miércoles, noviembre 28, 2007

Voces (nada) inocentes

Julio Hernández López

Los diputados enmudecen (al grado de suspender su sesión de trabajo, aunque oficialmente fue por el desagradable olor producido por un líquido puesto a las alfombras) porque a su protegida burbuja ha llegado de manera extraña una muestra selectiva y sombría de lo que los ciudadanos de a pie sufren cotidianamente. Cuando menos cinco legisladores panistas (tres varones y dos mujeres, una de ellas integrante de la comisión legislativa que investiga las andanzas de Vicente Fox y compañía) recibieron en sus curules llamadas telefónicas a aparatos móviles, o celulares, para informarles de presuntos secuestros de sus familiares más la exigencia de pronto rescate para que fueran liberados.

Preocupante resulta que los dardos delictivos hubiesen atinado sólo a un segmento específico del abanico partidista de San Lázaro, a los panistas (aunque el lunes anterior le había tocado a un priísta), y el hecho de que los autores de las llamadas describieran la ropa y los movimientos que realizaban los diputados en jaque virtual, con lo que esos secuestradores virtuales dejaban el doble mensaje de que actúan dentro del recinto legislativo y que tienen cuando menos un dominio visual sobre sus objetivos. Las extrañas llamadas se produjeron el mismo día en que al edificio de los legisladores llegó la carga de documentos oficiales solicitados por la comisión de diputados que indaga presuntos actos de corrupción del anterior presidente de la República, pues la otrora esquiva y encubridora Secretaría de la Función Pública ahora parece muy dispuesta a colaborar en las investigaciones del Congreso, que podrían servir para que Felipe Calderón se atreva a intentar alguna acción contra su imparable antecesor. El mismo Fox había hecho saber días atrás, mediante carta, a los panistas en general, con cargos y sin ellos, su demanda de auxilio para enfrentar las citadas investigaciones de corrupción.

Otras llamadas telefónicas eran ayer mismo parcialmente secuestradas, aunque éstas por provisional decisión judicial. Resulta que a juicio de buena parte de los ministros integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no hay nada que investigar respecto a pederastia a partir de las grabaciones de llamadas entre el gobernador Mario Marín y el empresario Kamel Nacif. El ministro Salvador Aguirre Anguiano combatió con alto espíritu de porrismo con toga las referencias a abusos sexuales contra niños y torpedeó sistemáticamente el dictamen realizado por la comisión investigadora de la propia Corte, que suscribió el ministro Juan N. Silva Meza y en el que se establece que el góber precioso es responsable de violar los derechos de la periodista Lydia Cacho. El ministro Aguirre fue regidor en Guadalajara, candidato a diputado federal por el PAN y está relacionado con el Opus Dei. Al igual que Calderón en el plano ejecutivo, el segmento conservador de la Corte confirmó que tiene complicidades con el mandatario poblano.

En otra historia de jueces y llamadas del más allá (es decir, telecomunicaciones), el juez segundo penal de Coahuila, Hiradier Huerta Rodríguez, con asiento en Monclova, anunció el pasado día 7 que había denunciado ante el Vaticano al obispo de Saltillo, Raúl Vera López, porque éste habría incurrido en “abuso de potestad eclesiástica” al criticar y descalificar el fallo que emitiría el citado juez en relación con los militares acusados de violar a meseras, bailarinas y sexoservidoras de la zona de tolerancia de Castaños, el año pasado (fallo, por cierto, a fe de este comendador astillado, que ha sido ampliamente criticado y descalificado).

Según la normatividad invocada por el juez, el obispo Vera podría recibir diversas formas de castigo, entre ellas la de “privación del oficio”. El licenciado Huerta no usó medios de telecomunicación, sino personalmente consignó al Tribunal Supremo de la Asignatura Apostólica, en Roma, el señalamiento de que el obispo Vera había dicho, en víspera de que él emitiera su sentencia: “a ver con qué nos sale el juez el día de hoy. Los militares violaron reglas al desarmar a los policías, al violar a las sexoservidoras y al mentir sobre este caso. A ver con qué nos sale el juez. Esperamos que no salga con una tontería o con una sentencia rabona, pues si es así quiere decir que ese juez no sirve para nada”, y que le había llamado “rufián”. Lo malo es que, efectivamente, el juez salió con una sentencia de justicia a medias, de complicidades encubiertas, de protección a algunos militares y castigo menor a otros. Es decir (¡gulp!, ¿don Hiradier denunciará a este tecleador ante el Santo Tribunal de las Astillas?), una sentencia rufianesca. Pero, de lo que se trata, y sobre lo que se escribirá más delante, es de presionar y atacar a un obispo que ha levantado la voz en defensa de los pobres y los desvalidos en casos como Pasta de Conchos y Castaños. ¡Piiiiii! Tiempo terminado. Para continuar, deposite sin colgar otra columna.

Astillas

Desde 2000, cada 23 de noviembre se congregan en el panteón de Dolores Hidalgo los miembros del Club de Amigos de José Alfredo (CAJA), formado mayoritariamente por perredistas de la corriente Nueva Izquierda, con el senador guanajuatense Carlos Navarrete como principal promotor. En esta ocasión, según nota de Pablo César Carrillo, publicada en Excélsior, se incorporó como nuevo socio musical el gobernador electo de Michoacán, Leonel Godoy. La afinidad melódica de un segmento bravío de Los Chuchos con Godoy –recientemente reincorporado a la plantilla de los Estudios Cárdenas, como segunda voz– muestra que poco a poco se va integrando la Orquesta Sinfónica Calderón… Y, mientras el escritor sinaloense Elmer Mendoza ha ganado el Tercer Premio Tusquets Editores de Novela con Quién quiere vivir para siempre (Mendoza escribe chido, rudo y raudo; lenguaje de la realidad que se vive en el narcomundo del norte mexicano), ¡hasta mañana, con Chente Fox extendiendo la propaganda negra mexicana al subcontinente al decir que Hugo Chávez es un peligro… para las Américas, y que tarde o temprano el pueblo venezolano le retirará su respaldo. No, pos sí!

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