sábado, mayo 17, 2008

La advertencia de Bartra

Por Francisco Luna Kan

Fueron muchas las voces que se levantaron para evitar llegar a esta época de alzas en los precios de los alimentos de origen animal y vegetal. Gobiernos insensibles equivocaron las políticas agropecuarias. Sostenían las tesis que era antieconómico producir alimentos que, según ellos, se conseguían a precios más baratos en el mercado internacional.
Atrás quedaban las épocas que pese a las críticas, los presidentes Luis Echeverría y López Portillo se preocuparon por ofrecer apoyo de todo tipo a los campesinos y sus organizaciones. En el sexenio de LEA el líder de la Confederación Nacional Campesina, Alfredo Bonfil, recorrió el territorio nacional para estimular la extensión de la superficie cultivable. Su lema: “que no quede tierra sin cultivar” fue atendida y se obtuvieron buenas cosechas de alimentos y materias primas.
Con López Portillo y su Programa Nacional Alimentario se conjuntaron esfuerzos oficiales y de participación de los productores en la búsqueda de la autonomía alimentaria nacional. En ambos sexenios se consolidaron los estímulos económicos para la producción: la banca oficial concedió créditos para las diferentes fases de preparación de tierra, el uso de semillas mejoradas y fertilizantes; sistemas de riego; almacenamiento de las cosechas, asesoría técnica en las etapas de preparación, siembra y cosecha; establecimiento de precios de garantía. Adicionalmente se pusieron en práctica programas para elevar el nivel de vida de la mujer campesina; la vivienda fue objeto de atención y apoyo y se orientaba la comercialización de las cosechas. De la participación en la organización, dirección y financiamiento de las labores agrícolas y ganadería ejidal surgieron varios dirigentes honestos que fueron proyectados a posiciones políticas para que reforzaran las gestiones a favor de los productores. Los proyectos de apoyo al campo comprendieron aspectos de educación formal y de salud pública: sobresaliendo en esta área la construcción de Centros de Salud de Atención primaria; la capacitación a las parteras empíricas y el mejoramiento de la vivienda rural.
Dirigentes nacionales, estatales y locales de organizaciones campesinas tenían acceso al mismo Jefe de la Nación, y la residencia oficial de Los Pinos fue sede de varios actos agrarios. Así se entiende que en esa época el Presidente de la República podía visitar las más apartadas regiones apenas con una pequeña guardia de seguridad, lo que contrasta con la legión de “ayudantes” que ahora acompañan al Jefe del Ejecutivo Federal.
Esta evocación del pasado viene al recuerdo porque el diario La Jornada, de la Ciudad de México, publicó el 3 de este mes el número 8 del suplemento “La Jornada del Campo” con contenido de celebraciones de elevado interés en el que sobresale un trabajo de Armando Batra denominado “Un Fantasma Recorre el Mundo: el Fantasma del Hambre” del que extraigo algunos tópicos: “las políticas públicas comprometidas con el agro constituyen exigencia del movimiento campesino, desde las movilizaciones de 1995, recuperada en 2003, por el movimiento del Campo no Aguanta Más, seguida de la exitosa campaña llamada Sin maíz, no hay país”.
Recuerda que desde la década de los 80 del siglo pasado “quienes gobiernan están convencidos de que la agricultura debe someterse a las señales del mercado y que en un modelo exportador no caben los campesinos”. Después de la Segunda Guerra Mundial (1941-1945), señala el autor, en los siguientes 30 años el precio de los alimentos se redujo 75%, por mayores rendimientos y cosechas como resultado de tecnologías asociadas a la Revolución Verde, que dieron lugar a una agricultura industrial”.
De ahí se dedujo que era más razonable (?) la importación de gramos baratos en relación con los que se produjeran nacionalmente, pero encarecidos. Tales condiciones permitieron mantener bajos los precios de los granos básicos, dándole forma de validez a tal decisión. El mismo Bartra recuerda que esta fase terminó: para lo cual invoca registro de The Economist a partir de 1845 para concluir que “los inventarios de los cereales, como porcentaje de la producción son los menores jamás registrados” Reporta que “a fines de 2007 como saldo de un incremento de 130%, el trigo llegó a 400 dólares la tonelada, el mayor precio de que haya memoria, y el maíz escaló los 75 dólares, también un récord”.
Continúa su relato atemorizante: “estas alzas provocan el encarecimiento de otros cultivos como el arroz que en los primeros meses del 2008, tuvo un alza de 75% y en tanto que se dan en insumos ganaderos, ocasionan el encarecimiento de la carne, el huevo y los lácteos”. Cita Bartra datos de institutos especializados en la materia que estiman, “según el Banco Mundial (BM) que de continuar las tendencias actuales el precio de los alimentos aumentaría entre 20 y 33% para 2010 y entre 26 y 35% para 2020”.
Ante la evidencia presentada por el investigador Roger Bartra y la época en que los mexicanos están atentos el destino de las cinco iniciativas presidenciales, relacionadas con el petróleo de nuestro país, enviadas al Senado. Si recordamos, además, la etapa de inseguridad que nos aterra en prácticamente todo el territorio nacional, tendremos que concluir que no podremos superar todas las adversidades que ahora padecemos con sólo expresiones como “ya basta” pronunciada por el presidente Calderón. La sociedad debe actuar en función no de la publicidad oficial que muchos medios difunden, sino con su participación activa para demandar a diputados y senadores una patriótica actitud para que PEMEX permanezca al servicio del desarrollo nacional. Esta es una posibilidad real para reencauzar el bienestar perdido.
De equivocarnos en nuestro respaldo a las decisiones sobre el petróleo, estaremos conmemorando un Bicentenario de la Independencia, entregando la economía nacional a intereses extranjeros, en perjuicio del pueblo mexicano ¡cuidado!

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