viernes, febrero 29, 2008

Ambivalentes: las familias mexicanas

Gabriela Rodríguez

Desde el año 2005 el primer gobierno panista estableció el Día de la Familia Mexicana el primer domingo de marzo, como para opacar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Como si se quisiera contraponer la lucha por los derechos de las mujeres frente al valor de la familia y del matrimonio, tal como la derecha republicana de Estados Unidos ha venido haciendo. Desde los tiempos de Ronald Reagan, el matrimonio perpetuo promete milagrosamente garantizar la felicidad, el amor y la prosperidad de una nación.

Pero es un hecho que esa política no ha logrado los efectos buscados. En Estados Unidos la tasa de separaciones y divorcios alcanza 50 por ciento en uniones libres y 20 en uniones legales, mientras que en México las separaciones y divorcios son de 6.5 y 5.2 por ciento, respectivamente, aunque se acusa un incremento en las nuevas generaciones; entre mayores de 60 años la tasa era de 1.2 por ciento. Se trata de una variable relacionada con el nivel de escolaridad y el estrato socioeconómico: se separan y divorcian más las mujeres con educación superior y con mayores ingresos (Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias, ENDF, 2005).

En nuestro país, los arreglos residenciales también se están diversificando, lo cual obedece a factores económicos, reglas de la herencia, políticas estatales y afinidades. Entre las principales tendencias de 2000 a 2005 se observa un aumento en varios tipos de familias: las monoparentales (hijos solteros con uno de los padres) de 9.2 a 10.2 por ciento; los hogares con jefatura femenina, de 21 a 23 por ciento; los de parejas sin hijos, de 7.7 a 8.6; y los hogares unipersonales (personas que viven solas) que han pasado de 6.4 a 7.6 por ciento (Conapo, Estimaciones con base en el XII Censo General de Población y Vivienda 2000 y II Conteo de Población y Vivienda). Las parejas del mismo sexo son cada vez más visibles, aunque no hay estadísticas nacionales.

Al interior de las familias mexicanas se registran dinámicas muy contrastantes: se siguen cumpliendo funciones de brindar afecto y solidaridad, pero es un lugar donde proliferan los pleitos y la violencia. En dos terceras partes se da mucho cariño entre miembros de la familia y se comparte el desayuno, las comidas, ver televisión y los paseos, y en la mitad de las mismas se recibe ayuda cuando hay accidentes, enfermedades o problemas económicos. Pero entre los jóvenes de 18 a 24 años la figura más cercana está fuera de la familia, es un amigo o amiga para 40.7 por ciento de los hombres y para 28.1 por ciento de las mujeres, le sigue el tío o tía con 15 y 14.9 por ciento, después le siguen los hermanos, la madre, el padre y los vecinos, en ese orden, aunque las mujeres suelen estar más vinculadas afectivamente con figuras del entorno inmediato. Pleitos y golpes ocurren por problemas económicos y de autoridad, por permisos y falta de comunicación; se reportan en cerca de 90 por ciento de las familias, y solamente en una quinta parte de ellas se hablan y se llega a un acuerdo (ENDF, 2005). En cuanto a la violencia hay diferencias relacionadas con el género y el tipo de arreglo familiar. Las mujeres pueden agredir, pero la mayor parte de la violencia física, sexual y sicológica es cometida por el hombre contra la mujer. Los hijos e hijas, más que los padres o madres, son quienes reciben agresiones y violencia. Las madres quienes cuidan en mayor medida a los hijos e hijas, ejercen más violencia física. El maltrato emocional es más frecuente hacia las hijas, y se da más en familias estructuradas por mamá y padrastro que por papá y madrastra; sin embargo, entre familias formadas por papá y mamá este tipo de maltrato es de 51.4 hacia los hijos y de 56.2 hacia las hijas. El maltrato físico en familias con papá y mamá es de 19.4 por ciento hacia los hijos hombres y de 17.7 a las hijas. En los hogares de sólo papá es de 8.8 por ciento y de 10 por ciento, respectivamente. La escolaridad del papá y el involucramiento parental son factores de mayor riesgo de violencia. (Encuesta Maltrato Infantil y Factores Asociados 2006. Instituto Nacional de las Mujeres-Instituto Nacional de Psiquiatría).

La igualdad de género es un reto que implica una política cultural y transversal de sectores. Como política pública ya muestra productos en el índice de desarrollo relativo de género (IDG, nuevo indicador internacional sobre la igualdad de género que toma en cuenta las diferencias en la esperanza de vida, la escolaridad y el ingreso por sexo), pues el Distrito Federal alcanza la más alta calificación comparado con todas las entidades del país, además de mostrar el mayor número de jefas de familia, y de hogares monoparentales y unipersonales. Tal parece que la igualdad de oportunidades y el respeto a la diversidad familiar es un reto al que viene apostando el Gobierno del Distrito Federal. ¡Qué doloroso que ocurra lo contrario en otras entidades!

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