lunes, octubre 15, 2007

Exclusión social, peligrosa amenaza

Carlos Fernández-Vega

América Latina se mantiene como la región más desigual y excluyente del planeta, y todo indica que los gobiernos de la zona no están precisamente interesados en superar esta vergonzosa asignatura pendiente. Lejos de ellos, pasan los años, transcurren las décadas y la situación empeora, con lo que el riesgo para la democracia está latente.

El Banco Interamericano de Desarrollo divulgó su Informe 2008 ¿Los de afuera?; patrones cambiantes de exclusión en América Latina y el Caribe, un análisis que compendia tal circunstancia regional y advierte sobre las graves consecuencias a corto plazo si es que esos gobiernos se mantienen ciegos y sordos ante un delicado problema que todos, menos ellos, registran y la mayoría latinoamericana padece.

Destaca el organismo que la exclusión social es la amenaza más peligrosa que enfrenta la democracia en América Latina y el Caribe. “En nuestra región la democracia es resultado de una valerosa lucha social que comprometió a la mayoría de la población bajo el estandarte de crear sociedades más modernas, más prósperas y más justas. De hecho, en los últimos 25 años ha habido significativos avances hacia la democratización de nuestros sistemas políticos, el control de una inflación endémica y la integración de nuestras economías en el mercado mundial. El progreso no se ha limitado a la política y la economía: la esperanza de vida, la nutrición, la escolaridad y muchos otros indicadores de bienestar han mejorado y continúan haciéndolo. Sin embargo, la pobreza, la desigualdad y la falta de buenos empleos y oportunidades para facilitar la movilidad social de la mayoría representan áreas en las cuales aún queda mucho por hacer, y en las cuales más que nunca las sociedades de América Latina y el Caribe exigen resultados”.

No es el único, pero el mercado de trabajo es uno de los ámbitos sociales donde las fuerzas modernas de exclusión (en gran medida de origen económico y social) han ampliado, tanto en magnitud como en alcance, el impacto de la exclusión social. El desempleo creciente, los niveles mediocres de crecimiento y una demanda cada vez mayor de educación aumentaron la proporción de empleos con bajos salarios en la región en los últimos 15 años.

Para una porción cada vez mayor de la población, en los últimos 15 años el mercado laboral no ha sido vehículo de integración social, sino fuente de exclusión social. El mercado laboral no sólo ha sido una caja de resonancia en la que la discriminación y la desigualdad en la adquisición de capital humano se han traducido en niveles diferenciales de beneficios, sino que además ha excluido a los trabajadores del empleo y de puestos de trabajo bien pagos. Debido a que el seguro médico y la protección social están ligados al empleo formal, el fuerte aumento del desempleo y la explosión de los puestos de trabajo de baja remuneración constituyen la principal fuente de exclusión para la población de la región, una exclusión que afecta a grupos que normalmente se consideran protegidos por las leyes laborales (varones, jóvenes adultos, trabajadores calificados).

Las deficiencias de los mercados laborales tienen su origen en diversos factores que han influido sobre el patrón y el ritmo del crecimiento de la región. El aumento del desempleo, el pobre crecimiento económico y una mayor demanda de educación, como resultado del aumento de las importaciones de bienes de capital y de tecnología, han contribuido a engrosar la participación del empleo de baja remuneración durante los últimos 15 años. En comparación, los efectos de la estructura cambiante del empleo y la mayor participación de la mujer en la fuerza laboral han sido leves y, en algunos casos, como sucede con la participación cada vez menor de la agricultura en el empleo total, han provocado una disminución del empleo de baja remuneración.

La dinámica del empleo de baja remuneración acompaña la dinámica de la pobreza y la exclusión, lo que trae aparejada una serie de consecuencias para la política económica y social de la región. En primer lugar, implica que la evolución del mercado laboral y, en particular, la del mercado del empleo de baja remuneración, es en gran medida un factor determinante de la evolución de la pobreza. En segundo, que el empleo no es suficiente para escapar de la pobreza: muchos empleos no ofrecen un salario digno para rescatar a una familia estándar de dicha situación.

Ello significa que otras políticas tendrán que suplir esas falencias. En ese sentido deben considerarse dos grupos de políticas. El primero se ocupa de generar mejores salarios. La instrumentación de mejores políticas educativas para los niños en edad escolar y el acceso a educación para adultos, que ya no están en edad escolar, son parte importante del paquete. En cuanto a las políticas de capacitación, si bien pueden generar algunos beneficios en términos salariales, son comparativamente mucho menos eficaces, y a menudo terminan por beneficiar únicamente a quienes tienen comparativamente una mejor educación. Por el lado de la demanda, las políticas para promover el crecimiento de las actividades bien remuneradas y el aumento del salario mínimo tienen cierto efecto positivo; sin embargo, esas mismas políticas también pueden conducir al desempleo, otra forma de exclusión del mercado laboral.

El segundo grupo de políticas se ocupa de las transferencias del gobierno y otros programas públicos dirigidos a aumentar los ingresos no laborales de las familias pobres, instrumentos cuya importancia y visibilidad están creciendo vertiginosamente en la región. Estas políticas son herramientas clave para aliviar las grandes privaciones materiales que sufren las familias, y pueden resultar muy eficaces a la hora de aumentar los ingresos y promover el consumo de servicios que fortalezcan el capital humano (en particular, salud y educación).

Las rebanadas del pastel

Que no se esfuercen los panistas veracruzanos: el primero en tumbar la imagen de Fox ha sido, es, junto con Martita, el propio Fox.

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