viernes, diciembre 29, 2006

2006: fin de la ilusión democrática

Julio Boltvinik

Explorando la posibilidad del diálogo (por lo pronto) en la academia

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

2006 quedará inscrito en la historia al lado de 1968, 1971, 1988 y 1994. Durante este año se desvanecieron las ilusiones de que vivíamos en una democracia. El IFE y el TEPJF se comportaron a la altura de lo que en los hechos son: instrumentos al servicio de los verdaderos poderes de la nación (crecientemente trasnacionalizados) y la represión política se reinstaló a niveles hace mucho no observados. La democracia requeriría, en primer lugar, que las instituciones electorales fueran verdaderamente independientes de los poderes formales y reales, lo que entre otras cosas supondría no sólo la independencia de los servidores públicos sino también su capacidad para no dejarse amedrentar por los poderosos. Estamos muy lejos de ambas condiciones. El miedo es una fuerza que domina a casi todos los mexicanos. En segundo lugar, la verdadera democracia debe practicarse todos los días en el trabajo, en el hogar, en las organizaciones vecinales, etcétera. En México, sin embargo, casi todas estas instituciones son profundamente autoritarias.

Una manera de apreciar el bajísimo nivel de la democracia en México es asomándose a la vida académica nacional. En ella, la crítica es interpretada como descalificación personal. Quien se atreve a criticar las ideas, análisis y conclusiones de sus colegas es castigado por la comunidad con el aislamiento. De esta manera, la universal necesidad de pertenencia lleva a (casi) todos los académicos a abstenerse de toda crítica a sus colegas. He tenido la oportunidad, en agudo contraste con este triste panorama, de observar a los académicos británicos debatir con dureza las ideas de sus colegas y, terminado el seminario, ir todos juntos al pub a tomar cervezas con la misma cordialidad de siempre. Quizás por ello he buscado recientemente establecer un diálogo (único camino para avanzar en el conocimiento: ya que si a las tesis se contraponen las antítesis, la confrontación de ambas pueden conducir a la síntesis superior; conocimiento no confrontado, se estanca) con académicos del exterior. En particular, parece promisorio el diálogo con Ruth Levitas, profesora de sociología de la Universidad de Bristol en Gran Bretaña, cuyos campos de investigación son la pobreza y el pensamiento utópico.

Hoy quiero relatar el inicio de un diálogo con dicha investigadora en torno algunas ideas que plasmé en mi tesis doctoral. Este diálogo, que se había iniciado con motivo de mi estadía como profesor visitante en dicha Universidad en mayo del 2005, ha despegado con motivo de la preparación del número 23 de Desacatos. Revista de antropología social (publicada por el CIESAS: Centro de Investigación y Estudios Superiores de Antropología Social, que estará dedicado al tema central de mi tesis de doctorado: el florecimiento humano.1 A invitación de Jorge Alonso, director de la revista, y de la directora del CIESAS, Virginia García Acosta, he coordinado la preparación de este número que estará circulando a partir de finales de enero próximo. Ruth Levitas escribió un artículo para dicho número denominado "Florecimiento humano. ¿Una agenda autopista?" En él sostiene que:

El florecimiento humano es intrínsecamente un concepto utópico en tanto que se enfoca, más allá del presente, a un orden social transformado como condición necesaria de dicho florecimiento. El problema conceptual del florecimiento humano es entonces, en sí mismo, el problema de la utopía. Como Marx y los marxistas siempre lo entendieron, es imposible imaginarlo, porque no podemos prever ni cerrar anticipadamente las necesidades, deseos y capacidades de los seres humanos del futuro; no sabemos lo que ellos o nosotros podamos ser entonces. Aun así, estamos obligados a intentarlo, pues es solamente el imaginarnos el mundo y a nosotros mismos de otra manera lo que nos proporciona un punto de apoyo para el cambio por la vía de la crítica de las condiciones actuales.

La autora revisa la creciente bibliografía sobre la felicidad, el bienestar y la calidad de vida, cuyo análisis le lleva, entre otras muchas publicaciones a una muy reciente que en español podría llamarse Un Manifiesto bien-estarista por una sociedad floreciente2. Al describir su contenido, muestra que en algunos sentidos la imagen que describe es utopista en el buen sentido del término, pues se refiere a una sociedad muy diferente y mejor que la actual, pero que resulta menos que utópica en otros sentidos, porque mezcla los niveles de la utopía con los de recomendaciones para las políticas públicas en el aquí y en el ahora, lo cual la autora considera un grave error, pero sobre todo porque hace una petición de principio al suponer que la productividad, la actividad y la actitud empresarial serían valores centrales en el futuro, a lo cual Levitas contrapone la observación de Shakesperae de que en "obtener y gastar desperdiciamos nuestras horas". En este punto, Levitas se conecta con varios temas centrales de mi tesis sobre el florecimiento humano y la pobreza: el análisis de las teorías de necesidades humanas de Maslow y de Max Neef (sobre las cuales buscan sus fundamentos los autores del Manifiesto) y la crítica del enfoque de las capabilities (que suelen traducirse como capacidades pero que son más bien oportunidades económicas) de Amartya Sen. Sobre éste, coincidimos que, como lo dice ella: "las capabilities a desarrollar son siempre aquellas que se valoran en el mercado" y "que la noción de ser humano se ve acotada...a un actor económico capaz. Las capabilities, como las concibe Sen, son en esencia económicas y muy distantes de cómo concibe Marx las capacidades".

Respecto de la supuesta distinción de Maslow entre necesidades básicas y necesidades superiores, que describen los autores del Manifiesto (y que Levitas asume como si fuese correcta) para después sostener que la ganancia material tiene poco impacto sobre el bienestar una vez que dichas necesidades están satisfechas, Levitas asume una postura crítica apoyándose en William Leiss:

El problema esencial es que las necesidades, las apetencias y las satisfacciones, y las incompatibilidades entre ellas, son generadas socialmente. Como ha señalado William Leiss (1978), el capitalismo es un sistema en el que existen límites intrínsecos a la satisfacción. Este opera precisamente mediante la generación constante de nuevas necesidades y apetencias, y la introducción de nuevos satisfactores al mercado, generando una creciente carga al tener que elegir, así como una creciente brecha de escasez... Leiss pone en duda la posibilidad de distinguir entre necesidades y apetencias, o entre necesidades 'reales' y 'falsas'. Esto es porque (como Max-Neef también acepta) mientras la distinción entre necesidades básicas y superiores puede ser defendible a cierto nivel de abstracción, en la práctica las necesidades y los satisfactores funcionan como una formación histórica concreta, en la cual los medios para enfrentar las necesidades tienen en sí mismos un significado social. La distinción entre necesidades básicas y superiores se desvanece entonces en la práctica. Este también es el mensaje central de Fred Hirsch en Social Limits to Growth: lo que hace deseables a muchos bienes y actividades descansa precisamente en el hecho de que están disponibles sólo para unos cuantos y confieren estatus, de manera que los bienes situacionales sólo "funcionan sobre bases temporales".

Más adelante Levitas retoma, indirectamente esta crítica al abordar mi tesis:

Boltvinik acepta la problemática distinción que hace Maslow entre necesidades bajas y superiores, así como la distinción entre necesidades y apetencias (wants). Argumenta que la diferencia es demostrable por el daño humano que se ocasiona cuando las necesidades, en oposición a los deseos, no son satisfechas. Sin embargo, si el daño se entiende como obstáculo al florecimiento humano, la distinción deviene otra vez problemática.

No estoy de acuerdo con esta crítica y así se lo he hecho saber a Levitas. Hay otra crítica que, en cambio, acepto. Se refiere a que no he hecho la distinción explícita entre utopía y políticas públicas para el aquí y el ahora, por lo que he caído en el mismo error que los autores del Manifiesto. Afortunadamente, se trata de un error sin consecuencias importantes para el conjunto de mi trabajo y que puedo corregir fácilmente. Respecto a mi desacuerdo sobre las distinciones, le he escrito a la profesora Levitas lo siguiente:

Tu tesis, apoyada en Leiss y Hirsch, tiene su momento más fuerte en la frase: "en la práctica las necesidades y los satisfactores funcionan como una formación histórica concreta, en la cual los medios para enfrentar las necesidades tienen en sí mismos un significado social". El argumento tiene dos aspectos. Primero, la afirmación que las "necesidades, las apetencias y las satisfacciones, y las incompatibilidades entre ellas, son generadas socialmente". Esto está relacionado con una idea sugerida, pero no desarrollada, por Max Neef sobre las relaciones entre necesidades, satisfactores y bienes. Esta línea de razonamiento tiene una premisa: la distinción analítica entre necesidades y satisfactores es una distinción analítica útil, pues de otra manera tus dos frases citadas carecerían de sentido. Una vez que esta distinción analítica (entre necesidades y satisfactores es aceptada) el problema pasa a ser otro: el de analizar las relaciones entre ellos, como quería Max Neef. Una cosa es decir que los medios de satisfacer necesidades tienen un significado social y otra muy diferente es decir que las necesidades y los satisfactores están completamente embrollados y no pueden distinguirse del todo. Un Cadillac es un satisfactor de la necesidad de transporte, pero "estar privado de poseer un Cadillac" es una frase sin sentido, mientras estar privado de transporte puede resultar mortal. Satisfactores de la misma necesidad son sustituibles entre sí (si uno no tiene un Cadillac puede usar el transporte público), pero las necesidades no son sustituibles unas por otras: uno no puede trasladarse a la clínica ingiriendo más alimentos. Si uno está enfermo y no puede llegar a la clínica puede resultar seriamente dañado. Ciertamente estoy de acuerdo en que los medios de satisfacción son significativos pues se vuelven, como Bordieu ha mostrado, medios de distinción social y, por tanto, de pertenencia a cierta clase. Pero siguen siendo medios y pueden ser sustituidos unos con otros. Tengo la impresión de que, en tu texto, la distinción analítica entre necesidades y satisfactores se ha embrollado con la distinción entre necesidades bajas y superiores, pero se trata de dos distinciones diferentes y deben mantenerse separadas. En efecto, inmediatamente después de sostener que en la práctica "las necesidades y los satisfactores operan como una formación histórica concreta", concluyes: "La distinción entre necesidades básicas y superiores se desvanece entonces en la práctica". Amartya Sen reconoce la primera pero no la segunda distinción, mientras Maslow es el autor de la segunda pero no menciona la primera.

A esto respondió Levitas de la siguiente manera:

El Cadillac es un buen ejemplo, pero uno más actual en el Reino Unido son las camionetas 4X4, monstruos contaminantes devoradores de gasolina, los que la gente cree que necesita porque tienen que transportar muchas cosas y a los niños y si uno tiene un accidente con ellos los probabilidades de que los niños se maten son menores (en el accidente aunque puedan morir de asma por las emisiones del tráfico). El argumento es que en la práctica un vehículo nunca es 'sólo' un medio de transporte, sino que ocupa una posición mucho más compleja en la matriz de necesidades (transporte, seguridad, estatus) y satisfacciones. El hilo central de mi argumentación se refiere a la distinción entre nesidades básicas/bajas y necesidades superiores, no a la separación analítica entre necesidades y satisfactores, que admito haber pasado sobre ella sin mucho comentario. Creo que tú y yo tenemos aquí un desacuerdo sustantivo sobre la relación entre necesidades y satisfactores. La implicación del argumento de Leiss en el cual la distincion entre necesidades y apetencias es problematizado es que al nivel concreto las necesidades/apetencias son generadas en una relación dialéctica con los satisfactores. No creo que yo esté aquí confundida, ¡pienso que solamente estoy en desacuerdo contigo!

El espacio se ha terminado. Espero que el lector aprecie que el diálogo es difícil pero puede ser posible. El diálogo supone humildad. Saber que uno puede equivocarse. Sin esta actitud los conocimientos no pueden avanzar. Tampoco puede haber democracia. Por su importancia, analizaré en la próxima entrega, la primera del 2007, la obra de Leiss en la que se apoya Levitas.

1Julio Boltvinik, Ampliar la Mirada. Un nuevo enfoque de la pobreza y el florecimiento humano, CIESAS-Occidente, abril de 2005.

2Hetan Shah y y Nic Marks, A Well-Being Manifesto for a Flourishing Society, New Economics Foundation, Londres, 2004.

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