jueves, mayo 01, 2008

Hay hambruna en pueblos del mundo

Población indígena de Yucatán no es excepción

Gilberto Balam Pereira

La FAO y la ONU consideran que la emergencia alimentaria mundial causada por el encarecimiento actual de los alimentos, debe aprovecharse para impulsar la agricultura en países pobres y ricos.
La ONU hace un llamado urgente para apoyar a millones de personas víctimas del hambre en todo el mundo. Pide a los países ricos que ayuden a los pobres. “DEBEMOS ALIMENTAR A LOS HAMBRIENTOS”. Y pide una ayuda de 2,500 millones de dólares para combatir la crisis. ¡Qué bueno! Alcanzarán para los chicles de esos millones de hambrientos. Pero si aquéllos, los ricos, combatieran la pobreza ¿quiénes van a propiciar sus fortunas?
Lo curioso es que hasta ahora estos organismos internacionales se acuerdan de que hay hambrunas, unas evidentes como en Africa, y otras sutilmente enmascaradas como en zonas indígenas de México, incluyendo Yucatán.
En los tres últimos años 100 millones de personas quedaron sumidas en la pobreza. De éstos últimos el 70% viven como campesinos de insuficiente subsistencia.
Ki Moon, Secretario General de la ONU, pidió en Ginebra recientemente que los ricos apoyen a los pobres, pero a ello se limita, sin mencionar las estrategias para luchar contra la desigualdad. Teme mencionar que sin democracia, sin corrupción, sin depredación, sin el desprecio a la salud y a la educación, sin empleo bien remunerado, vicios tan arraigados entre los ricos contra los pobres, mientras persistan estas formas de enriquecimiento de las oligarquías los pobres seguirán muriéndose de sed y hambre.
Cuando se aprobaron y firmaron los acuerdos de TLC en muchos países, tales organismos internacionales nunca advirtieron los riesgos, desventajas e inequidad que representan dichos Tratados. Y menos se han ocupado en denunciar la rapiña y devastación que sufrieron los pueblos pobres que se involucraron en esos convenios. ¿Por qué? Porque la ONU y la FAO como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio son organismos que por siempre han defendido los intereses de E.U.
Y si no, nomás fíjense en las ridículas y absurdas palabras del Secretario de la ONU con las que trata de explicar las causas de la crisis alimentaria:
El aumento de los precios de los combustibles, la demanda creciente de alimentos, malas políticas comerciales, el cambio climático, la especulación y la producción de biodiésel. A continuación casi musitando, el Secretario tibiamente agrega: “que los países ricos contribuyan a paliar la crisis que ellos mismos generaron”.
Por México, el periódico El Universal considera que “en este contexto de pobreza se encuentran muchas zonas conurbanas que podrían ser las más afectadas por el alza mundial de los precios de alimentos, según alertó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE.
El gobierno federal a través de Rocío Ruiz, subsecretaria de Industria y Comercio de la Secretaría de Economía, incurre en un doble lenguaje como acostumbran estos políticos: “hay estabilidad en el precio de la canasta básica por todo el año, aunque… se tomarán medidas para afrontar una probable escasez”.
Es posible que a la gente mayoritaria (choca que se le diga “común y corriente” porque no es lo uno ni lo otro) todavía no le caiga el veinte, cuando que es tiempo de ponernos las pilas. Estamos tan entretenidos con “nuestro” petróleo y ni siquiera reparamos en la crisis alimentaria.
Por de pronto, el precio del arroz ha subido hasta 33% en algunas latitudes. Y en México la disponibilidad del cereal será complicada hacia el tercer trimestre del año. Y es que el país está importando el 65% del grano.
Por su parte, el maíz ha alcanzado un precio récord de incremento de 6.2.dólares el bushel en E.U. ¡insólito! en el buen español (no inédito que es lo que no se ha editado, pero ni modo, no son modernismos sino barbarismos).
Y así seguirán dándose las sorpresas de los altos precios de los alimentos en el país, fenómeno que ya nos está llegando más pronto de lo que esperábamos, sin sentirlo.
En pláticas con campesinos milperos del Sur, se quejaban preocupados de que han subido exorbitantemente los precios de los fertilizantes y de las semillas de calidad seleccionada; lamentablemente las semillas comunes no tienen las ventajas de las primeras. “Como usted comprenderá, esto nos obliga a elevar el precio del maíz si logramos la cosecha o abandonar este cultivo”. Desaparecerá el maíz como componente de las culturas indígenas.
¿Y qué haremos sin maíz?, me pregunto. Si ya lo dijeron los del FAP “sin maíz no hay país”, ¿se imaginan tener que comer frijol con puerco con pan de barra o de caja o kastakán de chicharras con hogaza?
La cuestión es más seria de lo que imaginamos. Se nos viene además encima la ola del etanol. Brasil a la cabeza está demostrando que es más rentable la producción de caña de azúcar y maíz que la de éste último. Pero los biocombustibles son tan devastadores del medio ambiente como los residuos del petróleo. E.U. y Europa están tan encampanados, entusiasmados con la política del etanol brasileño que no tardan en emprender muchos países la misma política de este biocombustible que se presenta como la mayor amenaza de destrucción del planeta ante la posibilidad de la devastación de los bosques, de los suelos, la contaminación de químicos que se utilizarán a gran escala como pesticidas y herbicidas, al grado de que de nuestro planeta no heredaremos nada a nuestras siguientes generaciones.

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