domingo, noviembre 12, 2006

Elecciones

Antonio Gershenson

Estados Unidos.- El partido del gobierno en ese país, el Republicano, perdió de manera categórica las elecciones para renovar los diputados, numerosos gobernadores y una parte de los senadores. Perdió, a manos de los candidatos del Partido Demócrata, la mayoría en las dos cámaras legislativas. Y las encuestas previas no dejaban lugar a dudas de que la oposición a la guerra en Irak, y a la forma como ha sido llevada, jugaron un papel importante en estos resultados.

El gobierno no tardó en reconocer su derrota, e inclusive se presentó la renuncia del secretario de la Defensa, que había jugado un papel decisivo en la citada guerra y en su conducción.

Nicaragua.- Unos días antes, se reconoce el triunfo del candidato de izquierda en Nicaragua, sandinista, en la elección presidencial. No es la primera vez que un partido gobernante reconoce su derrota en ese país: hace 16 años el propio Daniel Ortega, hoy triunfador desde la oposición, estando en el poder lo perdió por la vía de las elecciones y lo entregó sin discusión a la entonces oposición de derecha.

Cabe señalar que, en otros ámbitos, el atraso de Nicaragua es mucho mayor que el nuestro. Hace unos años, que estuve allí, no sólo había pobreza sino que las calles no tenían nombre, las casas no tenían número, y una dirección se daba con expresiones como "a partir de la farmacia Lupita, dos cuadras al norte y 20 varas al lago". Sin embargo, como vemos, ese mismo país, después de haber padecido decenas de años de dictaduras, tiene una vida democrática en el sentido de que si el partido en el poder pierde, lo reconoce y entrega ese poder.

México.- En nuestro país, pese a que las encuestas durante años apuntaban al candidato de izquierda como triunfador en la elección presidencial, el gobierno y su partido tomaron una serie de medidas ilegales. El candidato de la derecha, inclusive, declaró públicamente, palabras más palabras menos, que "voy a ganar a como dé lugar". Y ese "a como dé lugar" incluyó recursos múltiples.

Por ejemplo, hubo una gran cantidad de mensajes en los medios con mentiras y calumnias contra el candidato de la izquierda que durante un buen tiempo se dieron ante la mirada complaciente del IFE, que venía siendo como el "árbitro" que le detiene las manos atrás a un boxeador mientras el otro le pega. Hubo una sistemática intromisión del gobierno federal en favor del candidato de la derecha y en contra del de la izquierda.

Ya dentro del proceso electoral mismo, las medidas de fraude combinan el "arreglo" de las cifras por computadora, con la notoria participación de un cuñado del candidato de la derecha, con los viejos recursos priístas: boletas faltantes en la urna, debido a que fueron destruidas o tirados a la basura (de éstos, algunos fueron apareciendo después en basureros y similares) votos en favor del candidato de la izquierda; boletas de sobra (el taco), resultado de que fueron introducidas, ya después de cerrada la votación, votos en favor del candidato de la derecha, y así sucesivamente. Fueron encontradas, dentro del pequeño porcentaje de votos que fueron revisados, urnas violadas, sobres abiertos y otras irregularidades más.

Pese a todo, ya estaban comprados los responsables del dictamen final (el tribunal electoral), y éste, luego de reconocer varias irregularidades, dijo que no eran para tanto, que "ahí muere" y la fraudulenta elección fue declarada válida.

En este sentido, nuestro país queda bastante atrás de los dos antes mencionados, y de muchos otros. Usamos los ejemplos por lo recientes que son; pero, al mismo tiempo, ocurren en países muy diferentes entre sí, en varios sentidos. Pero tienen en común que el gobierno y el partido gobernante reconocieron su derrota.

México ya había, supuestamente, superado esta lacra cuando en el año 2000 el gobierno priísta reconoció su derrota y entregó el poder al PAN. Pero ni éste ni el PRI (como lo vuelve a mostrar el reciente ejemplo de Tabasco) están dispuestos a entregárselo a la izquierda, aunque ésta tenga más votos reales. De modo que retrocedemos al nivel de 1988, cuando la famosa "caída del sistema".

Es la hora en que no han parado las escenas en las que, individual o colectivamente, se hacen presentes el descontento, la reclamación y la exigencia, ante el Presidente saliente y ante el que ha sido escogido para sucederlo, el cual ha tenido que usar el helicóptero como medio regular de transporte.

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