jueves, marzo 13, 2008

El primer narco-Estado del mundo

Escrutinio

Juan José Morales

Estados Unidos y los países europeos presentan el problema del narcotráfico como si unos malévolos colombianos, mexicanos, turcos o panameños se dedicaran a envenenar a gente honrada y pacífica ofreciéndole cocaína y otras drogas. La realidad, sin embargo, no es tan simple. En gran medida, el contrabando de estupefacientes obedece a la demanda de las naciones ricas. Muestra de ello es el caso de Guinea-Bissau, una antigua colonia portuguesa del Africa occidental catalogada por la ONU como el quinto país más pobre del mundo. Este pequeño país de millón y medio de habitantes ha sido materialmente tomado por los narcotraficantes, que lo usan como escala entre Sudamérica y Europa, y han corrompido totalmente sus estructuras sociales, políticas y económicas.
Antonio Maria Costa, director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas sobre Narcotráfico y Criminalidad, comenta al respecto que, después de que durante siglos Europa devastó el continente africano con el tráfico de esclavos, ahora ha comenzado a arruinarlo con el tráfico de drogas.
Lo que ocurre es que en vez de seguir las tradicionales y muy vigiladas rutas a través de México y el Caribe, los narcos usan ahora la vía trasatlántica. Los aviones cargados de narcóticos parten de Colombia, hacen una breve escala para reabastecerse en Brasil y cruzan el Atlántico hasta Guinea-Bissau, donde aterrizan en aeródromos clandestinos o caminos rurales. En el caso de las embarcaciones, la navegación es nocturna. El día lo pasan detenidas, al pairo y cubiertas con lonas azul-verdoso para no ser vistas desde el aire. En cinco o seis días llegan a Africa y entregan su carga en sitios sin vigilancia o con la complicidad de autoridades locales corruptas, para luego reenviarla a Europa.
Hasta hace unos años, la cocaína era prácticamente desconocida en Guinea-Bissau. Incluso, según relata un reportaje del semanario británico The Observer, cuando unos campesinos encontraron un cargamento que había recalado en la costa, no supieron qué era aquel polvo blanco y lo usaron como abono —que resultó mortal— para sus cultivos.
Hoy, prosigue el reportaje, Guinea-Bissau está lleno de narcos sudamericanos que se mueven abierta y ostentosamente en lujosos vehículos blindados, poseen elegantes residencias, almacenes y tiendas, beben whisky importado y derrochan dinero a manos llenas.
Se estima que diariamente pasa por esa nación una tonelada de cocaína, y el valor anual de la “mercancía” vendida al menudeo supera con creces a su producto interno bruto. Y lo peor del caso es que Guinea-Bissau no sólo se convirtió en vía de tránsito de cocaína sino que el número de adictos entre sus habitantes está aumentando vertiginosamente.
Ante la gravedad de la situación, el comisionado de la ONU elaboró hace dos años un plan para mejorar el ejército y la policía, combatir la corrupción, elevar las miserables condiciones de vida de la gente, abrir fuentes de empleo y reforzar la vigilancia marítima y aérea. Ponerlo en práctica hubiera costado varios cientos de millones de dólares, pero ningún gobierno europeo quiso contribuir y fue necesario elaborar un nuevo plan, mucho más modesto, que costaría sólo 19 millones. Tampoco se consiguieron. Hubo que conformarse con la tercera parte: 6.5 millones. Fue todo lo que aceptaron dar las naciones ricas, las grandes consumidoras de drogas.
Hoy, Guinea-Bissau, antigua cantera de esclavos y colonia portuguesa, tiene la triste distinción de haberse convertido en el primer narco-Estado del mundo.

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