domingo, septiembre 23, 2007

Buenos días nos dé Dios

Javier Ortiz
javierortiz.net

El Estado español no se proclama laico, pero sí aconfesional. Es lo que viene a deducirse del artículo 16 de la Constitución, que es, por cierto, uno de los más confusos de ese texto legal, ya de por sí proclive a lo confuso. (Dice: «Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española». ¿Y de dónde se sacaron los constituyentes que la sociedad española, en tanto que tal, tiene creencias religiosas? ¿Y a qué obliga, en concreto, «tener en cuenta»? ¿No es tan posible tener en cuenta para bien como para mal? Etcétera.)

El Estado español pretende que es aconfesional, digo.

Madrugador impenitente (y la broma del adjetivo no es broma, en este caso), muchas mañanas, poco antes de que den las 6, me toca oír en Radio Nacional de España, que no escuchar, un miniespacio que se autotitula «Buenos días nos dé Dios», en el que algún señor, por lo común sacerdote, siempre católico, se echa una parrafada proselitista digna de cualquier púlpito. ¿A cuento de qué? ¿Por qué, si el Estado se define como aconfesional, la audiencia de la radio de titularidad pública, a la que no hay por qué atribuir de antemano ninguna creencia religiosa, debe ser sometida (y además en ayunas) a ese intento sistemático de adoctrinamiento? No veo que haya nada que lo justifique pero, de haberlo, debería aplicarse por igual a las diversas confesiones religiosas y, ya de paso, también al gremio de los agnósticos y ateos, a los que podrían asignarnos el espacio «Buenos días no dé la vida… y no Dios, que no existe».

La explicación de tan irritante costumbre, sin correspondencia en «los países de nuestro entorno» (que es como nuestros gobernantes llaman a la Europa rica, olvidándose de que Marruecos, Argelia y Túnez también están en nuestro entorno), hay que buscarla en algo tan simple como que siempre ha sido así. La Radio Nacional de España actual lo heredó de la Radio Nacional de España franquista, y ninguno de sus directivos, desde 1977 hasta hoy, ha tenido la sensatez y el espíritu libre necesarios para quitar de su programación diaria el absurdo sermón sectario.

Habrá a quien le parezca que la reflexión está traída por los pelos, pero a mí esto del «Buenos días nos dé Dios» me parece un excelente reflejo de cómo fue la tan alabada Transición de la dictadura del 36-76 al régimen parlamentario actual. A falta de ruptura, hubo montones y montones de hábitos y costumbres del franquismo que se mantuvieron en la España subsiguiente. O sea, en ésta.

Y ahí siguen.

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