lunes, febrero 18, 2008

Las razones de la sinrazón usurpadora

Ricardo Andrade Jardí

La bomba C4 detonada en la ciudad de México el viernes 15 de febrero es, sin duda alguna, otro de los muchos distractores del usurpador desgobierno encabezado por Fecal, para desviar el debate público de la infinita violencia de su desgobernada usurpación.

El presumido combate al crimen organizado, el que es claro para miles de personas, con excepción de los tecnócratas administradores desde el desgobierno de los intereses trasnacionales que se organizan en el interior de las "instituciones del Estado", la bomba del D.F. es producto o del Estado mismo o del narcotráfico, lo que es casi lo mismo, si bien el material explosivo utilizado en la bomba es de uso exclusivo del Ejército, lo que quiere decir que o es el Ejército o son los que pueden costearlo los únicos que pudieron tener acceso a dicho material (explosivo), en caso de que la bomba no sea producto de un fingido atentado para justificar la idea de seguir militarizando el país y, entonces, queda la posibilidad de que el narcotráfico, aprovechando los malísimos servicios de "inteligencia" militar, pudo, porque esa es la "ventaja" del libre mercado donde el dinero puede todo, como grupo del crimen organizado tener acceso al material explosivo, el que muy probablemente fue adquirido, además, en el mercado libre de la industria armamentista, con conocimiento de la "inteligencia" militar, de aquí y de los EEUU. Por donde sea que fuera: el verdadero responsable de la explosión del D.F. no es otro más que el corrupto e impune desgobierno de la usurpación.

Pero, no nos engañemos, la bomba en el D.F. es sólo el principio de una política militarista que tiene, entre otros muchos, dos objetivos básicos: el primero militarizar al país y, muy particularmente, la Ciudad de México porque es el centro de resistencia social y bastión opositor al desgobierno del fraude.

La militarización de la ciudad, con el pretexto del combate al narcotráfico, busca la represión del movimiento social creciente --aunque los orgánicos intelectuales de la norma que permite hasta la farsa del pan blanco integral, el hecho sea matemáticamente improbable, por no decir que imposible, no quieran ni puedan verlo-- contra el TLCAN y su capítulo agropecuario y la privatización de PEMEX. Por cierto la empresa más rentable del continente, pese a los intentos prianistas de quebrarla sin poder conseguirlo.

Y el segundo objetivo de la bomba, la primera de muchas (y ojalá y nos equivoquemos, aunque la lógica de los acontecimientos parece decirnos que no), es para distraer la atención justamente de ese debate: el de las razones de no privatizar nuestros recursos energéticos basados, entre otras muchas cosas, en la defensa de nuestra soberanía y en las terribles experiencias de los países latinoamericanos que ya lo hicieron y todo lo perdieron, y las sinrazones de privatizar las paraestatales energéticas y, por lo tanto, estratégicas para beneficio exclusivo de un puñado de corporaciones trasnacionales.

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