domingo, julio 22, 2007

La capital en un sistema decrépito

José Agustín Ortiz Pinchetti

El viejo sistema está agónico, pero funciona. Es como una casona resquebrajada por un sismo, aún de pie. De los tres mecanismos que le permitieron operar en su etapa de oro, dos (disminuidos) siguen vigentes: un monarca sexenal impuesto más débil e inepto que los anteriores, pero actuante. Y una agrupación política sucesora del viejo gran partido, conservadora, compuesta por el PRI y el PAN. Pero hay una tercera pieza que ya no le funciona: el gobierno de la capital tan poderoso que es capaz, hasta cierto punto, de contrabalancear al poder federal. Fue un resorte clave. Cuando lo perdió en 1997, el sistema empezó a dislocarse.

Durante 70 años el PRI logró mantener en un puño a la ciudad. Fue necesaria una crisis mayor para que en 1996 Ernesto Zedillo "autorizara" una reforma para que los capitalinos pudiéramos elegir gobernador y diputados locales y jefes de delegación.

Zedillo tuvo buen cuidado para mantener ciertos mecanismos indebidos de control sobre el gobierno capitalino Su sucesor, Vicente Fox, los utilizó todos para intentar destruir políticamente a AMLO, jefe de Gobierno y candidato a la Presidencia: bloqueó la restructuración de la deuda externa, intentó desequilibrar las finanzas con una reforma insensata al artículo 122 de la Constitución. Destituyó al jefe de la policía, organizó un aparatoso proceso de desafuero, con escándalo en la nación y en el mundo. Estos ataques a la ciudad de México la dañaron y mostraron lo peligroso que era no otorgar a plenitud la autonomía.

En 2006 Marcelo Ebrard, quien forma parte de la misma corriente reformista, ha asumido la jefatura de gobierno. Durante algunos meses la reacción alimentó la ilusión de que se aliaría con ellos para desafiar a AMLO. Pero ha demostrado ser más inteligente, astuto y leal de lo que ellos suponían.

Es muy probable que se rediten nuevos ataques a la ciudad de México de los que ya tenemos algunos indicios. Al gobierno federal no le importa que este fenómeno ocasione tensiones mayores y que ponga en manifiesto la ilegitimidad del régimen. Tienen interés de parar a Ebrard a como dé lugar.

Una solución distinta, inteligente y creativa sería impulsar la reforma que culmine con la autonomía del Distrito Federal. Bastaría con darle a la ciudad de México el carácter de ciudad capital y una Constitución. Establecer con claridad las relaciones entre las autoridades locales y las federales. Cancelar los instrumentos de control indebido. La reforma pareciera estar al alcance de la mano: María de los Angeles Moreno, impulsora del proyecto, es presidenta de la Comisión del Distrito Federal en la Cámara de Senadores. No existen objeciones técnicas ni doctrinarias. Todos los partidos se han declarado en favor.

Pero soy pesimista: Calderón intentará golpear a Marcelo Ebrard. No le importará dañar a la capital. Es de suponerse que impedirá la reforma y el PRI-PAN lo apoyarán, asumirá los costos y abusará de los poderes que indebidamente se le conceden al Ejecutivo federal. La oposición verdadera debería estar alerta y poner en relieve, y combatir a tiempo, estas agresiones.

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