lunes, abril 28, 2008

Monosueñismo

Michel Balivo

(Algo por lo que valga la pena vivir)

Comenzamos la semana con un nuevo gobierno en Paraguay, luego de 60 años de hegemonía del partido colorado con una resultante de 40% de pobreza crítica y 50% de analfabetismo. Esta es la mirada de una nueva sensibilidad que cae en cuenta de las consecuencias de nuestras organizaciones políticas, sociales y económicas, más allá de eufemismos como crecimiento del PIB, reservas internacionales, etc.
En la reunión extraordinaria del ALBA en Caracas el martes 22, el presidente Chávez saludó al nuevo presidente aludiendo que “solo nos faltaba un cura” en esta casta de nuevos dirigentes representativos de esa nueva sensibilidad. Mientras que el presidente Evo ejercitando aquello de a mal tiempo buena cara, le dio la bienvenida al “eje del mal”.
Fidel Castro era una extraña flor en la noche del desierto neoliberal, varias décadas tomó que se duplicara en un Hugo Chávez. Pero hoy desde el vientre de los pueblos y aunque traten de impedirlo con todas las artimañas disponibles, brotan ya sus representantes como verdes praderas en esta ABYA-YALA. («Tierra en plena madurez», nombre indígena para nuestra América).
Ahora seguramente comenzará a visibilizarse y hacerse audible el pueblo paraguayo liberándose de la censura que pesaba sobre su vida, sobre su verdadera historia, como uno más de tantos bloqueos a los que estamos sometidos. Y todo intento que hagan para volver a silenciarnos será contraproducente, solo avivará la llama encendida.
Lo mismo viene sucediendo en Colombia donde casualmente 60 años de conflicto armado vienen saliendo a la luz, junto con el juicio de ochenta y tantos congresistas, treinta y tres de los cuales ya están presos por nexos con los paramilitares. Ahora termina de entregarse a la justicia el primo del presidente Uribe, tras serle negado el asilo político en Costa Rica.
¿Casualidad? Tal vez. Pero la ONU termina de revelar datos escalofriantes. Mientras producimos alimentos para once mil millones de personas, casi el doble de la población existente, cada 10 segundos muere de hambre un niño menor de 10 años y cada día más de 1.600 millones de personas pasan hambre en el planeta. Paradójicamente, con el 0,5% de lo que EEUU invierte en guerras sería suficiente para evitar toda esta barbarie.
¿No es acaso paradójico que luego de miles de años de lucha para que la humanidad viva mejor y mientras ensoñamos caminar hacia un mundo feliz, teniendo además todo lo necesario para hacerlo, nos estrellemos con este triste e inhumano paisaje? Sin embargo, cuando la barbarie avanza o se evidencia no es el momento más apropiado para deprimirse y paralizarse.
En medio de esta tragedia griega lo que se pone en evidencia es que el conocimiento es una herramienta neutra, que puede ser usada, direccionada por las humanas intenciones para sembrar paz y bienestar, para cumplir los justos anhelos de la humanidad, pero también para frustrarlos magnificando la violencia. Lo cual pone en primer plano nuestra intencionalidad, nuestra libertad de elección como la posibilidad y el motivo de nuestra felicidad o sufrimiento colectivo.
Nos ilustra sobre las direcciones de acción que vienen luchando en el ser humano y en el mundo a través de sus conductas, en estas coloridas historias del bien y el mal que se visten según las modas. Comienza a dejarnos en claro por qué las luchas libertarias entre continuos avances y retrocesos solo obtienen resultados parciales, temporales.
¿Qué motivos se pueden aducir para que produciendo abundante y sobrado alimento para toda la especie, se doblen, tripliquen y cuadripliquen sus precios llevándonos a peores condiciones que en el principio de la historia? La única respuesta posible es ausencia de conciencia y su resultante inmoralidad, insensibilidad, inhumanidad.
Este no es solo un tema racional de organización y discernimiento de información, como podría creerse en nuestra época de predominio de desproporcionada inercia intelectual. Es también un tema biológico de hambre, sed, dolor, enfermedad, pestes y muertes. Es un tema moral, ¿o es que acaso nuestra conciencia es una entelequia aislada del cuerpo y su hábitat?
¿Seremos tan ingenuos para creer que una siquis colectiva, que en la gran velocidad y variedad de respuestas a su entorno pone en evidencia su sensibilidad en comparación con los reinos naturales, no sentirá ni evidenciará ninguna reacción ante estas circunstancias críticas a su supervivencia?
Si así fuera no tendría mucho sentido hablar de evolución, cuando no tenemos la capacidad de dar respuestas adaptativas a las circunstancias que nosotros mismos generamos. Afortunadamente la vida, el ecosistema orgánico, involuntario, simpático o como le queramos llamar, no sufre las mismas dudas existenciales que esta época de predominio intelectual. Mucho tiempo después de que su cuerpo saltó poniéndose a salvo de una serpiente, siglos en lo que al tiempo de salvaguarda de la vida se refiere, el observador sorprendido cae en cuenta del hecho.
Cierto es que existe un abismo en nuestra época entre intelecto, pensamiento abstracto y motricidad, hechos, conductas. Abismo que las tecnologías de los medios de comunicación se encargan de atizar y ampliar, introduciendo una mágica cajita de sueños en nuestras casas.
Invadiendo aún más nuestra intimidad para unificar hasta nuestros sueños no dejándonos ni siquiera esa libertad, pretendiendo también controlar y direccionar esa diversidad hacia un modelo único, dogmático de pensamiento, sueños, anhelos, culturas, formas de vida.
A eso le llamo ideología. El proceso de aprendizaje requiere que cada idea sea llevada a la práctica y comprobada por sus resultados para la vida. ¿No es eso evidente cuando hablamos de satisfacción de necesidades y supervivencia? Cuando tragamos y repetimos pasivamente como loros por años conocimientos, sin la menor comprobación en la vida práctica, estamos priorizando la retención de la memoria por sobre la realimentación de información que la acción nos da sobre esas ideas, por lo cual discriminamos el discernimiento y la creatividad.
Es de ese modo como nos convertimos en fácil presa de ideologías de moda que disfrazan intereses, tropismos históricos. Pues repitiendo como loros no hemos desarrollado el hábito de probar en los hechos los resultados prácticos de esas direcciones de acción. Somos fértil suelo para promesas de éxitos veloces, es decir, de corrupción.
Cuando hablamos de que se visibiliza y hace audible la voz de los pueblos pese a la censura impuesta, nos referimos a las condiciones precarias y esforzadas de vida que hemos sobrellevado obligados a soñar con futuros mejores como única alternativa. Nos hemos dejado convertir en esclavos, con suerte en asalariados, jornaleros, carne de sueños.
Por eso hoy despertamos sorprendidos a la conciencia de que somos una sucursal o franquicia del imperio de moda y nuestras instituciones y personalidades se han prostituido, mercantilizado. Hemos vendido nuestra libertad, nuestra humanidad por un plato de comida caliente, nos hemos vuelto mercenarios al servicio del mejor postor.
Y así, como jornaleros que caminan entre sueños, hemos llegado a creer, pese a todas las evidencias en contra, que podemos sembrar papas y cosechar rosas. Hemos llegado a la relatividad intelectual abstraída de las vísceras, que cae en la ingenuidad de creer que los hechos no tienen consecuencia, pueden ser impunes.
Eso es parte de reducir todo éxito posible a los premios o castigos sociales, al prestigio público. De allí hay solo un paso a mercantilizar la justicia humana ya que la conciencia ha sido borrada del escenario público. Pero pese a nuestra insensible ceguera, seguimos viviendo en un ecosistema orgánico en el que cada hecho tiene su lógica consecuencia.
¿Quieren más paradojas de nuestra sociedad moderna? Trabajar todo un año para reunir el dinero necesario a descansar unos días. Trabajar toda una vida para jubilarse y no hacer nada.
Esas son también creencias, sueños, ideologías, en que los ritmos de la vida se pervierten sometiéndolos a abstractos paisajes y trasnochadas visiones.
El resultado es que terminamos enfermos, agotados, con nuestros ahorros en manos de entidades privadas que especulan con ellos, con la salud y los estudios privatizados, la alimentación en manos de corporaciones transnacionales. Y lo peor de todo es que aunque realmente llegáramos a ese sueño de no hacer nada, no estaríamos en capacidad de disfrutarlo porque solo sabemos preocuparnos, vivir en el tiempo futuro.
Cuando sería tan simple organizar solidariamente la sociedad con las tecnologías de que disponemos, ajustando las ideologías a lo que los ineludibles hechos testimonian, trabajando todos para el simple bienestar de todos en lugar de vivir persiguiendo ensueños personales que se enfrentan generando violencia, disipando inútilmente energía, destruyendo unos lo que otros construyen. ¿Podemos llamar a eso una economía inteligente?
La presidenta Cristina Fernández en su visita a Ecuador para poner la piedra fundamental de una central generadora con tecnología argentina de punta, repitió lo dicho en la cumbre de Río: “la ilegalidad no puede combatirse con más ilegalidad”. Agregó que esta coyuntura histórica nos pone, tal vez para sorpresa de muchos, ante el reto de la energía y los alimentos.
Supongo que se refería a que bajo ese problema se disfraza la oportunidad de que nuestro continente con sus grandes superficies cultivables y deshabitadas, con su riqueza acuífera, energética y de materias primas, deje atrás el subdesarrollo planificando concertadamente el crecimiento, incluyendo ahora su gran capital humano con justicia social creciente.
Coincido con ambas afirmaciones, con asumir plenamente todo reto que nos presente la vida, dándonos cuenta que en la medida de la dificultad se desarrolla la fuerza, el poder. Pero sin olvidar que el poder de la inteligencia disociado del amor es lo que nos ha traído hasta estos desenlaces. Han de ser la fe o el temor guiando nuestra libertad de elección, los que decidan que direcciones le daremos a nuestras vidas y qué frutos cosecharemos en consecuencia.
Quiero resaltar también la parte en que se refiere a la sorpresa ante esta coyuntura histórica. Porque ejemplifica esto de venir sembrando papas creyendo que cosecharemos rosas, y la sorpresa o extrañeza que sufrimos cuando nos estrellamos contra una montaña de papas. Termina resultando que todo esto lo hace y es culpable una entidad a la cual llamamos Historia, así como antes se llamó Tor a los relámpagos y truenos, Eolo al viento, Neptuno al mar. Entidades todas ellas que según su aleatorio humor rigen nuestros destinos. (¿No les recuerda a los caprichosos designios del dios dinero?)
Pero eran los antiguos los ignorantes y supersticiosos. Nosotros solo discutimos sobre la conveniencia y superioridad del monoteísmo, la monogamia, el monosueñismo, mientras con nuestras acciones y poderosas tecnologías desestabilizamos el clima, enterramos o hundimos alimentos para que no bajen sus precios y caminamos alegres hacia el mundo feliz.
Creo que luego de este paseo tragicómico por el caudaloso río de la historia, es decir por la inercia o tropismo de nuestros hábitos y creencias y sus hechos resultantes, comienza a resaltar que pese a que vivamos entre sueños, la acumulación de nuestras acciones genera ineludibles consecuencias.
A medida que la verdadera historia de los pueblos comienza a liberarse de la censura, incluyendo la de Europa y EEUU, nos vamos dando cuenta que hemos jugado a “sepulcros blanqueados”. Hemos vivido representando apariencias, impresionados con que lo bueno y respetable es una marca de ropa, zapatos, un corte de pelo y un perfumito de moda.
Mientras nuestras conductas generan violencia y huelen a muerte y la educación se basa en el “haz lo que digo pero no lo que hago”. No es suficiente con que el imperio quiera corrompernos para que eso suceda. Hace falta también que estemos predispuestos a creer en sus cuentos y a traicionar por espejitos de colores, palos de fuego y agua ardiente nuestros principios.
Hace falta que aceptemos creer que nuestra sensibilidad y conciencia son también un cuento que podemos acallar y enterrar para entregarnos a esos sueños de felicidad virtual. Para luego vivir avergonzados y escapando del fantasma de lo que fuimos, sin el suficiente valor para aceptar nuestro error y rectificar.
Sensibilidad, conciencia, acción y responsabilidad, son una sola y la misma cosa. Cuando deslumbrados por ensueños se la vendemos al diablo como decían nuestros antepasados, perdemos el timón de nuestras vidas y la alegría natural con que nacemos se aleja cada vez más de nosotros, o le damos espaldas en pos de nuevos sueños.
Por ello hoy despertamos sorprendidos en medio de la acumulación de hechos colectivos que irrumpen inevitablemente en nuestro escenario público y conciencia. ¿Cómo puede ser que estemos cosechando, estrellándonos contra una montaña maloliente de sucias papas, cuando esperábamos la sutil fragancia y bellos colores de un ramo de pimpollos de frescas rosas?
¿Cómo puede ser que luego de miles de años y con las sofisticadas tecnologías de que disponemos, sean el hambre y la violencia las que crezcan? Este abrupto despertar en medio de la sacudida que los hechos le dan a nuestra conciencia, (o a su ausencia), identificada con ideologías y sueños, me parece a mí el fenómeno sicológico esencial de nuestra época.
Lo que puedo conductualizar, lo que puedo hacer puedo vivirlo. No otra cosa es lo que estamos presenciando y sufriendo o disfrutando. Porque los hechos no se quedan a nivel de ensueños ni de ideas, sino que afectan y reaccionan la totalidad de lo que somos.
Y es de ese modo que comenzamos a volver a la conciencia de lo que realmente somos, despertando del sueño del tiempo, de aquello que nos impresiona y parece al alcance de la mano, pero que jamás termina de llegar, jamás llegamos a poder vivirlo.
La reunión extraordinaria del ALBA, además de apoyar contundentemente a Bolivia en las circunstancias secesionistas que está enfrentando, acordó la planificación de una producción y reserva conjunta y complementaria de alimentos, y dispuso ya un fondo colectivo para su implementación. Soberanía y seguridad alimenticia continental.
Así se comienzan a reconocer los errores y desvíos conductuales por la fuerza de lo hecho y lo dejado de hacer, que produce hambre, dolor o alegría, satisfacción. Este es un momento de direcciones de acción. Direcciones de acción o ideas-fuerza comprobadas en su bondad o maldad de resultados para la humanidad y su hábitat.
La intensidad y velocidad con que se desencadenan las consecuencias de esa dirección o tropismo de acumulación de hechos, ya no posibilita seguir pensando sobre el pensar, seguir discutiendo eternamente en lugar de simplemente ponerlo en práctica y comprobar sus resultados.
Esto exige el ajuste de la siquis colectiva, confundida, desorientada entre múltiples ideologías superpuestas a las direcciones de hábitos, solo para justificar la injusticia de los resultados. Para adornar las dobles intenciones que tras los discursos se esconden, es decir el diablo disfrazado de bella dama o príncipe, la falsa promesa de felicidad que nunca puede provenir de la injusticia, que necesariamente implica engaño y violencia para imponerse, sostenerse.
Ahora el PSUV propone planes de acción según las necesidades de cada localidad, surgidas del consenso de la propia comunidad. Para esos planes de acción se buscarán e identificarán los perfiles de personalidad apropiada para llevarlos a cabo, no solo capacidades técnicas sino también y sobre todo morales, comprobados ya por su desempeño y ejemplo político y social.
Se propondrán entonces las personas apropiadas para desempeñar los cargos en gobernaciones y alcaldías, que firmarán un compromiso con el plan que las comunidades decidieron por consenso. Los que lancen campañas extemporáneas, los que pretendan llevar a cabo proyectos personales por fuera de ese consenso, se auto excluyen del PSUV.
A mi me parece un buen intento, un buen ejercicio práctico para romper con la inercia que nos arrastra. Sobre todo para ampliar la conciencia de los hábitos que hasta estas circunstancias nos trajeron y poder entonces corregirlos. No se trata de una caza de brujas, de gente buena o mala. Porque con esas consideraciones sentimentales no resolvemos ni cambiamos nada.
Sino de toma de conciencia de direcciones de acción, de conductas que dan frutos amargos y de ejercicios prácticos que nos vayan permitiendo cambiar su sabor acción tras acción, día tras día. En presente y puntualmente es necesario neutralizar las intenciones del imperio de turno por supuesto.
Pero la verdadera garantía de no volver a caer en manos de nuevos sueños, dioses, entidades, imperios, dueños, hambrunas, guerras, etc., es la de reconocer y dejar atrás los hábitos y creencias que produjeron estos resultados, esta sociedad injusta y violenta. Volver al simple reconocimiento de que cada acción da su fruto, que cada fruto tiene su sabor y fragancia.
No hay modo de engañarnos, de engañar a la vida, no podemos sembrar tormentas y esperar cosechar cielos calmos y límpidos. No hay modo de renunciar a nuestra sensibilidad y conciencia, a la responsabilidad inmediata e ineludible de nuestras acciones, y pretender mantener el timón de nuestras vidas, no podemos servir a dos dioses al mismo tiempo.
Cuando de verdad comprendamos y comprobemos en los hechos esta simple afirmación, ya no habrá fuerza en el mundo capaz de hacer que nos traicionemos, desviándonos de las elecciones que hayamos realizado. Por lo cual comenzará a desmoronarse todo el mundo mental sustitutivo que construimos en compensación a las acciones injustas, es decir, violentas.
Termino diciéndoles que la historia gira sobre el eje de los justos resultados de las acciones. EEUU, el que paga para que no se produzca y poder mantener así los precios del mercado, el que subsidia a sus productores agrícolas mientras pretende que los subdesarrollados del tercer mundo se abran al libre mercado, está en estos momentos racionando la venta de arroz.
Todo el llamado primer mundo y los que imitan su modelo, caminan aceleradamente hacia la pérdida de calidad de vida y el inevitable aumento de represión y violencia, pues no disponen de otras alternativas. A nosotros nos corresponde construir modelos de vida más justos y eficientes. Y no hay modelo más justo y eficiente, que produzca mayor ahorro de energía y creatividad, que el de la solidaridad. Porque se ajusta a la economía estructural del universo.
Cuando podamos comparar desde el mismo principio de nuestros estudios los resultados de un latifundio esclavista frente a una empresa de propiedad, producción y distribución social, donde el bienestar del ser humano es la prioridad, podremos elegir a conciencia que dirección le daremos a nuestras conductas, a nuestras vidas.
En Venezuela, con el nuevo impuesto a la ganancia súbita, aplicado a todo precio del petróleo que exceda de 70 dólares sin necesidad de realizar inversiones, se lanza la “Misión 13 de Abril” para el desarrollo del Poder Popular o Comunal. Se pretende así crear varios centros piloto que sirvan de muestra de las comunidades del futuro. En la próxima reunión de UNASUR se discutirá la alfabetización continental propuesta por Venezuela. Hechos son amores.

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