domingo, enero 28, 2007

Davos, el foro y el coro

León García Soler

Tony Blair y Felipe Caderón se encontraron en la montaña mágica. Uno y otro fueron designados, hace tiempo, "joven líder global" por los oráculos del dinero. Ambos alcanzaron la cima del poder político. Davos es un estado de ánimo. Estación alpina, estación de paso. Este año llegó desde el Nevado de Toluca Enrique Peña Nieto. No hubo coro de brujas de Macbeth, pero cantan alabanzas a su aspecto juvenil y hacen de su presencia pronóstico. Mal de montaña. Davos es albergue para los dueños del dinero y amos del birlibirloque; altavoz del poder desde las alturas alpinas donde alguna vez se habló de los duendes de Zurich.

La Suiza por encima de toda sospecha se aísla ahora de la Unión Europea; mantiene en alto sus banderas de refugio para capitales del mundo ancho y ajeno. No questions asked. Y compiten con los rendimientos de bonos en euros. Si ves a un banquero suizo arrojarse por el balcón, lánzate tras él, porque va a caer sobre un colchón de billetes, dicen que dijo Voltaire. Digo dicen, porque al gran Voltaire le atribuyen eso de no estar de acuerdo con lo que dices, pero estar dispuesto a dar la vida por tu derecho a decirlo. No era para tanto.

En el Foro de Davos, jefes de Estado y de gobierno, banqueros y CEO's de las trasnacionales de la globalidad, se sientan a escuchar las historias de Bill Gates, se reúnen en torno a literatos para escuchar cuentos de horror, fábulas y moralejas. En Davos, Angela Merkel, canciller de Alemania, también fue declarada "joven líder global". Haber estado ahí era prueba de que tenían futuro. Lo de líderes fue conclusión de los oráculos del foro y motivo de regocijo para los sicofantes del coro. Antes de llegar a Davos el panista Calderón se había reunido en Berlín con la democristiana Merkel. Y el primer ministro británico es laborista. Como para comprobar que el mundo se movió al centro. O así lo ven desde la derecha y desde esas alturas.

Antes del vuelco, Carlos Salomón era conducto de Ernesto Zedillo y allegado del de Michoacán. Por ahí andaba el doctorcito, en calidad de representante global, académico, de la ONU, del ferrocarril. Ante los notables del mundo, ratificó la palmadita en el hombro que diera a Felipe Calderón durante su encuentro en Los Pinos; ahí de donde sacaron al PRI. Cuentan que dijo el de la sana distancia al que propone sana cercanía, que no podría asistir al diálogo con Luiz Inacio Lula da Silva, pero estaría en el discurso directo del Presidente que fuera líder con futuro y ahora declara a México país del futuro. Lo de Lula y Calderón se convirtió en confrontación de ideas, casi dialéctica. No es nueva la brecha entre México y Brasil. Polos opuestos en la visión de la anfictionía bolivariana que Hugo Chávez ha enarbolado en su galopar llanero.

Lula, líder obrero, flexible a la real politik, gobierna al Brasil que Stefan Zweig llamó el país del futuro. Postuló y defendió la integración de América Latina: telecomunicaciones, autopistas y oleoductos de océano a océano; integración "comercial, política, económica y cultural". No hay que asustarse con los discursos, con la retórica de Evo Morales y Hugo Chávez, dijo. Desde luego que esto último en nada contradice la vieja visión del Brasil hegemónico en el Cono Sur del ABC. Ibero, hispano, latino, indio o mestizo, México está en América del Norte. No digo que Lula rechace la integración de México a su proyecto de América Latina, pero mantiene la visión geopolítica del hemisferio.

Acierta Lula en pedir que no se asusten con los discursos. Ya decía Julio María Sanguinetti que en la "ola de izquierda que recorre Latinoamérica" nadie habla de marxismo, todos acatan las normas de la democracia liberal y la economía de mercado y "se sigue reclamando inversión extranjera". Pero no está de más la advertencia en las alturas. Mientras Felipe Calderón reivindicaba el centro y defendía la rectoría del Estado, Manuel Espino, presidente del PAN, inauguraba sede de la Organización Demócrata Cristiana de América; los panistas y visitantes, entre ellos el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, llamaban a construir alternativas a "la propuesta comunista" que invade América. El fantasma que recorre América es el de la pobreza, la desigualdad agraviante que impide el desarrollo.

Felipe Calderón echó a andar, ha fijado la agenda y señala alcances, objetivos y logros. Llegó a Davos con el aval de legitimidad. El de Rodríguez Zapatero levantó ámpula. Pero Calderón llegó al foro con el coro de reconocimientos del poder político y del dinero. Televisa transmitió entrevista hecha por Joaquín López Dóriga al presidente Felipe Calderón. Mucha miga, clara exposición del opaco accionar que ha tenido la virtud del método. Pero en el ágora electrónica, el medio fue el mensaje. Ya no el recurso cansino de los espots: ha vuelto el instrumento a su origen; uno empuña el cetro y la pantalla global refleja y se refleja en el ejercicio del poder.

Guste o no, Calderón puso una pica en Davos. Niega que la confrontación sea entre izquierda y derecha; transportó el debate de ideas al ámbito del tiempo, a un combate entre el pasado y el futuro. La opción de futuro, dice, es la de su partido, economía de libre mercado, democracia electoral, disciplina fiscal, "políticas responsables". Polvos del 2 de julio. Aseguró a los dueños del dinero que ese día México votó en favor del libre mercado y que el problema de la América nuestra está en decidir entre la democracia y los regímenes dictatoriales. Menos mal que tiene oficio, que es abogado y conoce el aparato y la organización del gobierno: se necesita la acción rectora del Estado, dijo, para corregir las "terribles desigualdades". Mal abogado resulta el que es su propio cliente. Pesa el descuido, la incuria insolente de sus colaboradores en el alza especulativa de la tortilla.

En el llano, los panistas disputan el poder que siempre dijeron no era objetivo de su partido. No, pos sí. El poder lo ejercen hombres. Y mujeres. César Nava, secretario particular del presidente Calderón, dijo que pronto habría encuentro con Vicente Fox, Felipe Calderón dijo desde Davos que veía con preocupación lo que sucede en Acapulco, en Aguascalientes y en Yucatán, pero confía en la "gran fortaleza institucional" de su partido. La política la hacen los hombres: Manuel Espino ha emprendido su marcha a Roma. Y Ana Rosa Payán, con el partido que dirige Tomás Ruiz y los buenos oficios de Elba Ester Gordillo, o por su cuenta y riesgo, va a evitar que gane Xavier Abreu, el candidato del PAN a gobernador de Yucatán.

Cuando bajen de la montaña las palabras de Zaratustra no habrá muerto el PRI. Pero puede quedar a la deriva si no atienden el llamado a la sensatez hecho por Félix González, si no aceptan el equilibrio propuesto por Fidel Herrera Beltrán; si cada uno de los gobernadores del PRI no acepta que en lo que hace a la línea política, la recta no es siempre la menor distancia entre dos puntos.

Los dos de marras son Beatriz Paredes y Enrique Jackson. Y son par Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, aunque canten distinta tonada. Sin el concierto de los sectores va a perder el que gane. No es cuestión de candados sino de abrir compuertas aunque los arrastre la corriente. Parece increíble que a estas alturas haya todavía priístas que confunden unidad con unanimidad.

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