viernes, agosto 03, 2007

No se desmilitarizará "ni un milímetro" de Colombia: Uribe

Abuchean al mandatario tras su encuentro con el padre de un policía plagiado por rebeldes

JORGE ENRIQUE BOTERO

Alvaro Uribe, presidente de Colombia, durante una confrontación ayer en la Plaza de Bolívar con el profesor Gustavo Moncayo, padre de un policía secuestrado por las FARC hace 10 años, quien acusó al gobernante de haber frustrado varios intentos de negociación para liberar a su hijo Foto: Ap

Santafé de Bogotá, 2 de agosto. La posibilidad de un canje de guerrilleros presos por militares y políticos en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tuvo hoy un nuevo y dramático episodio que enfrentó al presidente colombiano, Alvaro Uribe, con el profesor Gustavo Moncayo, padre de un oficial de la policía que está próximo a cumplir diez años en cautiverio.

La confrontación tuvo lugar en el corazón político de esta nación sudamericana, la Plaza de Bolívar, lugar al que llegó Moncayo tras una travesía de 46 días durante los cuales recorrió a pie mil 200 kilómetros invitando a los colombianos a apoyar la realización de un intercambio de prisioneros entre el gobierno y la guerrilla.

Moncayo, instalado desde anoche en una carpa de la cual ha anunciado que no saldrá hasta lograr la liberación de su hijo y de los restantes 45 canjeables, recibió la visita del presidente Uribe a las nueve de la mañana.

Tras el encuentro, que duró tres horas, el mandatario se dirigió a miles de personas que colmaban el lugar, con transmisión en directo por radio y televisión, para relatar los pormenores de su encuentro con el humilde profesor de primaria.

Cuando el presidente avanzaba en su exposición, Moncayo apareció de repente en la tribuna en medio de la algarabía de la multitud, que había abucheado a Uribe. Miles de personas le gritaron "Uribe paraco, el pueblo está berraco", que "traduce" "Uribe paramilitar, el pueblo está furioso".

Visiblemente desencajado, el jefe de Estado retó al público a cambiar los gritos por argumentos e invitó al estrado a una estudiante, quien subió y lo acusó de mentirle al país y de incrementar el presupuesto militar en detrimento de la inversión social. Uribe, por su parte, aseguró que los manifestantes eran saboteadores "que vienen a abrirle el camino a la guerrilla".

La discusión entre el presidente y el profesor se centró en el espinoso tema del despeje militar que han pedido las FARC para negociar el canje de prisioneros. Uribe reiteró que no desmilitarizará "ni un milímetro de la patria" y ofreció -a cambio- que si la guerrilla libera a los secuestrados, propiciará un espacio de encuentro "para pactar la paz en 90 días". Ttambién ofreció liberar a un grupo de guerrilleros presos, excluyendo a Ricardo Palmera, Simón Trinidad y a Anayibe Rojas, Sonia, jefes de las FARC que fueron extraditados a Estados Unidos y condenados por tribunales estadunidenses.

Mientras el presidente hablaba en tono enérgico, el profesor y su mujer se fundieron en un abrazo y lloraron largamente, ante la mirada compasiva de los asistentes a la Plaza de Bolívar y los millones de televidentes que seguían la transmisión.

Uribe le ofreció el micrófono a Moncayo y éste aprovechó para denunciar que el presidente había frustrado varios intentos de negociación, incluyendo la realización de un "autoatentado en la Universidad Militar cuando todo estaba listo para llegar a un acuerdo".

Ataviado con una camiseta blanca estampada con la foto de su hijo, el llamado "caminante por la libertad" tomó en sus manos unas cadenas que ha llevado en su cuello desde que salió de Sandoná, en el sur del país, y le dijo a Uribe que las portaba para expresar su rechazo a la decisión del mandatario de rescatar por la fuerza a las personas que están en poder de las FARC. "Estas cadenas son contra usted... usted no es el dueño de la vida de mi hijo", le reprochó.

El profesor Moncayo, quien congregó multitudes a su paso por ocho departamentos, acusó al presidente de estar empeñado en cobrar una venganza personal contra las FARC, a quienes se señala como autoras de la muerte del padre del mandatario, en los años 80. Esta acusación del profesor fue rechazada con vehemencia por el jefe de Estado.

El corresponsal de La Jornada visitó la carpa blanca donde se refugian el profesor Moncayo y su familia, y allí entrevistó a la esposa del educador, Maria Stella Cabrera quien, dijo, entre lágrimas y sollozos, que está cansada de tantos pronunciamientos oficiales de las partes. "Discursos van, discursos vienen, pero nosotros seguimos en las mismas, sin una luz de esperanza para volver a encontrarnos con nuestros seres queridos".

En la Plaza de Bolívar se han concentrado, además de los Moncayo, familiares de otras personas que aparecen en la lista de canjeables de las FARC, así como centenares de ciudadanos que desfilan frente al improvisado refugio para expresar su solidaridad.

Un férreo cordón policial rodea este céntrico escenario de la capital colombiana que -según analistas- se constituirá en el principal foco de la atención nacional, ya que los familiares de los secuestrados reiteraron que no se moverán del lugar hasta lograr el intercambio humanitario.

En las profundidades de la selva colombiana se encuentran 45 personas cautivas que llevan entre cuatro y 10 años en poder de las FARC. La mayoría de ellas son oficiales del ejército y la policía. También figuran parlamentarios, ex gobernadores y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, así como tres estadunidenses contratistas del Pentágono que realizaban labores de espionaje cuando el avión que tripulaban cayó a tierra en una zona de presencia insurgente.

Hace dos meses, 11 diputados que estaban en cautiverio murieron durante un episodio que está por esclarecerse. Según el gobierno fueron asesinados por sus captores, pero las FARC aseguran que perdieron la vida en el fuego cruzado que se generó durante una operación de rescate.

Las FARC exigen la liberación de todos sus guerrilleros presos, incluidos Simón Trinidad y Sonia, a cambio de la devolución de los secuestrados, para lo cual han reclamado que el ejército se retire durante 45 días de una amplia zona ubicada al sur occidente del país, en los municipios de Pradera y Florida.

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