lunes, febrero 25, 2008

Cuba: Transición silenciosa


Fidel Castro
Foto: zoila amelia

La Habana, Cuba., 25 de febrero (apro).- Las mañanas en Cuba suelen ser ruidosas. Apenas clarea y el bullicio penetra los muros de las casas como la humedad del mar. Lo mismo puede ser una pelea entre vecinos que el pregonar de comerciantes de pan, huevo, flores, aceite, galletas y otros productos perecederos que ya forman un mercado negro de comestibles, cuya actividad hasta hace poco tiempo era impensable en un país donde todo parece estar controlado.La información oficial de la salud de Fidel Castro, el número Uno o El Caballo, como le dicen, durante meses fue un secreto de estado. Y no se trataba de una declaración, sino de una realidad. En el mundo oficial nadie se atrevía a decir algo distinto a lo que el periódico Granma o la TV Cubana difunden. Pero en las mesas de las casas, restaurantes, la guagua (autobús) o en las calles, es distinto: el tema se habla o se discute con preocupación y encono ideológico.A pesar de las diferencias, en los primeros días de 2007 la mayoría ya aceptaba que Fidel no saldría de la enfermedad que lo tuvo postrado en el hospital y que lo obligó a delegar el gobierno a su hermano Raúl el 31 de julio de 2006.“El cáncer lo ha llenado todo”, decían señalando primero el estomago y, luego, subiendo y bajando las manos por todo el cuerpo para que quede claro. “No será pronto, unos meses pero Fidel ya no aguanta”, sentenciaban entonces los cubanos en la calles de la Habana.Los viejos revolucionarios, los que mantienen intactos sus principios ideológicos --a diferencia de sus hijos de 30 a 40 años que están en contra de de Fidel--, aventuraban con tristeza la previsible muerte de su compañero. “No va a doler mucho, pero no sólo a nosotros, también a otra gente, a otros pueblos porque hombres como él no se dan seguido”, esgrimía un viejo revolucionario.Para los cubanos era natural que Raúl sustituyera a Fidel. Incluso, hablaban de que la transición ya había empezado en Cuba, aunque decían que era silenciosa. Los hermanos Fidel y Raúl comenzaron a dirigir el cambio de poder como a ellos les gusta, tras bambalinas, y sin soltar las riendas. Raúl tomó la dirección del Partido y del Ejército sin hacer ruido. Y junto con Carlos Lage, un médico que ha devenido en economista, Felipe Pérez Roque, líder juvenil del Partido Comunista (PC) ahora con funciones de canciller, y Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, tejieron la red para que la transformación fuera tersa y, al mismo tiempo, sin dejar margen de maniobra a Estados Unidos.Pero si en las alturas del poder ya se notaban cambios, en las calles pasaba algo parecido. Por ejemplo, el gobierno no tuvo reparos para facilitar la entrada de más de 2 mil millones de dólares anuales enviados por cubanos residentes en Estados Unidos, Canadá, España y México, a través de agencias, como Western Union o algunas más pequeñas empresas de transferencia que cobran una comisión de 10%. Las remesas de este dinero van directo a los bolsillos de los cubanos que lo reciben en CUC (Peso Cubano Convertible o “chavito” equivalente a un dólar americano y que antes era sólo para turistas) el cual se utiliza para comprar lo que la famosa “libreta” no da o que da, pero en pequeñas proporciones: huevo, mantequilla, carne, leche en polvo, café, pan, etc. De esta manera, la economía cubana, paradójicamente, se beneficia de dólares frescos enviados por aquellos que alguna vez se fueron prometiendo nunca volver o hacerlo hasta que Fidel muriera. La necesidad ha hecho que los cubanos se valgan de muchas formas para conseguir productos de primera necesidad. “Por la izquierda” es la frase común que utilizan para llamar las formas de evadir el sistema y conseguir vivienda, autos, ropa, jabón, shampoo y gasolina. La gasolina es el ejemplo más común. En las estaciones de suministro, los despachadores pueden quedarse con algunos litros cada vez que llenan el tanque de un vehículo. Poco a poco juntan el combustible y luego lo revenden en sus casas. Pero también están los taxis piratas, los que por unos pesos CUC o “chavitos” menos de lo que cobran las “maquinas” autorizadas, te dan el mismo servicio. “Es inmoral, la corrupción se ha extendido, pero hay necesidades y hay que resolverlas”, admitió, resignado, uno de los combatientes en 1959 que confesó que no ve mal un viraje en la economía para resolver los problemas de falta de maestros, vivienda, salud y transporte que agobian a todas las familias de la isla.“Apertura de mercado y una sola moneda”, exclamó, a su vez, Humbertico, un viejo marino que, cuando está en tierra, opera un taxi “pirata”. Explicó que ya no se puede vivir en Cuba con el peso cubano, la moneda con las que les pagan sus salarios mínimos (282 pesos mensuales) porque, dijo, la mayoría de los productos básicos se adquieren en CUC. Y es que la equivalencia en enero de 2007 era desproporcionada: 1 CUC equivale a 24 pesos cubanos. El transporte es un verdadero problema para los cubanos. Para trasladarse al trabajo esperan hasta dos horas la “guagua” o el “camello” (camiones de carga que arrastran dos vagones de autobús que toman la forma de una joroba) y éstos siempre están llenos, lo que obliga a los pasajeros a entrar y salir por las ventanillas.Los autobuses importados recientemente de China, que están en mejores condiciones, sólo se utilizan para viajar a las provincias. Lo irónico es que mientras los cubanos sufren por falta de de transporte terrestre pueden viajar en avión de La Habana a Santiago por sólo cuatro dólares, cuando el precio real es de 200. El problema es que para conseguir un boleto hay que esperar meses.La vivienda y la salud son otro dolor de cabeza. Una casa puede estar habitada por varias familias, mientras que los médicos y los maestros son ya son insuficientes porque muchos han salido a otros países como “muestra de solidaridad cubana” enviada por Fidel.
Resolver…
“Resolver” es la palabra más utilizada por los cubanos cuando hay que salir avante de cualquier problema. Desde que Fidel cayó en cama, es la que más se escucha en la isla. Cualquiera puede escuchar en La Habana la necesidad de una “transición” una vez que Fidel muera o que deje el poder. Lo único que no tienen claro es el modelo que habrán de seguir: China o Vietnam.Los más viejos apostaban a que Raúl, general del Ejército, segundo secretario del Partido tiene la capacidad para resolver la situación. Es más, decían que ya lo están haciendo de hecho mediante una “transición silenciosa”. Es la forma de Raúl, su estilo, su una manera más discreta, sin hablar mucho. Lo contrario de Fidel. La inclinación sería por el modelo chino, pero a lo cubano: apertura de mercado, moneda única, pero control del estado en todo el comercio, la economía y la política. Es decir, la permanencia de un sistema de partido único, de la propiedad estatal y de la responsabilidad social del Estado. “Mantener lo que hemos avanzado, resolver nuestras necesidades, pero sin dejar que los yanquis se apoderen de Cuba”, dijo un viejo combatiente.
Plaza Dolores
“¡Qué no se muera! ¡Qué no se muera! Si se muere ¿qué vamos a hacer?”, decía Camila a su amiga Miriam que pronto responde “¡Qué se muera y que esto cambie, necesitamos cambiar!”Las dos jineteras discutían abiertamente el tema en La Casa de la Trova, ubicada en el centro de Santiago, la cuna de la revolución encabezada por Fidel, que cumplió 48 años. Sus voces subían de tono al mismo nivel de la música, sin importarles que las escuchen otros jineteros que están en la mesa de lado, en la pesca de jóvenes turistas ansiosas de mojitos y de baile. “Si se muere qué vamos a hacer, esto se va a acabar”, clamaba Daysi, una joven mulata que aún sentada no dejaba de llevar el ritmo de la música.Miriam, bióloga de profesión que “jinetea” por las noches, terció en la charla: “Ya necesitamos un cambio, si muere (Fidel) esto va a cambiar porque ya no se aguanta. Lo que no sabemos es que va a hacer Raúl, pero necesitamos dinero. No me alcanzan los 200 pesos que gano, a veces tengo que hacer maquillaje y otras cosas para darle de comer a mi hijo, ya ves ahorita tengo que prostituirme pero por necesitad, no somos putas”.Daysi siguió con su monologo: “Cuba esta pobre y Fidel ya no puede hacer nada, pero ¿qué nos va a pasar si se muere?.Miriam tiene más edad que Daysi. Vestidas de negro parecen vampiros en medio del salón de baile. Acostumbradas a hablar con los turistas saben tratar al cliente y conocen sus necesidades con apenas una mirada: “¿Traes algo para grabar, tengo una amiga que si habla de política?, pregunta. “Ya no es necesario” contesta el reportero mientras termina de beber una cerveza Bucanero que lleva una tapa amarilla para distinguirla de la cerveza pirata que por un tiempo circuló en Cuba, la cual era elaborada en una fábrica clandestina cerca de la Habana hasta que fue descubierta por la policía o “la seguridad del Estado”.Miriam y Daysi se despiden en busca de mejores clientes, sobre todo de europeos que traigan euros o CUC. Es medianoche, la Casa de la Trova ha cerrado, pero la fiesta sigue en las calles de Santiago. En la Plaza Dolores, un pequeño parque ubicado en el zócalo del centro histórico donde las familias acostumbraban bailar y tomar cerveza y ron, ahora es el centro de los gays, de las jineteras y proxenetas.Las calles de Santiago son pequeñas colinas que desembocan en la bahía mercantil. Como en La Habana, la mayoría de los edificios y casas necesitan mantenimiento, pero el bloqueo económico de Estados Unidos impide la entrada de cemento y pintura suficiente para las reparaciones.En el día las estrechas calles reverberan el sol candente del caribe, pero en las noches se convierten en reductos penumbrosos por los que deambulan los personajes que en otro tiempo estaban proscritos: homosexuales y lesbianas, santeros y lenones, beodos y crápulas en busca de compañía. “Antes ni siquiera se permitía que salieran, hoy ya están en la calle”, refirió un joven médico al comparar la represión sexual que se vivió en las primeras décadas de la Revolución, de las que fueron víctimas el escritor Reinaldo Arenas y el pintor René Portocarrero, pero que hoy se ve incluso a pleno día.A 18 kilómetros de Santiago, en Santa Clara, se encuentra la iglesia de la Virgen de la Caridad del Cobre, la santa Patrona de Cuba. Miles de cubanos asisten a celebrar el 8 de septiembre, a pesar de que ya han sido educados en el socialismo. La imagen que también se encuentra en un templo construido por los exiliados en Miami, recibe miles de muestras de agradecimiento por sus milagros, y en el altar se ven lo mismo que mechones de cabello que las insignias de un soldado que sobrevivió a la guerra en Angola o peticiones para que mejore Fidel. “La religión es lo que más hay ahora en Cuba, la gente se está bautizando, los que ves de blanco son los santeros que se están purificando, es que la gente necesita creer en algo”, explicó Humbertico.La visita del Papa Juan Pablo Segundo a la isla en 1998, marco este nuevo auge de la religión católica. Pero muy al estilo cubano, con el sincretismo de las deidades africanas que dan como resultado el santerismo.
Cien horas con Fidel
El Turquino es el punto más alto de la Sierra Maestra donde Fidel, Raúl y un grupo de rebeldes empezaron la revolución en 1956. El lugar se ha convertido en un paradigma y todo aquel que en la isla quiere alcanzar una meta se fija en su camino llegar al Turquino. Pero este fin de año el salón de fiestas del hotel Tryp Habana Libre, antes Habana Libre, ubicado en lo más alto del edificio y que también lleva el nombre de El Turquino, es algo más que el punto más alto de la revolución cubana. Para fin de año se organizó una gran fiesta, con un menú titulado “Sierra Maestra”, una cena opípara de escalopas de pato, minuta de atún rojo y osobuco de ternera, vinos, música en vivo, 12 uvas de la buena suerte y lo más extraordinario un desfile de moda con diseños y modelos nacionales, todo por 40 CUC. Las últimas noches de 2006, la pista del Turquino no sólo se colmó de turistas extranjeros ansiosos de bailar reggeton, cumbia, sones, bachata y música tecno, sino también cubanos que dejaron a un lado la tradicional cena de cerdo o guanajo (pavo o guajolote) relleno que en miles de casas se sirvieron esa misma medianoche.En casi medio siglo, al día siguiente de las fiestas de Noche Vieja, los cubanos estaban acostumbrados a celebrar el aniversario de la Revolución con un gran desfile militar encabezado por Fidel. Pero por primera vez en 48 años, ese 1º de enero de 2007 la enorme plancha de la Plaza de la Revolución estuvo vacía.

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