domingo, agosto 12, 2007

Las diabluras laborales del Estado

Néstor de Buen

El pasado martes fue un día inolvidable en los conflictos laborales. Al mismo tiempo se declaró la inexistencia de las tres huelgas planteadas por el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y se dictó un laudo en el conflicto colectivo de carácter económico que presentó la compañía Mexicana de Aviación en contra del sindicato de sobrecargos, reduciendo las condiciones de trabajo en 40 por ciento, según me indicaba ayer Arturo Alcalde, abogado de lujo del organismo gremial.

Supongo que Arturo abordará el tema en su turno. A mí me toca opinar del otro, en el que los De Buen y equipo estamos involucrados desde hace bastante tiempo, trabajando de pleno acuerdo con Juan Rivero y sus espléndidos auxiliares, entre otros abogados. Las empresas en huelga: Minera de Cananea e Industrial Minera México, con plantas en Taxco y Zacatecas (San Martín), invocaron todo tipo de razones para que se reconociera la inexistencia de la huelga, pero la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje sólo se apoyó en dos: falta de legitimación para emplazarla, por que no lo hizo una asamblea, e imprecisión en las peticiones.

La respuesta del sindicato fue rotunda: sus estatutos autorizan expresamente al secretario de Trabajo para emplazar a huelga y los pliegos de peticiones cumplieron exageradamente el requisito de lo pedido. Una demanda de amparo puede ser presentada dentro de los 15 días siguientes al acto reclamado. Sin embargo, en materia de huelga, la ley concede a los trabajadores 24 horas para presentarse a trabajar bajo la amenaza de que, de no hacerlo, podrán ser contratados otros trabajadores.

La evidente discrepancia entre las dos reglas nos llevó a superar cualquier duda y las demandas de amparo fueron presentadas al día siguiente de la resolución de la junta federal, con expresa solicitud de que se decretara la suspensión del acto reclamado. Los tres jueces lo hicieron de inmediato. Como consecuencia, las huelgas siguen tan campantes. ¿Qué sigue? De inmediato, las audiencias para la confirmación de la suspensión de los actos reclamados. Dos o tres semanas después, la celebración de las audiencias constitucionales y, enseguida, la sentencia de los jueces de distrito, que resolverán la existencia o no de las huelgas. Y después, sin la menor duda, la formulación de recursos de revisión promovidos por el perdedor, que tendrán que ser resueltos por tribunales colegiados. Esa segunda parte le puede agregar al problema un mes más de huelga.

Pero ahí no termina el problema. El objeto de las huelgas ha sido superar las insistentes violaciones cometidas por las empresas a las disposiciones de los contratos colectivos de trabajo, de ma-nera particular a las medidas de seguridad, tema que se actualiza con el dramático antecedente de Pasta de Conchos. Ahora, Grupo México se está valiendo de otra formulita para resolver el problema. Ha conseguido, con una rapidez envidiable, el registro de un sindicato que dirige un tal Francisco Hernández Gámez y ya se han presentado ocho demandas que reclaman al sindicato minero la titularidad de los contratos colectivos de trabajo.

Eso conducirá necesariamente a ceremonias de recuento en las que todo indica que el sindicato ficticio y sus cómplices perderán estrepitosamente sus alegatos. Es importante señalar que los sindicatos democráticos en México han ofrecido todo su apoyo al minero. Dos dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores, Francisco Hernández Juárez y Agustín Rodríguez (telefonistas y universitarios, respectivamente) se han manifestado en favor del gremio minero. Otros sindicatos lo harán de inmediato. La solución del problema no es fácil, pero las empresas deberán entender que el camino para lo-grarlo no puede pasar por acusaciones penales infundadas, publicidad indecente en la televisión ni el disfrute de apoyos oficiales.

La fórmula, como siempre, será la conciliación. El sindicato minero está dispuesto a ejercerla. Pero será necesario que el Grupo México entienda que, además de las reclamaciones económicas de los trabajadores y la exigencia de mayores medidas de seguridad, no se llegará a ninguna parte si persisten las infundadas denuncias penales y su publicidad ofensiva. No debe olvidar la empresa que los trabajadores exigen laborar y para ésta será la única manera de aprovechar que el mercado del cobre está en su mejor momento. Es muy mal consejero el amor propio.

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