sábado, febrero 03, 2007

Resultados de la gira "presidencial"

Las mismas botas
jueves, 01 de febrero de 2007
Raúl Moreno Wonchee
Mirador

No la saques sin motivo ni la guardes sin honor, aconsejaba el Cid a quienes se les subía la calentura caballeresca y les daba por buscar pleito. Pero el presidente Calderón ya la traía desenvainada desde que tuvo la ocurrencia de oponer a la política nacionalista de los gobiernos de Bolivia y Venezuela, un esquirolaje barato, ajeno por completo a nuestra historia y al interés nacional. El hospitalario y generoso ofrecimiento presidencial a los capitales afectados por las nacionalizaciones fue, más que una invitación a quienes no la necesitan, una exhibición de hostilidad hacia esos países, pero sobre todo una muestra de obsecuencia al imperio y una prueba de que la voluntad foxiana de servirle al patrón, se mantiene a toda costa.
Este es, precisamente, el punto que se puso en evidencia en la discusión de Calderón con Lula. Mientras el Presidente de Brasil defendía, no sin maña, la integración suramericana y los actos soberanos de sus aliados, el presidente Calderón se envolvió en la bandera del libre comercio y se lanzó al vacío al grito de ¡viva el ALCA! Su argumento quiso ser lapidario: los mexicanos votaron por el libre comercio. A esa monumental arbitrariedad, por decir lo menos, podría oponérsele otra más monumental aunque tal vez menos arbitraria: si el 35 por ciento que votó por Calderón y que corresponde más o menos al 20 por ciento del padrón lo hizo por el libre comercio, el resto, el 65 y el 80 por ciento respectivamente ¿votó en contra?

Pero esa fallida estrategia discursiva dejó expuesto, involuntariamente supongo, un dato duro, objetivo, ese sí contundente: de todos los gobiernos de la historia contemporánea de México, el de Calderón es el de base social más reducida. Y deja a la vista otro: nuestro sufrido país ha entrado en su año siete de estancamiento económico. No obstante los altos precios del petróleo, las cuantiosas remesas de divisas, las bajas tasas de interés de la banca internacional, los años de auge de la economía norteamericana, etcétera, en los últimos tres años el crecimiento económico de México ha sido notoriamente inferior al crecimiento de América Latina.

Con esas cartas fue Calderón a jugar en el grand slam de Davos. Halagó a Lula buscando contraponerlo con sus aliados, y luego echó mano a los fierros como queriendo pelear: señaló con índice de fuego al eje del mal del populismo: Venezuela, Bolivia y ¡Argentina! La inclusión de este último sí que fue un hallazgo de astucia polémica. Lástima que la disertación teórica del presidente Calderón sobre las bondades del libre comercio haya debido posponer para otra ocasión su correlato empírico con la prosperidad y la pujanza de la economía mexicana y con el inminente crecimiento de su popularidad, a punto de rebasar por la izquierda el aumento del precio de la tortilla.

El calamar barbado, todo un caballero, le explicó pacientemente a Calderón los imperativos económicos y sociales de las nacionalizaciones en Bolivia y metió la mano al fuego por el presidente Chávez, tres veces ganador de elecciones presidenciales sin que en ninguna de ellas haya sido tocado ni con el pétalo de una impugnación y eso que la oposición venezolana sí que se las gasta en ilegalidad e intransigencia. La elegante cortesía del brasileño fue asegundada por el áspero y fulminante revire del venezolano.

Poco antes, en la Ciudad de México, los capitostes de la democracia cristiana del continente convocados por el líder panista Manuel Espino, hicieron una inaudita declaración de guerra contra Cuba, Venezuela y Bolivia, y amenazaron con apoderarse del subcontinente entero. Y luego vino la brutal acusación de Espino contra Zapatero, convenida con Aznar, cuando Calderón iniciaba su visita de Estado a España y que dio lugar a la puesta en escena de la comedia del policía bueno y el policía malo estelarizada por el presidente panista y por el presidente del PAN, respectivamente. Se dijo que al regresar al país, un integrante de la comitiva presidencial conocido por su optimismo, exclamó: ¡todo se ha salvado menos el honor!

El caso es que el panismo está convirtiendo a México en un centro conspirativo de la derecha contra gobiernos de países hermanos legítimamente constituidos, lo que implica poner a nuestro país al margen de la legalidad internacional además de anular la vigencia de la Constitución en una materia tan estratégica y relevante como la política exterior, y suplantarla por un dictado que obedece a fuerzas extrañas y aún contrarias a la Nación.

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