miércoles, diciembre 26, 2007

Malos augurios

María Teresa Jardí

Los embusteros son la causa de todos los delitos que se cometen en el mundo. Epicteto

Cuando el asesinato se convierte en muerte natural los sicarios no descansan ni el día de Navidad y aquí, en Acapulco, cuatro fueron los ejecutados, mientras el resto celebramos, cada cual a su manera, el nacimiento de Cristo enviado a salvar a la humanidad o por elección propia decidido a salvarla.
Me preguntaba esa noche mi hijo si realmente creía o si a veces dudaba o sí era agnóstica, y le respondía con toda sinceridad que no sabía qué contestar a esa pregunta difícil de responder, sinceramente, convencida estoy, en general por todas las personas.

Y le contaba que hablando de lo mismo con mis amigas misioneras franciscanas, una de ellas me decía que mis dudas se debían a que buscaba al dios que adoran en las iglesias los jerarcas, que es el que sólo come en la mesa del patrón y no al que, expulsado de los templos, malcome en la mesa del obrero, del indígena, del campesino o no come y sufre con los torturados, con los niños abandonados y con los que mueren de hambre mientras otros derrochan, en fin, con el que al lado de los pobres ejerce el oficio de carpintero, de albañil o de leñador.
Y al abrir mi correo hoy martes 25, encuentro el siguiente mensaje, que me apresuro a compartir con ustedes, un día después de recibido, a pesar de que se refiere a la noche anterior cuando se celebra o se tendría que celebrar la buena nueva, del nacimiento de quien 33 años más tarde, se convertiría en Jesucristo, señalado por la Estrella que desde Belem guiara a pastores y a reyes para que pudieran postrarse ante quien es o se soñó ser el Salvador de una humanidad que quién sabe si tenga remedio o, peor aún, si logre entenderlo.
El mensaje es de monseñor Arnulfo Romero, sacerdote católico, asesinado por grupos paramilitares en El Salvador y fue enviado desde Venezuela.
"Esta noche no busquemos a Cristo entre las opulencias del mundo, entre las idolatrías de la riqueza, entre los afanes del poder, entre las intrigas de los grandes. Allí no está Dios. Es la hora de mirar hoy al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres, hay que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer, entre los pobrecitos vendedores de periódicos, que dormirán arropados de diarios allá en los portales, entre el pobrecito lustrador que tal vez no se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá,o en el joven campesino, obrero, el que no tiene trabajo, el que sufre la enfermedad en esta noche. No todo es alegría, hay mucho sufrimiento, hay muchos hogares destrozados, hay mucho dolor, hay mucha pobreza. Hermanos, todo esto no lo miremos con demagogia. El Dios de los pobres ha asumido todo esto y le está enseñando al dolor humano el valor redentor, el valor que tiene para redimir al mundo, la pobreza, el sufrimiento".
Y pienso que es lo mismo que me decían mis amigas misioneras franciscanas y que sí, que ahí es el lugar donde hay que buscar al Dios que mueve a creer.
Pero igual sigo convencida de que si no somos los hombres y las mujeres los que, rompiendo el hábito creado de no pensar por nosotros mismos, entre otras cosas, por la telebasura, como parte fundamental del sistema impuesto, no hay salvación posible para la humanidad en general ni nada que evite el terrible futuro que los mexicanos vamos a enfrentar a partir de enero de 2008.
Lo que viene es una crónica anunciada.
Treinta años después, los mexicanos hemos sido condenados a vivir las dictaduras del Cono Sur. Las reformas penas que los legisladores nos van a imponer son infames, como lo es la legalización del fraude y el que la Corte admita que los pederastas pueden gobernar impunemente en este país.
No podrían ensombrecer el cielo de México peores augurios.

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