miércoles, enero 03, 2007

La revolución de la conciencia. 9. Los pecados capitales.

Sique

En apartados anteriores hemos revisado aspectos éticos como parte de un autoanálisis que permita la reflexión sobre los parámetros morales que rigen nuestra conducta dando lugar a una conciencia certera sobre lo que tenemos que cambiar. La revolución de la conciencia tiene como primer paso reconocer cuales son las fisuras éticas que tenemos para poderlas subsanar y la revisión de los valores nos proporciona instrumentos de cambio para mejorar nuestras vidas, para fortalecernos y para otorgarnos la autoridad moral que como dice AMLO nos hace invulnerables.

Tenemos que ser conscientes de que si bien la ideología que nos mueve tiene elementos racionales y éticos más sólidos para que la humanidad progrese y este mundo sea un mejor lugar para vivir, no podemos caer en el maniqueísmo de los "buenos" y los "malos". A pesar de todo, también somos humanos imperfectos que debemos superarnos, que carecemos de muchas cosas por más que nos cueste reconocerlo. En vez de "buenos" y "malos" podríamos decir que habemos unos más conscientes y otros más inconscientes de los males que les aquejan, que habemos unos más acertados y otros más equivocados en la elección de caminos a seguir para ser más felices o que habemos unos más amorosos que otros, pero hasta ahí.

En cuanto al tema que hoy nos ocupa, un aspecto de suma importancia que complementa nuestra reflexión sobre la revolución de la conciencia, se refiere a lo que se conoce como "pecados capitales". Aclaro que este análisis no atiende a la visión religiosa sino a la humana.

El interés sobre este tema ha generado obras artísticas dentro de todos los campos. Kieslowski, el cineasta polaco, realizó una serie de películas muy interesantes sobre los pecados capitales y en los museos encontramos con frecuencia esta temática en las obras artísticas que se exponen.

Santo Tomás, independientemente de ser religioso, fue un filósofo de excepcional inteligencia que aportó sustanciales conocimientos, los cuales, posteriormente, fueron pieza angular de disertaciones modernas despegadas de la religión y sólo suscritas a la filosofía.

Una de sus intuiciones filosóficas fue el descubrir lo que él llamó "pecados capitales" y que definió como aquellos a los que la naturaleza humana caída está principalmente inclinada: "Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados". Desde nuestra perspectiva, no pretendemos andar el camino de la "santidad" pero sí el avanzar por el rumbo de una conciencia más humana y más ética que fortalezca la lucha por un mundo mejor, y en este sentido, también nos parece muy importante detectar estas tendencias en nosotros mismos y examinar nuestros sentimientos.


El término "capital" en Santo Tomás, no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”. La verdad que encierra esta sentencia es invaluable: en efecto, estos sentimientos provocan intensos deseos de lograr un fin con tanto afán que se cometen un sinnúmero de malas acciones con tal de lograrlo. Santo Tomás no atiende a las causas sino a los efectos que tal "vicio" produce. Nosotros intentaremos reflexionar tanto sobre las causas como sobre los efectos.

Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como siete: vanagloria (orgullo), avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira. En la era moderna se traducen como: soberbia, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira.

Al analizar las causas observaremos que tienen un denominador común: la carencia. Estos sentimientos surgen de la falta y la minusvalía del propio ser. A la vez, estos sentimientos que conducen al intento de compensar las carencias y la devaluación del sí mismo, lejos de lograrlo producen males mayores.

Otro de los atinados señalamientos de Santo Tomás es su observación de que "lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material o espiritual, real o imaginario". Esto sostiene la idea de que cuando se desea, ya sea lo material o lo espiritual, lo real o lo imaginario, es porque hay la sensación de que no se tiene y ello nos remite a un sentimiento de carencia o de falta.

Se irá analizando uno por uno de los "pecados" e identificando cual es la carencia de la cual devienen así como la virtud que supuestamente combate a ese pecado en particular según Santo Tomás, se expondrán las razones por las cuales en ocasiones no concordamos con su propuesta y cual sería la proposición que se ofrece.

En términos generales, lo que proponemos es combatirlos resolviendo la causa y dándole a estos sentimientos una salida en relación con las capacidades y posibilidades humanas aunadas a las razones éticas, y no con las proposiciones que contempla la "santidad".

Próximamente iniciaremos con: 10. La ira.

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