jueves, diciembre 13, 2007

PeFeliPe

Julio Hernández López

El agente 0.56% ataca de nuevo: infiltrado en el bajo mundo de las carreteras de cuota, donde las bandas –oficiales y concesionadas– roban y roban, el licenciado KLDRN –nombre en clabe, término éste, con b de burro, usado por los bancos para sus transacciones electrónicas– volvió a despistar al enemigo, al dejar a un lado sus ya famosas indumentarias de corte militar para montarse oscura chamarra de la Policía Federal Preventiva (PFP) que, para desgracia de caricaturistas y criticones, no le quedó exageradamente grande. La conversión de una función pública rectora (haiga llegado como haiga llegado el perchero michoacano a ella) en divertimento policial en busca de siquiatra se produjo en tiempos tempestuosos, como una especie de confirmación textil de crecientes apetitos expresa y orgullosamente autoritarios (Fox no podía, ni puede, controlar su lengua delatora; F.C. no puede dejar de modelar trajes que revelan sadomasoquismo político).

El Primer Pefepo del País reivindicó las glorias cosechadas por la corporación militarizada en San Salvador Atenco y Oaxaca –sólo por dar dos botones sangrientos de muestra– justamente cuando en el Congreso federal se debate la iniciativa envenenada de reformas judiciales con que el régimen calderonista pretende tener manos libres para convertir a México en una potencial cárcel gigante para todos (acotación necesaria: no para todos; para la elite cómplice, desde luego que no), en la que las protestas y las movilizaciones, derivables de las peores condiciones económicas y sociales que vendrán con el año en puerta, puedan ser reprimidas con la modificada ley en la mano (bueno, en la mochila de faena, pues las manos estarán ocupadas con metralletas, rifles, pistolas, lanzagranadas, toletes y otros instrumentos similares de diálogo democrático y gestoría política). No es poca cosa que el ocupante formal de Los Pinos se vista de PFP, porque eso confirmará a muchos de esos policías que ellos también son presidentes, ilegítimos pero con chamarra, en la nueva República del Tolete, el Allanamiento y la Intercepción Telefónica (por cierto, y antes de que ello constituya indicio suficiente para detenciones o persecuciones, esta columna histórica recuerda lo que en su momento escribió un oaxaqueño llamado Benito Juárez: “tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder, y no de trajes ni aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro”).

La Policía Federal Legislativa no hallaba, por su parte, a cuáles de los nuevos elementos de leva (para el batallón IFE) habría de encajarle chaquetones de presuntas alburas y brillos. Los comandantes del ejército tripartito de San Lázaro estaban anoche –cuando fue redactado el presente reporte de comisaría– empeñados en impedir que personajes de máximo renombre y capacidad fuesen considerados para ocupar las plazas de los agentes Ugalde y otros dos que con él pasan a retiro forzado. Deseosos de privilegiar disciplina, maniobrabilidad y condición precaria, los comanches del cuartel de diputados barajaban nombres de reclutas sustitutos con hojas de servicio medianas y deslizaban que los despedidos de esta primera tanda podrían ser un empanizado compañero de fiestas nocturnas del pasado calderónico y una priísta especializada en cabildeos empresariales. El regateo era ayer fuerte entre los gerentes de las tres principales franquicias partidistas, que trataban de colar a sus favoritos y objetar a los adversos, creando así una insustancial apariencia de tensiones y suspenso, como si de verdad el proceso de renovación parcial y pervertida del IFE fuese a garantizar en 2009 y, sobre todo, en 2012, un marco de confianza ciudadana en los comicios.

El tema de fondo, más allá de las piruetas relacionadas con el que podría estar siendo rebautizado en estas horas como Instituto del Fraude Electoral, es la reforma judicial. El licenciado Calderón ha sido advertido (a este columnero no le consta que el texto original haya sido en inglés, ni que haya venido del norte) de que los problemas nacionales acumulados, más los provenientes de los desajustes de la economía gringa, y la entrada en vigor del gasolinazo y otros ingredientes socialmente explosivos, han creado un escenario de previsibles protestas públicas y resistencias civiles que deben ser enfrentadas con rigor gubernamental para evitar que el de por sí endeble tejido de la figura formalmente presidencial pueda ceder, romperse o dañarse de manera irreversible. El Fiscal General de la República ya ha militarizado el país, con el pretexto del combate (ja, ja) al narcotráfico, y ha abatido los niveles de condescendencia de la opinión pública respecto a violaciones de derechos humanos y abusos de corporaciones gubernamentales. Ahora podría instaurar abiertamente un estado policial, gracias a los arreglos que ayer estaban en ruta de cierre en San Lázaro –y que serían convalidados por la izquierda mercantil del PRD, que a cambio de migajas electorales, como los relevos de tres consejeros del IFE y la “reforma” electoral, estaría colaborando al fortalecimiento del felipismo, dándole nuevas formas fiscales de hacerse de más recursos y, ahora, legalizando la política represiva ya en curso. Sólo faltaría al coctel la cereza del Plan México, rebautizado como Iniciativa Mérida, para que todo sea felicidad (controlada) en el país de Pefelipe.

Por cierto, el profesor Benjamín Cortés Valadez envía una décima titulada “Para evitar el desastre/ que contrate a nuevo sastre”, que dice así: “En un acto inaugural/ Felipe escuchó un informe;/ de chamarra y de uniforme/ se ve rete ‘federal’;/ me temo que hábito tal,/de vestir en forma atroz,/así queriendo ir en pos/ de la popularidad,/ cuando llegue navidad/ será horrible santaclós”.

Y, mientras el gobierno de México es candil de Colombia, y oscuridad en el caso de los desaparecidos del EPR, ¡hasta mañana, con la nueva cerveza Malverde a la venta, para que los promotores de la “guerra” al tráfico de drogas puedan brindar a la salud del patrono de los narcos!

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