miércoles, noviembre 28, 2007

Susanita

Entrevistada en una radiodifusora local, la diputada panista Susana Saldaña contó su versión de los hechos, en los que su empleada doméstica había sido violada en su domicilio, de la diputada, por un par de maleantes, hombre y mujer, que además profirieron amenazas contra la casi anónima diputada.

Dijo Susana que los asaltantes habían entrado a su casa sin violar la puerta, ni la exterior del patio ni la que da acceso al interior de su domicilio. Dijo además que, una vez adentro le dijeron a su empleada doméstica que a su vez le pidiera a la diputada que bajara, entendiendo que la casa asaltada es de dos plantas. Los conductores de la entrevista en la que la diputada contaba su versión perdieron la oportunidad de hacerle las siguientes preguntas

¿Cómo explica que los asaltantes no hayan utilizado violencia alguna para atravesar las dos puertas?

¿Dónde hay esos asaltantes que, en lugar de subir por la diputada le solicitan atentamente a la empleada doméstica que por favor baje, por que la están esperando para agredirla?

Continúa la diputada con su relación de hechos: dice que en vista de que la doméstica les dijo a los señores delincuentes que la diputada no se encontraba en esos momentos, entonces pidieron “el maletín negro” de la diputada, que revolotearon su casa en pos del dichoso maletín y, como no lo encontraron, empezaron a agredir físicamente a la empleada, llegando incluso a la violación sexual consumada. Mientras tanto lanzaban amenazas contra la heroína en ciernes: “dile a la diputada que si le interesan las personas por las que lucha, que le baje” (la cita es tan textual como el teflón lo permite).

¡Los maleantes actuando en el spot promocional de la diputada! ¿si le interesan las personas por las que lucha? ¡Vaya léxico de los maleantes!

Entonces advierte la diputada que continuará luchando por las mujeres aun a costa de su propia vida. Tamaña dosis de ternura solo es concebible en Susanita (la amiguita de Mafalda, no la diputada).

Como cualquier observador medianamente avezado podrá notar, la versión de la diputada no pasa ninguna aduana en el Ministerio Publico. Pero gracias a ese incidente, de trágica comicidad, todo Hermosillo y medio Sonora se enteró de la existencia de una diputada, de nombre Susana Saldaña, que además está dispuesta a entregar su vida por las demás mujeres. Esperemos que no sea necesario.

Entre las muchas dudas que arroja el sospechoso incidente, que le ha reportado pingües ganancias publicitarias a Susana, surge también una certeza: Manuel Espino ya está en Hermosillo, y sus huellas dactilares saltan a la vista en esta burda fabricación.

Hoy nos enteramos que la empleada doméstica confesó que todo fue mentira, que no hubo violación, ni asalto, ni amenazas, ni nada; que ella misma hizo todo, incluidas las quemaduras de cigarro en las piernas. Pero no atina a decir el móvil de su invención. Hay que preguntarle a Espino, o a David Figueroa, que también sabe de esas cosas.

Martín Vélez

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