miércoles, enero 16, 2008

Intimidades
Nombramientos (y despidos) cortesanos

Cordero, miembro de la Familia Contenta (FC)

Rumores en la SG: ¿formalizar el virreinato?

El feliPato sigue privilegiando lo íntimo. En lugar de aprovechar el despido de la ineficaz yucateca Beatriz Zavala Peniche (prima hermana de Carlos Cabal Peniche) para colocar en Sedeso a un personaje de altos vuelos en la materia, o para airear el encerrado ambiente cortesano de Los Pinos, se ha vuelto a optar por un personaje de corta carrera e ínfima presencia pública. Ernesto Cordero Arroyo tiene como mérito impulsor formar parte de la cofradía personal de San Felipe y haber ocupado cargos técnicos en San Lázaro, la Secretaría de Energía y la casa formalmente presidencial al lado de un michoacano que parece más interesado en cuidarse las espaldas y en rodearse de colaboradores de menor talla política que la suya, que en ofrecer a los mexicanos algún esbozo de promesa de que podría dejar de actuar con criterios facciosos, propios de una banda de cómplices aferrados a no poner en riesgo el botín institucional.
La opción preferencial por lo íntimo ha escamoteado también a los mexicanos las razones por las cuales la señora Zavala (es decir, Beatriz) dejó de ser secretaria de Desarrollo Social. Se habla de fallas profundas en el cumplimiento de programas asistenciales y de evaluaciones realizadas por el virrey Mouriño en las que la defenestrada yucateca habría quedado en primer lugar de irresponsabilidad. Pero la administración del Calderón Social no informa oficialmente de nada: como en las mafias, los ajustes de cuentas se apuntan en libros secretos. Se va Beatriz, a quien ni siquiera habían afectado los datos ciertos del beneficio económico y las relaciones de copropiedad de empresas que su esposo, Javier de Jesús Romero Osorio, tuvo con el famoso priísta Cabal Peniche en Banco Unión y en Eastbrook de México. Zavala Peniche regresa al Senado y seguirá cobrando la jubilación que a los 37 años consiguió en la Universidad Autónoma de Yucatán, donde un tío era funcionario influyente. Después de todo, a pesar de todo, la familia panista gobernante sigue más o menos feliz.
Ernesto Cordero conoció a Felipe Calderón en 1992, cuando ambos cursaban una maestría en administración en el Instituto Tecnológico Autónomo de México: “Fuimos compañeros de clase. Era buen estudiante, muy responsable, pero también es de trato muy afable, el compañero de clases ideal. Es alguien responsable, que aporta a la hora de estudiar, pero además es muy ameno para estar con él en las horas ahorcadas en la escuela”, dijo el ahora secretario a la revista Líderes Mexicanos. También expresó su “especial agradecimiento” a quien fue su “primera jefa” y quien “sin duda me enseñó a trabajar”, Georgina Kessel, en la Secretaría de Energía y en la Comisión Reguladora de Energía (Kessel, con la llegada del calderonismo, fue nombrada titular de la Secretaría de Energía). En otro pasaje de la citada entrevista, Cordero narró cómo eligió la carrera profesional que cursaría: “la materia que más me ha gustado es matemáticas. No era bueno para la química, anatomía no me hacía mucha gracia, biología, tampoco. Entonces me decidí por la licenciatura en actuaría, que son básicamente matemáticas aplicadas”. Al terminar esa carrera “estaba convencido, por los cursos que había llevado, por mis vocaciones personales, que quería ser economista y muy probablemente servidor público”, así es que hizo maestría y doctorado en economía en la Universidad de Pensilvania.
Siempre al lado de Calderón, fue director de la fundación especializada en realizar análisis técnicos de proyectos legislativos para los diputados federales panistas, director de administración integral de riesgos en Banobras, subsecretario de planeación energética y desarrollo tecnológico en la Secretaría de Energía, coordinador de asesores y de la propuesta en política pública durante la campaña presidencial de 2000 y subsecretario de egresos en Hacienda a partir de 2006. A este cargo, que es una cuña felipista en el equipo de Agustín Carstens, llega otro egresado del ITAM, Dionisio Pérez-Jácome Friscioné, hijo de un connotado priísta veracruzano del mismo nombre pero de tanta confianza en el círculo íntimo calderonista que era coordinador de asesores de la oficina de la Presidencia Formal del País (PFP). La destituida Beatriz Zavala, por su parte, encontró acomodo en el comité nacional panista que con Manuel Espino, y ahora con Germán Martínez, se ha convertido en depósito de cesantías políticas y en refugio de personajes en riesgos judiciales, así sea en grado de mera indagación (ya antes estuvieron allí, por ejemplo, los héroes de Pasta de Conchos: Carlos Abascal y Francisco Javier Salazar). Todo en casa, en familia, en el placer complaciente del círculo íntimo que juega a gobernar mientras el país se incendia.
A la hora de cerrar esta columna corría con fuerza el rumor de que Francisco Ramírez Acuña dejaría la Secretaría de Gobernación y en su lugar quedaría Juan Camilo Mouriño, el más favorito de los favoritos, el más íntimo de los íntimos. El ex gobernador de Jalisco nunca debió llegar a Bucareli, y su designación fue un claro pago por la apuesta hecha al destapar en un rancho tapatío al michoacano que parecía tener pocas posibilidades de ser siquiera candidato, no se diga presidente, de tal manera que su destitución parece justa y necesaria. Pero sería un despropósito rotundo ocupar ese cargo con el madrileño que ejerce funciones informales de virrey, Iván el Fino, el hombre por cuyo escritorio pasan todos los asuntos delicados (incluyendo los muy delicados) y que es el eje operativo de los diversos planes que pretenden trasladar la riqueza nacional a manos empresariales nacionales y extranjeras, sobre todo de sus paisanos españoles (la reconquista de México).
Y, mientras los diputados analizan la posibilidad de cambiar de golpe a seis consejeros del IFE, y el EPR informa que anunciará oportunamente sus atentados, y Javier Corral exige que sean transparentes los criterios (¿comerciales?) con que se da cobertura informativa a actos de Enrique Peña y Marcelo Ebrard, ¡hasta mañana, en esta columna que repasa las arengas de Miguel Hidalgo y Costilla!.


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