sábado, junio 23, 2007

Cuando la sed nos alcance

Carlos Fernández-Vega

Más caro el refresco que el petróleo
Vacas subsidiadas
Los excluidos del fisco

No son pocas las voces que vaticinan una próxima gran guerra mundial, a estallar en un futuro cada vez más cercano, que ya no sería por el control petrolero, sino por el agua y su dominio, y desde ya México (un país en el que el precio de un litro de refresco es 135 por ciento superior al de un litro de petróleo crudo) participa adelantada y activamente en esta inminente conflagración, pero para vencerse a sí mismo.
De reciente divulgación, el Informe sobre desarrollo humano 2006 (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD) centra la mirada en el motivo de tal vaticinio (Más allá de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua), y en el balance México sale muy mal parado, más allá de que en esta heroica nación el precio del barril de petróleo crudo de exportación (159 litros) es de 674 pesos (22 de junio), contra mil 590 pesos de un barril de agua pintada con la fórmula mágica de la chispa de la vida, o marcas similares, mientras las vacas de los barones de la leche tienen mayor abasto de agua subsidiada que cualquiera de sus habitantes.
En el recuento, el informe del PNUD advierte que gobiernos como el mexicano "han estado subsidiando el agotamiento de un recurso natural de gran valor", y mientras los grandes agricultores acaparan la mayor parte de los subsidios de riego, en el valle del Mezquital alrededor de medio millón de hogares rurales se sustentan gracias a sistemas de riego mantenidos a través de aguas residuales sin tratar. "En México, las tasas de extracción en alrededor de la cuarta parte de los 459 acuíferos del país supera en 20 por ciento la recarga a largo plazo, y la mayor sobreexplotación se produce en las partes áridas". La eliminación de los "subsidios perversos" que fomentan el uso excesivo de agua marcaría un paso importante en la dirección adecuada para países como México, que inadvertidamente han creado incentivos para el agotamiento de los recursos naturales de agua mediante los subsidios de electricidad para grandes plantaciones. "La explotación en exceso ha sido alentada de forma sistemática por incentivos perversos".
En México, más del 90 por ciento de la población dispone de conexión a una fuente segura de agua, y dos tercios de los hogares disponen de conexión a un sistema de desagüe cloacal, pero estos niveles de cobertura caen de forma pronunciada a medida que nos alejamos de las áreas urbanas desarrolladas y más prósperas de los estados del norte y observamos las poblaciones más pequeñas, las áreas rurales más remotas y el cinturón de pobreza que forman los estados del sur. Oaxaca, Chiapas y Guerrero evidencian el hecho de que la disponibilidad física del agua y el acceso a ella son dos conceptos muy diferentes: estos estados muestran los niveles de disponibilidad al agua más elevados de México gracias a la lluvia y las tasas más bajas de acceso a agua potable, pero el acceso es inferior al de los países en desarrollo con ingresos muy inferiores como Sri Lanka y Tailandia. Las desigualdades regionales en el acceso al agua y a los servicios de saneamiento están asociadas a las desigualdades en el desarrollo humano (en este indicador, México ocupa la posición número 53 a nivel mundial).
México tiene buenos antecedentes en gestión del agua en muchas áreas, pero en la parte norte y central del país la demanda para riego y actividades industriales sobrepasa a la oferta. La extracción subterránea ha venido a cubrir esta brecha La agricultura representa el 80 por ciento del uso del agua en México. Los cultivos de regadío representan más de la mitad de la producción agrícola total y alrededor de tres cuartas partes de las exportaciones, dominados por productos de riego intensivo, como fruta, verdura y ganado. El agua subterránea en la actualidad representa algo así como el 40 por ciento del uso total del agua para agricultura, pero más de 100 de los 653 acuíferos del país están siendo sobre explotados, lo cual causa un daño ambiental considerable y socava la actividad de los pequeños productores agrícolas.
La extracción en exceso, alentada por los subsidios a la electricidad, es una amenaza para la productividad agrícola a largo plazo. En el estado de Sonora, por ejemplo, el acuífero costero de Hermosillo proporcionaba agua a una profundidad de aproximadamente 11 metros en la década de 1960. Hoy, las bombas extraen agua desde una profundidad de 135 metros, lo que no sería rentable si la electricidad no se encontrara subvencionada. El bombeo en exceso ha ocasionado intrusión de agua salada y pérdidas de tierras aptas para la actividad agrícola. Las agroindustrias que se dedican a la exportación se están trasladando hacia el interior desde las áreas costeras más afectadas, para poder explotar nuevas fuentes.
El costo anual de los subsidios eléctricos es de 700 millones de dólares, y dado que el uso de la electricidad está vinculado con el tamaño del establecimiento agrícola, las transferencias son altamente regresivas. Esto significa que muchos de los usuarios más grandes reciben un promedio de mil 800 dólares por año, mientras que los más pequeños obtienen un promedio de 94.
Al subvencionar el consumo, los subsidios a la electricidad mantienen artificialmente alta la demanda de agua, de tal suerte que retirar el subsidio llevaría a que tres cuartas partes de los regadíos adopten prácticas más eficientes, como sistemas de riego con aspersores. También ofrecería un incentivo a los productores agropecuarios para dedicarse a cultivos que sean menos intensivos en cuanto a uso de agua. Así, el ahorro representaría cerca de una quinta parte del uso actual de agua, equivalente al consumo urbano total.
Las rebanadas del pastel
El inquilino de Los Pinos asegura que su "reforma" fiscal es "en beneficio de los excluidos". Y tiene razón, porque entre los excluidos (de pagar impuestos) están Bimbo, Cemex, Televisa, Tv Azteca, Telmex, la banca, etcétera, etcétera.

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