sábado, enero 19, 2008

La revolución venezolana en la encrucijada
Corriente Marxista Interncional

La revolución venezolana ha inspirado a los trabajadores, campesinos y jóvenes de toda América Latina y a escala mundial. Durante la pasada década las masas revolucionarias han conseguido milagros, pero la revolución venezolana no está completada. No se puede completar hasta que expropie a la oligarquía y nacionalice la tierra, los bancos y las industrias clave que siguen en manos privadas. Después de casi una década esta tarea no se ha cumplido y representa una amenaza para el futuro de la revolución.
La oligarquía venezolana se opone implacablemente a la revolución. Detrás de ella está el poderoso imperialismo norteamericano, tarde o temprano la revolución se enfrentará a la alternativa: o… o. E igual que la revolución cubana fue capaz de llevar a cabo la expropiación del latifundismo y el capitalismo, la revolución venezolana se encontrará ante la decisión necesaria de seguir el mismo camino. Esa es realmente la única salida.
La revolución bolivariana ahora está en la encrucijada. Ha alcanzado el punto crítico donde se tendrán que tomar decisiones que tendrán una influencia determinante en el destino de la revolución. El papel de la dirección es decisivo en este momento. Pero aquí encontramos la mayor de sus debilidades. Se puede decir sin temor a caer en la contradicción que si existiera un genuino partido marxista en Venezuela con raíces en la clase obrera, entonces la revolución socialista se habría completado ya hace mucho tiempo. Pero este partido no existe, mejor dicho, sólo existe su embrión. Ese es el quid de la cuestión.
La cuestión de la dirección
Después de todos los discursos sobre socialismo, todavía no se han realizado las tareas fundamentales de la revolución socialista. Hugo Chávez ha demostrado ser un luchado antiimperialista valiente y un consistente demócrata. Pero el coraje no es suficiente para ganar una guerra. También es necesario tener una estrategia y táctica correctas. Y lo que es verdad para la guerra entre las naciones también lo es para la guerra entre las clases.
Los reformistas y estalinistas intentan argumentar que las "condiciones no están maduras" para la revolución socialista en Venezuela. Todo lo contrario, las condiciones para el triunfo de la revolución socialista en Venezuela hoy son infinitamente más favorables que lo eran en Rusia en 1917. No debemos olvidar que la Rusia zarista era un país extremadamente atrasado y semifeudal, con una clase obrera muy pequeña, menos de diez millones de una población total de 150 millones de personas. Tampoco debemos olvidar que en febrero de 1917 el Partido Bolchevique tenía sólo 8.000 militantes en toda Rusia. Si se comparan con los cinco millones de militantes del PSUV la diferencia inmediatamente salta a la vista.
La correlación de fuerzas de clase en Venezuela es mil veces mejor a la que tenían los bolcheviques en 1917. Pero aquí no se agota la cuestión. En la historia de la guerra ¿cuántas veces ha sido derrotado un gran ejército por una fuerza mucho más pequeña de profesionales entrenados dirigidos por buenos oficiales? ¡Muchas veces! En las revoluciones como en las guerras la calidad de la dirección es en última instancia decisiva.
Bajo la dirección de Lenin y Trotsky, el Partido Bolchevique consiguió en un especio de tiempo muy corto ganar a la mayoría decisiva de los trabajadores y soldados, dirigiéndoles hacia la toma del poder. Lo consiguieron basándose en ideas marxistas claras y métodos que combinaban la firmeza ideológica en todas las cuestiones fundamentales con la flexibilidad táctica necesaria para ganar a las masas al lado de la revolución.
La existencia de ese partido y dirección en Venezuela sin duda habría facilitado mucho la tarea de la revolución socialista. Pero este partido no existe y las masas no pueden esperar hasta que lo hayamos creado. Los sectarios y los formalistas son incapaces de comprender a las masas, cómo desarrollan la conciencia y se mueven para cambiar la sociedad. Para estas personas la cuestión es muy simple: proclamar el partido revolucionario. No hay diferencia si es un partido de dos o de dos millones. Pero las masas no entienden a los pequeños grupos revolucionarios y pasan sobre ellos sin ni siquiera percibirlos.
La revolución no puede ser dirigida por pequeños grupos de revolucionarios como un director que dirige una orquesta. Tiene una vida y lógica propias que no se corresponden con los esquemas formalistas de los sectarios. La naturaleza aborrece el vacío. En ausencia de una dirección proletaria revolucionaria firme armada con las ideas científicas del marxismo, la dirección ha sido ocupada por el Movimiento Bolivariano.
Este incluye en sus filas a millones de trabajadores, campesinos y jóvenes revolucionarios que luchan con todas sus energía por un cambio fundamental en la sociedad, por el socialismo. Identifican sus aspiraciones con la persona de Hugo Chávez, el fundador y líder indiscutible del Movimiento Bolivariano. ¡Naturalmente! Las masas siempre son leales a las organizaciones y dirigentes que las despiertan a la vida política, que dan una expresión organizada a sus aspiraciones y las expresa en palabras.
Fortalezas y debilidades del bolivarianismo
Estas son conquistas indudables del movimiento bolivariano. Su lado fuerte es que está enraizada en las masas, en los millones de trabajadores, campesinos y pobres venezolanos que antes no tenían voz y ahora la tienen. Al poner en pie a estos millones y darles voz y esperanza, el Movimiento Bolivariano jugó un papel muy progresista. Pero junto a sus puntos fuertes también hay muchos débiles.
La debilidad más importante del bolivarianismo es carece de un programa, política y estrategia clara para realizar las aspiraciones de las masas. Este hecho es comprensible dada la forma en que surgió el movimiento. No fue el producto de un programa elaborado sino de las aspiraciones poderosas, aunque imprecisas, de justicia nacional y social. Al principio esta circunstancia no fue un problema, correspondía totalmente con la psicología de las masas, que sólo estaban comenzando a despertar a la vida política. Una vez las masas fueron conscientes de que era una posibilidad de luchar por el cambio, lo abrazaron con entusiasmo. Eso creó un impulso irresistible que ha continuado durante una década, sacudiendo los cimientos de la sociedad y la política en Venezuela y más lejos.
Sin embargo, dialécticamente, lo que al principio fue una fuente de fortaleza en determinado momento se transforma en su contrario. En ausencia de un programa científico y claro, de una ideología inequívoca, el movimiento cae bajo la presión de fuerzas de clase contradictorias, que se reflejan en sus filas y especialmente en su dirección. Estas contradicciones, que en el fondo reflejan contradicciones de clase, se reflejaron en la evolución política del propio Chávez.
El papel de Chávez
Ningún observador imparcial puede negar que durante la pasada década Hugo Chávez ha evolucionado de una manera sorprendente. Partiendo del programa de la democracia revolucionaria, ha entrado en conflicto repetidamente con los terratenientes, banqueros y capitalistas venezolanos, con la jerarquía de la Iglesia y con el imperialismo norteamericano. En todos estos enfrentamientos se ha basado en las masas de trabajadores, campesinos y pobres, que representan la verdadera fuerza motriz de la revolución bolivariana, su única base real de apoyo.
Finalmente, se ha posicionado a favor del socialismo, que es un acontecimiento muy importante. Aunque la naturaleza de este socialismo es tan imprecisa como el resto de la ideología bolivariana, los trabajadores la están llenando con su propio contenido de clase. Han procedido a ocupar las fábricas e instaurado el poder obrero. Los campesinos luchan por ocupar las grandes haciendas y realizar la revolución agraria desde abajo.
La fuerza fundamental de Hugo Chávez no es la claridad de sus ideas sino el hecho de que ha expresado las aspiraciones profundas de las masas. Cualquiera que haya estado presente en un mitin de masas en Caracas ha presenciado la química electrizante que existe entre el presidente y las masas. Se nutren mutuamente. Las masas ven reflejadas sus aspiraciones en los discursos del presidente, el presidente va más a la izquierda debido a la reacción de las basas y, a su vez, da un impulso fuerte a estas aspiraciones.
La burguesía ha comprendido esta "química revolucionaria" y lucha por romper el vínculo que existe entre Chávez y las masas. Planearon asesinar al presidente, calculaban que su desaparición fragmentaría y desintegraría el Movimiento Bolivariano. Han organizado una conspiración en las capas superiores del Movimiento Bolivariano para sustituirle por un candidato que sea más "moderado", es decir, más maleable a las presiones de la burguesía. El objetivo principal de la derrota del referéndum constitucional no era en absoluto "impedir una dictadura" (ninguna de las medidas incluidas en la reforma se podía interpretar en ese sentido), sino evitar que Chávez se pudiera presentar de nuevo a la presidencia. Si triunfaran abriría el camino para el éxito de la conspiración que es conocida "chavismo sin Chávez".
Es bien conocido que la burocracia contrarrevolucionaria ha tomado medidas para aislar a Chávez de las masas mediante la creación de un férreo círculo alrededor del Palacio de Miraflores. La amenaza de asesinato es real y justifica una estrecha seguridad. Pero este hecho también puede ser utilizado por los funcionarios como un pretexto para filtrar y censurar, garantizar que sólo ciertas personas tienen acceso al despacho del presidente mientras que otros son excluidos por motivos políticos. Con estos métodos reducen la presión de las masas y del ala de izquierdas, mientras que aumenta la presión de la burguesía y de los reformistas.
Por qué se perdió el referéndum
Una y otra vez las masas, mostrando un instinto revolucionario infalible, han derrotado a las fuerzas de la contrarrevolución. Este hecho engendró la ilusión peligrosa en la dirección y en las propias masas de que la revolución era una especie de marcha triunfal que automáticamente barrería a un lado todos los obstáculos. En lugar de una ideología científica y una política revolucionaria consistente, en la mente los dirigentes se instauró un especie de fatalismo revolucionario, que todo era lo mejor en el mejor de los mundos bolivarianos. No importa los errores que cometiera la dirección, las masas siempre responderían, los contrarrevolucionarios serían derrotados y la revolución triunfaría.
El corolario de este fatalismo revolucionario fue la idea de que la revolución bolivariana tiene todo el tiempo del mundo, que socialismo finalmente llegará, incluso si tenemos que esperar cincuenta o cien años. Es irónico que Heinz Dieterich y otros presenten esta idea (por ser más exactos, este prejuicio) como "nueva y original". En realidad, procede directamente del cubo de basura del desacreditado liberalismo del siglo XIX. La burguesía, en un momento en que aún era capaz de jugar un papel progresista desarrollando las fuerzas productivas, creía en la inevitabilidad del progreso, que hoy es mejor que ayer y mañana será mejor que hoy.
Esta idea (hoy totalmente abandonada por la burguesía y sus filósofos "posmodernos") más tarde fue adoptada por los dirigentes reformistas del movimiento obrero internacional, en el período de auge capitalista previo a 1914. Los socialdemócratas decían que la revolución ya no era necesaria, que lenta, gradual y pacíficamente, la socialdemocracia cambiaría la sociedad, hasta que un día llegaría el socialismo para todos y que incluso se realizaría. Estas ilusiones reformistas quedaron destrozadas por el estallido de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa que la siguió. Ahora son pescadas del cubo de la historia, desempolvadas y presentadas como la última palabra del "realismo" socialista del siglo XXI.
Otro corolario más es que la revolución bolivariana debe limitarse a los estrechos límites de las leyes y constituciones burguesas. Es irónico cuando la burguesía venezolana ha demostrado un desprecio absoluto por todas las leyes y constituciones. Ha realizado un sabotaje económico y constantes conspiraciones, ha boicoteado las elecciones y tomado las calles con violentas protestas; ha realizado un golpe de estado contra un gobierno elegido democráticamente y, de no haber sido por la iniciativa revolucionaria de las masas en las calles, no habría vacilado en asesinar al presidente e instaurar una violenta dictadura en las líneas del Chile de Pinochet.
Todos estos acontecimientos son bien conocidos y no necesitan explicación. En la defensa de sus intereses de clase la burguesía ha demostrado que no tiene ningún respeto por cualquiera de las leyes y constituciones. Se espera que las masas sigan cada punto y coma de la legislación existente y obedezcan las "reglas del juego", como si fuera un juego de ajedrez o beisbol. Desgraciadamente, la lucha de clases no es un juego y no tiene reglas ni árbitro. La única regla es que al final una clase debe ganar y la otra perder. Y como solían decirlos romanos: ¡Vae victis! (¡Ay de los vencidos!).
Al principio estos métodos parecían funcionar. Durante casi diez años las masas han participado lealmente en cada referéndum y elección, han votado masivamente a Chávez, a la revolución bolivariana y al socialismo. Realmente es asombroso que las masas puedan permanecer en esta actividad efervescente durante tanto tiempo. No hay precedentes de una situación revolucionaria que dure al menos diez años sin encontrar una solución, bien sea el triunfo de la revolución o de la contrarrevolución.
Las masas votaron por un cambio fundamental en sus condiciones de vida. Se demostró con absoluta claridad en las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, cuando le dieron el mayor número de votos de la historia de Venezuela. Pero aunque se adoptaron algunas medidas progresistas, incluidas nacionalizaciones, el ritmo del cambio es demasiado lento para satisfacer a las aspiraciones y reivindicaciones de las masas.
Habría sido bastante posible que el presidente introdujera una ley habilitante en la Asamblea Nacional para nacionalizar la tierra, los bancos y las industrias clave bajo el control y gestión de los trabajadores. Esto habría roto el poder de la oligarquía venezolana. Además, se podría haber hecho de modo legal a través del parlamento elegido democráticamente, porque en una democracia los representantes elegidos por el pueblo se suponen que son soberanos. Dejemos a los abogados que pleiteen sobre este o ese punto. La gente espera que el gobierno que ellos han elegido actúe en sus intereses, y que actúe de una manera decisiva.
En lugar de acción decisiva contra la oligarquía, que habría entusiasmado y movilizado a las masas, lo que presentaron fue otro referéndum constitucional. Pero ¿cuántos referendos y elecciones son necesarios para llevar a la práctica lo que quieren las masas? La gente está cansada de tantas elecciones, tantas votaciones, tantos discursos vacíos sobre el socialismo que les presentan con un cuadro maravilloso que no se corresponden con lo que ven cada día.
¿Qué ven las masas? Después de casi una década de lucha ven que los mismos ricos y poderosos aún poseen la tierra, los bancos, las fábricas, los periódicos y la televisión. Ven a los corruptos en posiciones de poder: gobernadores, alcaldes, funcionarios del estado y del Movimiento Bolivariano, y sí, también en Miraflores, que llevan camisetas rojas y hablan del socialismo del siglo XXI, pero que son arribistas y burócratas que no tienen nada en común con el socialismo o la revolución.
No ven ninguna acción contra los funcionarios corruptos que se llenan los bolsillos y socavan la revolución desde dentro. Ven que no se actúa contra los capitalistas que sabotean la economía y que se niegan a invertir en la producción y aumentan los precios. Ven que no se hace contra los conspiradores que derrocaron al presidente en abril de 2002. Ven a los terratenientes que asesinan impunemente a activistas campesinos. Ven los precios subir en los mercados y ven a los portavoces del gobierno negando que haya problemas. Ven todas estas cosas y se preguntan: ¿hemos votado por esto?
El papel pernicioso del reformismo
En toda esta situación juegan un papel pernicioso los reformistas, estalinistas y burócratas que han ocupado puestos clave en el Movimiento Bolivariano y que intentan poner freno a la revolución, paralizarla desde dentro y eliminar todos los elementos de genuino socialismo. Estos elementos le dicen constantemente a Chávez que no vaya tan rápido, que sea "más moderado" y que no toque la propiedad privada de la oligarquía.
Desde que Chávez por vez primera planteó la cuestión del socialismo en Venezuela, los reformistas y los estalinistas han concentrado todas sus energías en revertir la dirección socialista de la revolución, alegando que la nacionalización de la tierra, los bancos y las industrias sería un desastre, que las masas no están "maduras" para el socialismo, que la expropiación de la oligarquía alejaría a la clase media y así continuamente. El defensor y "teórico" más constante de esta línea de capitulación es Heinz Dieterich.
Dieterich se opuso al referéndum constitucional. Se puede discutir el contenido y el momento del referéndum. En realidad, en nuestra opinión, no era necesario en absoluto convocar un referéndum. Lo que hacía falta era utilizar la victoria electoral para adoptar medidas decisivas contra la oligarquía y la contrarrevolución. Pero en absoluto esta era la posición de Dieterich y los reformistas. Más bien lo contrario, se opusieron al referéndum porque se oponían al movimiento hacia la transformación socialista de la sociedad. Quieren frenar la revolución y que de marcha atrás para complacer a la oposición contrarrevolucionaria y al imperialismo.
En víspera del referéndum, Dieterich públicamente se alineó con el renegado Baduel. Pidió que Chávez se uniera con Baduel, es decir, que la revolución debería unirse con la contrarrevolución. Ese era, y aún es, el programa de Dieterich y los reformistas. Para ellos la derrota del referéndum era como un maná caído del cielo. Ahora pueden intensificar su presión sobre el presidente: "¿ves donde nos ha llevado tu terquedad?? ¡Deberías escucharnos! Somos realistas. ¡Comprendemos las cosas mejor que tú! No debes tener tanta prisa. Debes abandonar todos los pensamientos sobre el socialismo y llegar a un acuerdo con la oposición y la burguesía, o estaremos perdidos".
Ahora la estrecha derrota en el referéndum constitucional se está presentando como un giro hacia el "centro", es decir, a la derecha, como una prueba de que es necesario conciliarse con la clase media (es decir, capitular ante la burguesía). Esta es la línea que asiduamente están difundiendo Dieterich y los reformistas. Si Chávez les escucha, y hay algunas pruebas que indican que es así, la revolución se encontrará en un peligro extremo.
Estos "amigos" de la Revolución Bolivariana nos recuerdan a los amigos de Job, que le "reconfortaban" en su momento de necesidad con una patada en los dientes. Estos "amigos" nos traen a la mente el viejo refrán: "De los amigos nos guarde Dios que de los enemigos me guardo yo".


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