viernes, enero 05, 2007

La revolución de la conciencia. 11. La avaricia.

Sique

La avaricia es ciertamente el pecado del sistema neoliberal. El concepto de avaricia en Santo Tomás se refiere a lo que surge ante el deseo de acaparar riquezas, mientras que la definición del diccionario de la Lengua Española es similar:

1. f. Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas.

La avaricia está en el fondo del sistema neoliberal, el acaparamiento de grandes capitales, multimillonarios que cada vez más incrementan sus millones. La sociedad estadounidense es víctima de la avaricia y no se rebela ante ésta porque la misma sociedad se identifica con ese sentimiento. Casi todo lo que hacen los estadounidenses está en relación con poseer cosas, dinero y riqueza sin que ésto tenga un vínculo con su supervivencia ni con su felicidad, pero no hay conciencia de ello.

En razón de nuestro método, reflexionemos primero cuál es la carencia detrás de la avaricia. ¿Qué es lo que el ser humano está tratando de compensar? ¿Qué es lo que la riqueza, en su imaginario compensa la falta?

A reserva de cuestiones filosóficas más profundas relacionadas con la muerte, quedémonos con que la riqueza lo que intenta compensar es la falta de poder como en el caso de la ira, pero más específicamente su sentimiento de inferioridad y minusvalía. Cuando alguien siente que no vale, lo que desea es valer, y en este caso no se le ocurre otro camino que incrementar su valor a costa de riquezas materiales. Como es evidente, la riqueza no resuelve el sentimiento autodevaluatorio porque no radica en el tener sino en el ser. Sin embargo, se persiste en seguir acumulando de forma maníaca con la esperanza de que haya un momento en que se sientan compensados en su "falta", pero como esto no sucede ni sucederá, insisten neuróticamente en una solución que aparentemene les resuelve pero que en realidad reiteradamente los conduce al fracaso; entran en un círculo vicioso de mientras más, más.

Existen otros derivados significativos de este sentimiento de minusvalía y es el deseo de control; el controlar a los demás genera un falso sentimiento de valor. A través del poder económico se controla a un número cada vez más importante de personas que dependen de uno, mientras más dinero se tenga más se controlan las vidas de los otros. En los Estados Unidos está muy claro el deseo de control. Están empeñados en controlar al planeta entero y en cierta medida lo han logrado, pero no son felices, es una sociedad neurótica y por ende, muy desgraciada. El índice de las depresiones, los suicidios y los jóvenes que se matan en las escuelas son prueba de ello. Estados Unidos gasta 10 millones de dólares cada hora en Irak, ¿saben ustedes cuánto se necesitaba para saciar el hambre de un año de 2,000,000 de personas en Tanzania? 17 millones. Dos horas menos de guerra en Irak en la que tantos mueren, salvaba la vida de 2,000,000 en un año. No los dieron. A su propia gente la mantienen en la pobreza, los damnificados de Katrina siguen con sus ciudades hechas pedazos. La avaricia causa mucho sufrimiento y millones de muertos. Y todavía el pelele le lame las botas al gobierno estadounidense.

Aun cuando sé que muchos lectores no están familiarizados con la teoría psicoanalítica y sus preceptos alrededor de este tema, trataremos de simplificar sus proposiciones e invitarlos a estudiarla si quieren confirmar estos criterios que en un momento dado pueden parecer muy jalados pero que no dejan de ser sumamente interesantes porque como toda teoría, el esquema que plantea permite una comprensión del fenómeno psicológico del deseo de control.

El punto de fijación de la gratificación del deseo de control está relacionado con el control de esfínteres que ocurre entre los dos y tres años según el desarrollo psicomotor del ser humano. A los dos años el niño o niña experimentan una victoria ante el control anal sobre el excremento; pueden ya permitir o no que salga la caca y el controlarla recibe las más amplias muestras de amor de sus padres. Las heces son el primer producto que emana de ellos, el único que aunque inútil y desechable, ellos producen hasta ese momento de su desarrollo, posteriormente se van a simbolizar en el dinero. Si observamos a la sociedad estadounidense veremos claras manifestaciones de que aleatoriamente a su preocupación por el dinero está la de la caca. La cantidad de comerciales en la televisión sobre laxantes o antidiarreicos sólo es equiparable con la de los productos de limpieza que son capaces de combatir hasta el más minúsculo germen de suciedad, y es que ambos están relacionados: la caca es suciedad y hay que limpiarla.

La riqueza es el nuevo dios de las sociedades neoliberales y se le venera aun más que al Creador entre la gente religiosa. Bush, tan creyente él, ha desatado una mortandad en función de la riqueza petrolera que quiere adjudicarse y para justificarse dice que Dios se lo ordenó, sí el dios dinero. Resulta absurdo que Cheney, que ha sufrido ya dos infartos siga en su carrera de seguir acumulando más riqueza cuando ni siquiera la que ya tiene podrá disfrutar, es como si creyera que su muerte va a ser evitada si la incrementa. También nos resulta absurdo que Slim y compañía estén dispuestos a atropellar la voluntad de millones de mexicanos y a someterlos a condiciones de pobreza extrema diseñando estrategias económicas que aumenten sus ya insultantes fortunas. Resulta claro que por ese camino jamás podrán compensar su sentimiento devaluatorio ni sus complejos de inferioridad. ¿Cuál es el caso de tener veinte casas si sólo se puede vivir una, o doscientos retretes si sólo se puede cagar en uno?

Para nuestro cometido sobre la revolución de la conciencia, tendríamos que examinar si nosotros también estamos confundidos y creemos que el dinero y la riqueza van a compensar nuestros sentimientos devaluatorios. Tenemos que estar seguros de que nuestra lucha por elevar nuestros ingresos esté en función de la sobrevivencia, el acceso a todo lo que necesitamos para vivir, a la comodidad y al bienestar y que no está en función de tener y tener cosas que no necesitamos ni coadyuvan a la felicidad. ¿Cuántas veces nos entra un furor por comprar, el cual se calma por un breve lapso, tras el cual ya estamos otra vez queriendo comprar lo superfluo? Especialmente las mujeres alivian de forma pasajera sus depresiones yendo a compar, pero a los tres días necesitan ir otra vez a comprar más pues el momento de felicidad que experimentaron con el nuevo vestido se esfumó rápidamente. Mientras tanto ¿saben ustedes las fortunas que acumulan los dueños de Liverpool y el Palacio de Hierro? Son enormes ¿y creen que ellos sí son felices? No. Entre ellos hay drogadictos, neuróticos y hasta psicóticos.

Examinemos nuestros closets y veamos que cantidad de cosas hemos comprado que no usamos. Eso quiere decir que hemos caído en el garlito del consumismo en el que la idea central es que mientras más compramos o más tengamos más valemos porque así nos lo venden los medios y los dueños del dinero para ellos incrementar su riqueza. ¿Cuánta comida hemos tirado a la basura? ¿En qué gastamos nuestro dinero?


Volviendo al control, éste está relacionado con retener y soltar (en un principio las heces, después el dinero). La avaricia está conceptualizada como el retener; un avaro es una persona acumulativa, que retiene, sin embargo, la otra cara de la moneda, el despilfarro, tiene el mismo origen. El derrochador consumista tiene el mismo problema de origen que el avaro.

El gobierno neoliberal actual derrocha en cuestiones superfluas y retiene aquello que beneficiaría a los mexicanos para controlarlos. Un funcionario público tiene derecho a una oficina de 196 metros cuadrados, mientras una familia mexicana vive en 44 metros cuadrados, eso si tiene el "privilegio" de vivienda. El presidente espurio gana 152,000 pesos mensuales más múltiples prestaciones mientras un trabajador gana 1,500 con muy pocas o ninguna.

Según Santo Tomás, la virtud que combate a la avaricia es la generosidad: dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten. En este caso, estamos totalmente de acuerdo, generosidad en el diccionario significa:

1. f. Inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y al interés.

Decoro significa honor y respeto que se debe a una persona por su nacimiento o dignidad. Si reflexionamos sobre los valores éticos observaremos que el respeto a la dignidad de los demás es uno de ellos, y la dignidad está lejos de tener varias mansiones, yates y aviones cuando otros están en la miseria.

La austeridad republicana justamente cuida que todos vivan con honor, decoro y dignidad, que no haya despilfarros ni privilegios pero tampoco pobreza.

Ser austero como el presidente legítimo de México, es ser:

1. adj. Severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral.
2. adj. Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes.

Ser generoso es saber repartir, darle a los que menos tienen. Pero resulta que a veces actuamos de manera contraria. Me voy a permitir contarles una anécdota familiar de toma de conciencia de mi madre (q.e.p.d.) que ejemplifica muy bien lo que quiero decir:

Resulta que mi mamá tenía un par de perritos french poodle y aunque no tenía un criadero, cuando tenían cachorritos, los vendía para ayudarse en su economía doméstica que a veces era precaria. Buscaba que quienes los compraran fueran personas que los iban a querer y a atender. Pues llegó una pareja de recién casados de clase media muy entusiasmados en comprar uno, valían 3,000 pesos, aunque le rogaron, ella no le bajó el precio y ellos aun así lo compraron haciendo un esfuerzo. Una vecina nuestra se interesó por otro de los perritos, pero he aquí que esta vecina era nada más y nada menos que la esposa de un ex secretario de Relaciones Exteriores. Esta le pidió que se lo regalara, mi madre se sorprendió y accedió a ello "por tratarse de quien se trataba, para quedar bien", pero cuando llegó a la casa reflexionó: ¿cómo le iba a regalar el cachorrito a una ricachona cuando había estado tan reacia para bajarle el precio a la pareja? Entonces le llamó por teléfono y le dijo que ni madre que no se lo podía regalar porque a ella le hacía falta el dinero y ella (la vecina) tenía más que suficiente. ¿Qué creen? La vecina no lo compró, pero mi madre quedó muy contenta.

¿Cuántas veces nos embarcamos en un regalo costoso porque es para una persona de nivel económico alto, sin embargo le regalamos una baratija a un subalterno o a una persona pobre? ¿No debería ser al revés?

Resulta increíble que haya gente rica que se opone al apoyo gubernamental para adultos mayores, madres solteras y discapacitados que sufren situaciones de necesidad cuando el dinero que se le da mensual a esas personas ellos se lo gastan en una ida al restaurante. Eso es avaricia. Y ese "vicio" genera muchas malas acciones.

La revolución de la conciencia implica darle al dinero el valor que tiene, saber que éste no tiene que ver con nuestro valor como personas, como dice AMLO, "una persona vale por lo que trabaja y por como cría a sus hijos"; no tratar de compensar nuestros sentimientos devaluatorios con dinero porque jamás lo lograremos por ese camino; luchar por tener lo que merecemos y a lo que tenemos derecho para nuestro bienestar y el de nuestra familia; y ser generosos con el que menos tiene. Con esa conciencia sí podemos aumentar nuestra autoestima porque eso sí otorga un valor a la persona.


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