domingo, febrero 18, 2007

Los ejes de la política exterior de España hacia AL

Marcos Roitman Rosenmann

Ha quedado atrás el tiempo en que la política exterior de España hacia América Latina constituía parte de un programa doctrinal. Las visiones de principios que posicionaban al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) o el Partido Popular (PP) se han abandonado por un realismo político fundado en la economía de mercado. En el PSOE, categorías como oligarquías, burguesías nacionales, movimientos de liberación, dictaduras militares, lucha antimperialista y nacionalizaciones ceden paso, en menos de dos lustros, a conceptos que lo aproximan al PP. Países en vías de desarrollo, globalización, inversión productiva, competitividad, libertad de mercado, apertura financiera y comercial, liberalización, lucha contra el terrorismo, narco-guerrilla o despegue económico son sus palabras más empleadas. Asimismo, la política de derechos humanos y sus decisiones sobre Cuba no se distinguen de las diseñadas por el departamento de Estado estadunidense. Para entender esta circunstancia, hagamos un poco de historia.

Todo tiene su origen en los gobiernos del PSOE en los años ochenta del siglo XX. Allí se produce el punto de inflexión. Felipe González buscaba una visión despolitizada hacia América Latina, ligada a intereses económicos; mientras tanto, ponía sus miras en un discurso europeo y atlantista. Es el fin de las concepciones antimperialistas del PSOE. El nombramiento de Francisco Fernández Ordóñez, empresario, en la cartera de Exteriores es significativo. La política con América Latina comienza un nuevo ciclo, busca separar la acción del Estado, el gobierno y los partidos políticos. Igualmente, Felipe González apoya a Estados Unidos y promueve la contrarrevolución en Nicaragua, El Salvador y Guatemala; en contrapartida consigue que las empresas españolas puedan actuar sin cortapisas en la región. Un acuerdo de caballeros. La crisis de la deuda externa favorece a los empresarios españoles, que entran a saco en medio de los fastos del quinto centenario. El PSOE mantiene la estabilidad económica y Felipe González logra la última relección. Pero es la claudicación de la soberanía en materia de política exterior. Cualquier decisión sobre América Latina que afecte el orden geoestratégico de Estados Unidos deberá ser consultada. La visión hemisférica diseñada por el Pentágono se traslada a la Moncloa.

En este proceso, América Latina entra a formar parte de un campo de batalla doméstico. Supone apropiarse de fondos para aumentar su espacio de poder entre las elites del continente a la hora de gestionar concesiones. Construir redes. Para ello se fortalecen las fundaciones partidarias al amparo de nuevas leyes. Se busca enmascarar un espacio para la formación de cuadros e incidir en los procesos de transición. Es la época de mayor trasiego. Cursos de verano, seminarios internacionales. Es el tiempo de la creación de organizaciones no gubernamentales (ONG) vinculadas a los partidos, la forma más habitual de desviar fondos y subvencionar las actividades políticas. La fundación Cánovas del Castillo del PP o la Pablo Iglesias del PSOE, no menos que las sindicales o los organismos semiestatales. Se utilizan todos los medios: ministerios, secretarías de Estado, centros, etcétera. Hoy es la Fundación Carolina, una meretriz creada para dicho efecto. Durante los gobiernos del PP se dieron becas de posgrado casi en su totalidad a dirigentes de la derecha latinoamericana. Integrantes del PAN mexicano, la UDI y RN chilena o los conservadores colombianos, no menos que hondureños y nicaragüenses gozaron de sus fondos entre 1996 y 2004. Hoy lo hace el PSOE, que de paso edita a sus ideólogos, como antes lo hizo el PP. Otra institución al uso es la Agencia Española de Cooperación. No está exenta de este juego sucio. Parte de los presupuestos que destina el Estado entran en un reparto partidario según se gobierne. Lo que menos interesa es América Latina. Los favores de hoy se pagarán mañana. Ahora se redita la Organización Iberoamericana de Cooperación. La corrupción es la manera de aproximación con los gobiernos de América Latina, que no hacen más que otro tanto: no ven, no oyen y no hablan. Se benefician de lo que reciben, las migajas, salvo excepciones que denuncian, pero lo pagan, como Cuba, y ahora Venezuela y Bolivia.

Por otro lado, organizaciones paralelas como ONG para el desarrollo pueden contar con dinero público capaz de hacer revertir bajo falsos proyectos una parte del mismo hacia las organizaciones. Esta actividad lleva dos décadas siendo una forma de vida y de militancia política del PP, el PSOE no menos que del resto de la derecha e izquierda. En este sentido, existen otras instituciones para el estudio y fomento de la democracia, la paz, el desarrollo, la cooperación, la negociación creadas por el PSOE y el PP, partidos parlamentarios mayoritarios que atesoran más de 70 por ciento del total de fondos públicos. Todo un logro. Hablamos de cientos de millones de euros. Se trata de un proceso que forma parte de la política interna de concesiones; sin contar ayuntamientos y comunidades autónomas. América Latina es un filón de dinero político. Piénsese que en Madrid Ana Botella, esposa de José María Aznar y concejal de bienestar social en el ayuntamiento, ha dado a las organizaciones no gubernamentales encubiertas de su partido un trato de favor para los proyectos de cooperación que terminan por ser verdaderas campañas de proselitismo. Al día de hoy, se obtienen acuerdos espurios en los que el PP y el PSOE se dividen los fondos en detrimento de las ONG independientes, para así continuar disfrutando del reparto del pastel.

América Latina es una imagen que se traduce en votos en las elecciones internas. Son muchos los jóvenes que se ar-ticulan a las ONG y están sensibilizados con la pobreza o la migración y lo proyectan como un símbolo de su "buenismo". Pero son los empresarios quienes asumen la dirección de política exterior, cuya lógica está fundada en los intereses del capital trasnacional acorde con la dinámica de la economía de mercado. El siglo XXI unió al PSOE y el PP en su visión latinoamericana: un mercado grande y libre. Ambos partidos, además de los nacionalistas PNV y CiU, son cara y cruz de la misma moneda. En la dirección del BBV y del Santander hay por igual representantes de todos ellos.

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