viernes, marzo 23, 2007

Transformación de la conciencia

“La conciencia no se transforma por medio de discursos o sermones
elocuentes, sino por la acción de los seres humanos sobre el mundo”.

Freire

Las terribles acciones de los hombres que se apoderaron de nuestras instituciones, para ponerlas a su servicio, incidieron de manera definitiva en la toma de conciencia del pueblo. La credibilidad en promesas nunca cumplidas llegó a su fin. La nueva república por la que lucha
incansablemente Andrés Manuel López Obrador no podría consolidarse sin esta toma de conciencia popular. A pesar del bloqueo de los medios de comunicación, vendidos y corruptos, la gente se informa, se organiza y se moviliza por todo el país. Surgen de la creatividad y el ingenio boletines, mantas y consignas que nos retroalimentan. No estamos solos, a nuestro lado hay muchos hombres y mujeres libres que decidimos otro destino para México, y lo vamos a conseguir. Es cierto que no estábamos preparados para esto, que confiábamos en un tribunal electoral que respetaría la voluntad del pueblo, y también es cierto que el fraude y la imposición nos sacudieron, como aquel terremoto que develó la capacidad que tenemos para enfrentar la adversidad.

Tomar conciencia es darse cuenta, es poner en marcha, al mismo tiempo, todas las facultades mentales para deliberar y actuar obedeciendo a la razón más que a la emoción, por eso resistimos de manera pacífica. No habrá necesidad de tomar las armas como en guerras pasadas, aunque el agravio lo amerite.

Para ganar esta batalla lo único indispensable es lo que estamos haciendo: denunciar los abusos, proponer otras salidas, caminar junto al líder y cerrar filas para evitar la venta del patrimonio nacional. Las acciones de la derecha están siendo terriblemente agresivas, por eso les resulta difícil que el pueblo crea en las mentiras que propagan. Los discursos de Felipe
Calderón contienen tantas contradicciones, que se vienen abajo junto con la imagen que quiso vender de hombre honesto y de manos limpias. Ahí están las cuentas alegres de sus traperías para llegar al poder. Se triplicó el monto de las facturas. Un hombre atado de pies y manos, con un pequeño cuerpo y una mente pervertida; en medio de un cerco de seguridad que lo priva de
cualquier contacto afectivo. No puede, de ninguna manera, desarrollar la sensibilidad que se requiere para resolver los grandes problemas de México. Combate estúpidamente los efectos sin atacar las causas. Miente, y después de cada mentira necesita de otra para cubrir la anterior. Terminará perdido entre la realidad y la farsa, entre la angustia y la ansiedad.

Poseer la verdad, la razón y la fe son cosas muy distintas. Por eso Andrés Manuel puede caminar entre la gente sin ningún temor, y recoger a su paso lo más valioso que tiene México…su voz.

Las acciones de los hombres sobre el mundo es lo que transforma la conciencia, dice Freire. Las acciones de Felipe Calderón contrarias a las necesidades del pueblo han llevado a la gente a tomar conciencia y unirse al movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, para luchar por lo que en estos momentos está en juego en el país.

La defensa de la economía popular o la protección de monopolios.
La defensa de los recursos energéticos o su privatización.
El combate a la corrupción o la impunidad y el abuso de autoridad.
El derecho a la información o el cerco informativo y la mentira.
La restauración de la república o la continuidad de un gobierno autoritario
y represor.

Con la esperanza de un cambio verdadero el pueblo participó en un proceso electoral atropellado, salió a las calles y vivió en un campamento para pedir voto x voto ante las irregularidades propiciadas por el IFE, participó en la asamblea más grande de la historia, en la que La Convención Nacional Democrática nombró Presidente Legítimo de México al candidato que obtuvo la mayoría de votos en la elección del 2 de julio, Andrés Manuel López Obrador; y hoy se prepara para la segunda asamblea de La CND con el mismo entusiasmo. Sin este despertar de la conciencia ciudadana no habría esperanza de una transformación verdadera.

Patricia Romana

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