sábado, octubre 06, 2007

¡Llamado urgente a la clase trabajadora por la revolución de las 6 horas!

Jon Juanma Illescas Martínez
Rebelión

Sin duda que una de las reformas más revolucionarias propuestas por el presidente Hugo Chávez sobre la Constitución Bolivariana de 1999 es la referente a reducir la jornada laboral de 8 a 6 horas. Una reforma revolucionaria que afecta directamente a la clase trabajadora y que de aprobarse, elevaría su nivel y calidad de vida.

Realmente la historia viene de muy lejos. Ya fue a principios del siglo XVI cuando Tomás Moro (Thomas Moore) habló de las 6 horas de jornada laboral en el diseño de su sociedad perfecta, la Isla de Utopía. El gran pensador y político inglés, ya entonces veía posible con el nivel de tecnología de su época trabajar esas horas, a condición de que todos los ciudadanos utopienses lo hicieran por igual. Moro sabía de lo que hablaba, sabía dónde estaban los límites de lo posible materialmente y dónde los límites que establecían la voluntad de los hombres. Fue canciller de Inglaterra durante el reinado de Enrique VIII (el mismo que luego lo mandó matar) y uno de los hombres más eruditos de su tiempo, amigo entre otros del también humanista Erasmo de Róterdam.

Poco a poco, con la llegada de la industrialización, ante las reivindicaciones (y los heroicos sacrificios) del movimiento obrero mundial, los diferentes gobiernos burgueses del mundo se vieron en la obligación de regular por ley la jornada laboral de 8 horas para que la situación no se les fuera más de las manos. Anteriormente cabe recordar que se trabajaba entre 12 y 14 diarias.

El camino hasta la consecución de la jornada actual fue extremadamente arduo, lento y costoso. Simplemente cabe recordar la impresionante huelga que los trabajadores estadounidenses hicieron el 1 de Mayo de 1886 en Chicago. Fue allí donde una serie de luchadores sindicales fueron posteriormente ajusticiados por luchar a favor de la jornada de 8 horas (motivo por el cual en algunos países se celebra en esa fecha el Día del Trabajo). Finalmente, esta jornada fue aprobada en la mayoría de países europeos en 1919, después de numerosas luchas sindicales. Otra razón para su legislación resultó, el miedo que la burguesía tenía por la simpatía creciente con la que los trabajadores europeos veían la Revolución Bolchevique, por las avanzadas reformas laborales que estaba aprobando en territorio soviético. En el continente americano, señalaremos que también se consiguió este mismo año en Perú tras durísimas luchas protagonizadas por su clase obrera. Mientras tanto, en otros países como Estados Unidos y Argentina se demoró más al instalarse en 1935 y 1929 respectivamente. En todo caso estamos hablando de hace más de 80 años, o sea casi un siglo, que fue aprobada la jornada laboral que hoy nos rige (otra cosa es comprobar si nuestros “queridos” patronos la cumplen o no).

Pero... ¿cómo es posible que hayan pasado más de 80 años y sigamos trabajando en la mayoría de los países lo mismo que nuestros bisabuelos?, ¿es que no ha avanzado la técnica y la tecnología suficiente en este tiempo?...

La respuesta es sencilla. A pesar de que la productividad ha subido como la espuma gracias a los adelantos tecnológicos en las fábricas, la informática, la computerización y la robotización; la realidad es que los empresarios han aprovechado esta mayor productividad para ganar más dinero. Para enriquecerse a costa del obrero, que como cabe subrayar no es propietario ni de los medios de producción y por consiguiente tampoco de sus avances tecnológicos, ni de los bienes producidos con su esfuerzo, hasta que los compra a los propios capitalistas en su famoso “libre mercado” (que de libre sólo tiene el nombre) . O sea, los empresarios tienen más margen de beneficio porque cada día la productividad es superior cuanto más crece la tecnología, mientras los trabajadores laboran el mismo tiempo que hace casi un siglo.

Por su parte, los trabajadores pierden parte de esa riqueza que se divide siempre entre las dos principales clases antagónicas: entre capitalistas (dueños de los medios de producción) y obreros (esclavos contemporáneos que deben vender su mano de obra a los otros si quieren subsistir porque no son dueños de nada material excepto, a veces, de su cuerpo). Porque cabe recordar una verdad de Perogrullo: cuando los capitalistas ganan riqueza, los trabajadores la pierden. Pongamos un ejemplo muy sencillo. Si en una fiesta de cumpleaños tenemos diez niños, y uno se come casi toda la tarta, es muy posible que los otros nueve se queden con hambre (además de si no son tontos, con un considerable cabreo). Esto es muy sencillo de entender, ya que la riqueza nueva que consiguen los capitalistas (en forma de más dinero y por tanto mayor capacidad para apropiase de los bienes producidos por la Naturaleza y los obreros) sale del planeta Tierra, la casa en donde vivimos todos (la tarta). Entonces, si ellos ganan más dinero y por tanto más poder para comprar bienes del Planeta, el trabajador pierde poder adquisitivo para comprar estos mismos productos que le son necesarios. Al haber mayor masa de dinero en manos de los capitalistas, y por tanto en el mercado, éstos hacen subir artificialmente los precios de los bienes. Como colofón, el trabajador no sólo pierde poder adquisitivo, sino que trabaja lo mismo que sus antepasados. Y no esta mal recordarlo, además gracias al modelo desarrollista anti-ecológico y genocida propio del capitalismo, el mismo obrero respira un aire en la ciudad mucho más contaminado que antaño, que según las últimas investigaciones le restará 2 años de vida1 .

Hablemos ahora de cómo afecta la duración de la jornada laboral en el tiempo vital de un trabajador. Hagamos unas cuentas rápidas. El día se divide en 24 horas, el tiempo necesario para dormir según la Organización Mundial de la Salud es de 8, por tanto nos quedan 16 horas. De éstas, calculemos que consumimos 3 al día para alimentarnos, mantener la higiene corporal y demás actividades orgánicas irrenunciables. Bien, ya nos quedan 13 horas, de las cuales 8 estamos trabajando para que un holgazán llamado capitalista que no pega ni golpe, se lleve la mayor parte de la riqueza generada por nuestro trabajo. Así las cosas, nos quedan 5 horas de vida. Pero aquí no acaba el saqueo, porque el trabajador debe desplazarse al lugar de trabajo que no suele estar enfrente de su casa. Supongamos, y que me disculpen los caraqueños,, que ese tiempo es de 1 hora. ¡Estupendo!, entonces nos quedan 4 horas al día para todas aquellas actividades que nos hacen humanos, léase estar con la familia y los amigos, relacionarnos con nuestra comunidad, cultivarnos intelectualmente, hacer deporte, ver una buena película, disfrutar de la música, hacer el amor, etc. Calculando que se tengan de media unos 10 años de jubilación pagados antes de la cita ineludible con el más allá, y basándonos en la actual jornada de trabajo de 8 horas, si el amigo lector tiene 30 años vivirá unos 16 años más a partir de hoy. Si tiene sobre 40 años, vivirán unos 14. Mientras que si tiene 50 vivirá casi 12 más solamente. Entendiendo “vivir” como el tiempo que tenemos disponible para elegir libremente lo que hacer con él.

En cambio, en caso de aprobarse la reforma de las 6 horas, la Revolución Socialista Bolivariana con la nueva jornada laboral les estaría dando a la personas de 30 años, casi 3 años más de vida; a las de 40, 2 años y medio más y a las de 50, casi 2 años. Esta sería la diferencia entre si siguen las ocho horas de trabajo o si se aprueba la reforma de las seis horas. Vaya, qué duda cabe que si yo pudiera votar en un referéndum sobre si vivir o no 3 años más de vida, iría a votar sin pensarlo dos veces, por el sí. De hecho, convencería al máximo número de personas para que entraran en razón y votarán lo mismo, porque me iría mi propia vida en ello, la de mi familia y la de todos mis semejantes. Seguro que por decir esto más de uno me llamará populista, pero si decir la verdad es ser populista, llámenme pues. Aunque he de decir que yo siempre he creído que era marxista y socialista (que no es lo mismo).

En otro orden de cosas, cabría destacar que esta reforma permitiría a las clases populares tener más tiempo para acceder a un mayor nivel cultural, a una mayor libertad. Podrían estar más tiempo con sus hijos dándoles una mejor y más cálida educación. Otra aspecto importante, sería que la reducción de la jornada aumentaría la necesidad de contratación de más trabajadores, ayudando a bajar el paro y la marginalidad con él relacionada. En fin, consecuencias evidentes que hay que recordar pacientemente para tener bien presentes y no perder de vista ante tanto debate artificial generado por los ataques que los capitalistas ejercen mediante su brazo político conformado por: la derecha y la izquierda burguesa, los medios de desinformación masivos y las ONG-PSI (Organizaciones No Gubernamentales-Pero Sí Imperialistas).

El pueblo, no puede ni debe dejar que los oligarcas lo confundan. Ahora ponen el grito en el cielo sobre que esta reforma traerá una crisis económica, sobre que ahogará el margen de beneficios del empresario (risas), etcétera, etcétera... ¡Por favor!, ¡qué ridículos y mentirosos! Ya en el siglo XIX con la reducción de la jornada laboral a 12 y 10 horas para mujeres y niños, los empresarios decían lo mismo; que no la podrían hacer frente porque ello provocaría una crisis y tendrían que cerrar las fábricas. ¡Y desde aquellas fechas hasta aquí, gracias a la propiedad que tienen sobre los medios de producción y la tecnología, los capitalistas no han hecho sino aumentar su riqueza respecto a la clase trabajadora, hasta llegar al día de hoy dónde el 1% más rico tiene el 40% de los activos mundiales, mientras que la mitad del mundo más pobre, la mitad de la humanidad repito, sólo posee el 1% 2 ! Por todo ello, ya está bien de sucias mentiras. La jornada revolucionaria de 6 horas es necesaria para aumentar el nivel material y espiritual de la clase trabajadora. En definitiva, para hacer a las personas más humanas.

El pueblo debe pelear y trabajar por ella, por su aprobación en el referéndum y por la no modificación de la propuesta presidencial en la Asamblea Nacional. Gracias al hecho de que en la actualidad en Venezuela existe un gobierno revolucionario, el avance laboral se presenta de un modo menos traumático que en el siglo XIX y la oportunidad para la clase obrera es impostergable. Tanta sangre que se tuvo que verter para conseguir las ocho horas y ahora tenemos la oportunidad de conseguir la de seis sin tanto sacrificio. Sería absolutamente imperdonable dejar pasar esta oportunidad. Además, los socialistas y los trabajadores de todo el mundo debemos luchar por esta jornada allende los mares. Seguir el ejemplo revolucionario de Venezuela, e ir arrinconando poco a poco al Capital Internacional, sin olvidar que la reducción de la jornada por si misma no nos permitirá alcanzar el socialismo. Para poder lograrlo, irremediablemente, y más pronto que tarde, se deberá nacionalizar bajo el control democrático del pueblo los principales medios de producción y la banca. Medios y banca en manos privadas, fruto de la usurpación histórica de la riqueza material por unos pocos individuos al conjunto de la humanidad, legitimada generación tras generación por el derecho de herencia. Como Marx nos defendía en el Manifiesto Comunista ante los ataques de la prensa burguesa (ayer como hoy), hay que recordar que los socialistas y los comunistas no estamos en contra de la propiedad. Sí estamos en cambio, a favor de que todas las personas puedan ser propietarias de los bienes realizados y/o conseguidos con su trabajo y esfuerzo, de modo honesto, sin explotar a nadie. A su vez, estamos en contra de los heredados mediante el abuso y la explotación. Al igual que hace tiempo, con las revoluciones burguesas y populares (en algunos lugares) se acabó con el poder político heredado (la Monarquía y el Feudalismo), cosa que a una gran parte de la humanidad actualmente le parece de lo más lógico, ahora se debe acabar con el poder económico heredado (Capitalismo). Sólo entonces el ser humano comenzará a recorrer con garantías el camino hacia su libertad. Comencemos ahora con buen paso, con la jornada de seis horas.

* Jon Juanma es el seudónimo artístico/revolucionario de Jon E. Illescas Martínez, licenciado en Bellas Artes, artista plástico, analista político y teórico del arte socialista.

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