viernes, diciembre 14, 2007

Una cuestión de vida o muerte

Juan José Morales
Escrutinio

Definitivamente, destinar el maíz a producir combustible para automóviles significará mayor miseria, enfermedades por carencias nutricionales e incluso la muerte por desnutrición para cientos de millones de personas en los países del tercer mundo. No es amarillismo. Es el panorama que vislumbran los expertos.

Un reciente informe del Instituto Internacional sobre Política Alimentaria (IFPRI por su sigla en inglés), advierte categóricamente que la creciente producción de etanol a partir del maíz para usarlo como combustible afectará negativamente a la gente pobre en los países en desarrollo debido al incremento en el precio del grano y a su menor disponibilidad para el consumo humano. Agrega el informe que los subsidios que las naciones desarrolladas dan a los productores de semillas usadas para producir etanol, agravarán ese impacto negativo ya que actúan implícitamente como un impuesto sobre los alimentos.

El informe del IFPRI prevé dos escenarios para 2020. En el primero, de mantenerse la tendencia actual de incremento en la producción de etanol, los precios del maíz aumentarán 26% y los de los aceites vegetales 18%. En el segundo escenario, con un incremento mayor y más acelerado en la producción de biocombustibles, los aumentos de precios del maíz y el aceite serían, respectivamente, de 72 y 44%.

Por su parte, Pedro Pablo Ramírez Moreno, investigador de la Universidad Autónoma Chapingo, dice en un estudio publicado hace unos meses que se prevé que para dentro de cinco años, en 2012, Estados Unidos destinará a la producción de bioenergéticos más de 113 millones de toneladas de maíz. Para medir lo que eso significa, basta decir que el comercio mundial de maíz es actualmente de 82 millones de toneladas. Por otro lado, cada vez hay menos reservas del grano, debido precisamente a que se transforma en etanol. Así, señala Ramírez Moreno, en sólo dos años, de 2004 a 2006, los inventarios de maíz en Estados Unidos, que es nuestro principal proveedor, bajaron de 53.7 a 19.1 millones de toneladas.

Para plantearlo en otros términos: dentro de sólo cinco años podría ya no haber maíz disponible en los mercados internacionales, o tendría que pagarse a precio de oro. Y como México ha dejado de ser autosuficiente en la producción de ese alimento básico debido a la política tecnocrática gubernamental de no apoyar a los campesinos nacionales "ineficientes" y dependemos cada vez más de las importaciones, no es necesario decir las repercusiones que eso tendría para los mexicanos, que -como señala Ramírez Moreno- consumen 250 kilos de maíz por persona al año, obtienen de la tortilla el 47% de las calorías de su alimentación diaria y destinan a la compra de tortillas para el consumo familiar -dos kilos cada día- el 30% del salario mínimo.

Estamos todavía a tiempo de recuperar la autosuficiencia en materia de producción de maíz. Lograrla cuanto antes -y ello es perfectamente posible- resulta no sólo conveniente y necesario, sino indispensable. Se trata -y no es exageración decirlo- de una cuestión de vida o muerte.

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