lunes, abril 23, 2007

Francia: lo que está en juego

Editorial

Tras décadas de disputarse el centro político, las izquierdas y las derechas europeas han recuperado sus diferencias y su identidad. Como consecuencia, los procesos electorales han ganado sustancia y concurrencia. Así ocurrió ayer en las elecciones presidenciales celebradas ayer en Francia, en las que se registró una asistencia histórica (casi 85 por ciento del electorado) a las urnas y cuyo resultado definitivo habrá de dirimirse el próximo 6 de mayo entre los dos candidatos más votados: el conservador Nicolas Sarkozy, ex ministro del Interior del actual presidente, Jacques Chirac, y la socialista Segolène Royal, quien podría convertirse en la primera mujer que despache en el Palacio del Elíseo.

Entre las posturas de Sarkozy y las de Royal hay algo más que un matiz: el primero se ha desempeñado en el pasado reciente como un funcionario chovinista y autoritario, en tanto que la segunda ha propugnado la democratización de las relaciones entre el gobierno y los gobernados, el combate a la discriminación y una política social incluyente, de reivindicación de los derechos de las mujeres y de las minorías, con énfasis en la educación y la generación de empleos. En contraste con el nacionalismo de su rival, la candidata socialista pretende favorecer a la profundización de la integración europea.

En relación con los anteriores comicios de 2002, cuando la izquierda fue eliminada de una segunda vuelta que se disputó entre la derecha representada por Chirac y la ultraderecha de Jean-Marie Le Pen, la presencia de una candidatura socialista es esperanzadora. Pero, al mismo tiempo, no debe omitirse el hecho de que buena parte de los antiguos votantes de Le Pen se alinean ahora con Sarkozy, quien mostró sus esencias políticas durante los disturbios juveniles que estallaron en la periferia parisina en 2005. Hijo de inmigrantes, Sarkozy no dudó en llamar "escoria" y en aplicar una política represiva de mano dura a los jóvenes de origen africano que, despojados de instrumentos de expresión y participación, protagonizaron una oleada memorable de violencia callejera. Con ello, el actual aspirante presidencial derechista convocó las tendencias xenófobas, la intolerancia y la cerrazón que caracterizan a grandes segmentos sociales de la llamada Francia profunda. En suma, el candidato presidencial oficialista no plantea la perspectiva del continuismo, sino la de un viraje a la derecha con respecto a la presidencia de Chirac. Royal, por su parte, encarna la perspectiva de una izquierda moderada y novedosa que busca responder desde el humanismo a los problemas sociales de la sociedad posindustrial.

La sustancialidad de esta confrontación electoral ha generado el interés y la movilización de sectores políticos más allá de las fronteras francesas. Es significativo que al otro lado de los Pirineos el proceso comicial galo se viva casi como una experiencia propia y que las formaciones principales, el gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP) no hayan dudado en expresar su respaldo activo a Royal, el primero, y a Sarkozy, el segundo.

Tras 12 años de neogolismo, la sociedad francesa se merece un cambio progresista, y no la consolidación de las inercias de la derecha autoritaria. Cabe esperar que el próximo 6 de mayo la mayoría de los ciudadanos otorgue su voto al futuro y a la esperanza, y no a una regresión que debilitaría al país y a la posición de la Europa comunitaria en el mundo.

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