha dado Oaxaca. Tal vez, como por ahí se dice, los contrarios a los intereses de las mayorías podrán convencer a quienes tienen el monopolio de la fuerza de que es urgente la represión, pero no habrá, por el momento, oferta más importante para los maestros oaxaqueños que el mantenerse en pie de lucha para salvar su dignidad como pueblo y su legitimidad como movimiento que busca justicia.

Andrés Manuel López Obrador se mantiene como líder único de los movimientos sociales que vienen surgiendo, aunque no diga, aunque no señale, porque es la única referencia que supone la ruptura con ese plan dictatorial que se pretende imponer, por eso el movimiento social que ha generado no necesita de mayores indicadores para seguir por el buen camino.

El boicoteo a las firmas que apoyaron la imposición sigue adelante y demuestra que el hartazgo de la política neoliberal es el germen del cambio que urge, y parece que camina. ¿O, no?

No sólo Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia en las urnas, sino que al convertirse en dirigente de un movimiento para el cambio profundo y urgente que necesita nuestro país se ha hecho acreedor al cargo doblemente. Nos ha devuelto la conciencia cívica, la valoración de la fuerza del pueblo y el ánimo para luchar por la justicia. Nos ha demostrado que somos nosotros los factores del cambio y tras su ausencia de alrededor de un mes nos ha dado la confianza en nosotros mismos y la autonomía, hemos aprendido que con él y sin él nosotros podemos luchar por la vía democrática para lograr un país más justo y más humano.

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