jueves, abril 24, 2008

Haití a la vista… México, 20 de 20

Carlos Fernández-Vega

Trillas: nuevas prácticas

Encarrilada como una de las economías menos resultona de América Latina, la mexicana se prepara para recibir un nuevo galardón en 2008: la de menor avance regional en el año y, de nueva cuenta, por debajo de potencias como Haití. Lo anterior en el mejor de los casos, pues los pronósticos no incluyen efectos adicionales a los hasta hoy resentidos por el efecto recesivo estadunidense.

A golpe de micrófono, el gobierno calderonista insiste en su tesis (el pato dispara a las escopetas) del “catarrito” económico en México, resultante de la “pulmonía” en su vecino del norte. Sin embargo, organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI, y regionales como la Cepal pronostican exactamente lo contrario, y suelen estar más cerca de la realidad.

En cualquiera de los casos, la mejor estimación para la economía mexicana indica un “crecimiento” de 2.7 por ciento en 2008, el menor “avance” de los últimos seis años, y directamente en competencia con el balance del sexenio foxista que resultó el peor entre los peores.

Difícilmente los mexicanos “viviremos mejor” (Calderón dixit) con resultados tan sólidos, toda vez que, como lo puntualiza la Cepal, este heroico país ocupará el último escalón a nivel latinoamericano en cuanto crecimiento económico, será el “de menor rendimiento en la región” y al que la recesión estadunidense “golpeará con mayor fuerza”.

El pronóstico calderonista original para el crecimiento económico mexicano en 2008 fue de 3.5 por ciento, proporción que “aumentó” a 3.7 por ciento como resultado del “gran impacto” de la “reforma” fiscal (la del gasolinazo). De allí, lo redujeron a 3 por ciento, para prácticamente de inmediato bajarlo a 2.8 por ciento, y eso que aún no concluye el primer cuatrimestre del año.

Con esos elementos, se mantiene el “avance” económico promedio a lo largo y ancho de los últimos 26 años, es decir, desde que el neoliberalismo y las promesas primer mundistas se instalaron en Los Pinos. Cinco gobiernos de ese corte, cada uno de los cuales reporta, de forma escalonada, peores resultados que el inmediato anterior. En ese periodo, a duras penas el promedio anual ha sido de 2.5 por ciento, lo que ubica a la economía mexicana entre los más feroces competidores de la haitiana; ambas intercalan posiciones (obvio es que en los últimos lugares latinoamericanos), para constatar cuál de los dos ofrece el peor balance, en el entendido que la isla caribeña está en desventaja, al carecer de la “solidez” y los “tesoros” de su rival.

Apenas en diciembre pasado, la Cepal pronosticaba un “crecimiento” económico para México de 3.3 por ciento en 2008, idéntica estimación asignada a la potencia haitiana, lo que en ese momento arrojaba un promedio de 2.54 por ciento para cada uno de los ocho neoliberales años de los panistas en Los Pinos, contra 3.42 por ciento de sus dos predecesores en la residencia oficial (Salinas y Zedillo; 2.58 por ciento si se incluye el sexenio de Miguel de la Madrid, con todo y devaluaciones y sacudidas), la mitad, a su vez, de lo registrado en los últimos dos sexenios del “régimen de la Revolución”.

Cada día más concentrados y privatizados los jugos de la “solidez” económica mexicana, obvio es que no alcanza para todos; tampoco es la intención, ni los genios neoliberales lo permitirían, en el entendido, aseguran, que lo que sobran son mexicanos “porque los beneficios allí están”. Así, la economía haitiana como paradigma de la mexicana. Para 2008, la Cepal pronostica un crecimiento de 3.5 por ciento para la primera y de 2.7 por ciento para la segunda. Así, la caribeña ocuparía el escalón número 18 en el contexto latinoamericano y la nacional el número 20 de igual número de países incluidos en la proyección del organismo regional. En el mismo sentido, el Banco Mundial coloca a México en el escalón número 23 de 25 posibles en su análisis latinoamericano, mientras al país isleño lo ubica en el número 22.

De concretarse tal estimación (aunque todo indica que será menor en los hechos), el “crecimiento” económico mexicano sería el más reducido de América Latina el Caribe, y, por ende, estaría por debajo del promedio regional (4.7 por ciento), e incluso del centroamericano (5 por ciento). Las mejores perspectivas corresponden a Panamá (8 por ciento), Argentina, Cuba y Perú (7 por ciento, en cada caso).

El único consuelo es que en 2007 la economía mexicana logró un honroso empate con la haitiana: 3.2 por ciento para cada una de ellas. Sin embargo, ese año la primera de ellas “avanzó” mucho menos que el promedio latinoamericano (5.7 por ciento), y muy por debajo de Panamá (11.2 por ciento), Venezuela y República Dominicana (8.4 y 8.5 por ciento en cada caso), Argentina (8.7 por ciento), Perú (9 por ciento), Colombia (7.5 por ciento), Costa Rica (6.8 por ciento) y Brasil (5.4 por ciento). El promedio de Centro América fue de 7.1 por ciento y el caribeño 3.9 por ciento.

Apenas iniciaba 2008, cuando ya la propia Cepal y la ONU advertían que en el año México podría “crecer” apenas uno por ciento “si se consolida el escenario recesivo que se vislumbra en Estados Unidos”, aderezado lo anterior con la profundización de la crisis hipotecaria en el vecino del norte y la depreciación del dólar. “La probabilidad de que ésta ocurra (la recesión) es hoy de 50 por ciento frente al 30 por ciento estimado a finales de 2007”, aunque de cualquier suerte, subrayaban, el país “mantendrá su relativamente lento nivel de crecimiento”.

Las rebanadas del pastel

No hay de qué preocuparse, que para el “catarrito” carstesiano (de Agustín) los organismos financieros multilaterales repiten la dosis en 2009: el pronóstico de lento crecimiento económico, por abajo del promedio regional, no se modifica… La lectoría denuncia que la editorial Trillas parece haber entrado en una nueva etapa de alta productividad: aumenta utilidades a costillas de sus autores, pues a algunos de ellos los han dejado sin paga desde febrero pasado, y a quienes respingan rápida y democráticamente les indican dónde está la puerta de salida, sin posibilidad de retorno.

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