sábado, mayo 31, 2008

La reforma laboral sin derechos obreros sigue tras la privatización de Pemex

Pedro Echeverría V.
Rebelión

1. El secretario de Trabajo, Javier Lozano Alarcón señaló hace unos días frente a líderes y obreros de la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM) que "si se quieren más empleos y mejores salarios, debemos ser más competitivos y productivos". Dijo que hay que acostumbrarse al marco de la legalidad: "el Artículo 123 y la Ley Federal del Trabajo, nos guste o no nos guste, esa es la que vamos a cumplir todos". Refrendó su compromiso por mantener un diálogo permanente con las organizaciones sociales y obreras, con absoluto apego y respeto a las leyes, lo que sin duda nos conduce a fortalecer el orden social de México. Manifestó que el incremento en la productividad y competitividad no se hará a costa de los derechos de la clase trabajadora. Por ello, agregó, es fundamental armonizar los intereses entre los factores de la producción con el fin de vigorizar a la economía nacional. En tanto Calderón jura que el petróleo no se privatizará, Lozano dice que nada cambiará en la ley del trabajo.

2. Sin embargo, la realidad es muy distinta porque el proceso de privatización que el país vive, por lo menos desde 1982, parece irreversible. Se privatizaron los ferrocarriles, los teléfonos, las tierras, los bancos, las empresas aéreas, los fondos de pensiones, más de un millar de empresas paraestatales se vendieron al capital privado a las desaparecieron. Los servicios de salud y educación pública se han estado privatizando. La electricidad y el petróleo buscan privatizarlos en estos meses. ¿Puede pensar alguien acaso (sin caer en la imbecilidad) que la llamada reforma laboral que busca imponerse no responde precisamente a ese proceso privatizador? Lozano, el funcionario derechista de El Yunque, de manera autoritaria exige que se cumpla el artículo 123 Constitucional y la ley del trabajo, pero no dice que son precisamente las autoridades y los empresarios quienes lo pisotean impulsando la contratación individual, desconociendo los derechos obreros conquistados y violando el derecho de huelga.

3. Las maquiladoras que funcionaron en los ochenta y noventa en México con capital privado y reglamentación yanqui se convirtieron en modelo empresarial para exprimir a los trabajadores con trabajo intensivo, contratación individual por día, por hora y por piezas producidas, sin derecho a organización sindical, sin definitividad o estabilidad laboral, con prestaciones mínimas y nulificando derechos sindicales históricos conquistados durante muchas décadas de luchas. Se pretende que los empresarios, con toda la complicidad gubernamental, contraten a quien quieran, por el tiempo que deseen y que lo puedan sacar del trabajo cuando les de la gana o puedan cerrar sus fábricas cuando se les antoje dejando en la calle a los obreros. Nada de esto tiene que ver con la legislación mexicana actual que fue fruto de la Revolución Mexicana que (aunque burguesa) tenía en su tiempo un movimiento de masas en las calles que ejerció presión en propio beneficio.

4. No debe olvidarse que l os sindicatos son organizaciones de defensa de los intereses de los trabajadores. A pesar de que la mayoría de los directivos de esas organizaciones tienden a corromperse vendiéndose al gobierno o/y a sus patrones empresarios, si los obreros no cuentan con una organización sindical serán más maltratados y explotados. Hay que luchar contra los dirigentes corruptos que se venden, pero los trabajadores nunca deben estar sin organización de defensa colectiva. El gobierno, los empresarios, los medios de información, los partidos de derecha, incluso muchos intelectuales individualistas, desprecian a los trabajadores y a sus organizaciones; quisieran que éstos se dediquen exclusivamente a trabajar, a producir, a hacer más ricos a los empresarios, sin meterse en nada sindical ni político, sin exigir derechos ni salarios. Exigen mucha productividad para que el empresario se haga millonario, pero cuando se pide salario obrero, reprimen.

5. Los trabajadores, como productores de la riqueza, deben mejorar cada vez más sus condiciones de trabajo. Si el artículo 123 y el mismo funcionario pro empresarial Lozano dicen que hay que “equilibrar los intereses del trabajo y del capital” debería entenderse que no hay motivo legal alguno para que los empresarios se hagan cada año más multimillonarios y los trabajadores cada vez estén más pobres y miserables. ¿De qué “equilibrio” habla el gobierno mexicano y su secretario de Trabajo si el salario del obrero representa sólo una milésima parte de la plusvalía que obtiene el capitalista en el mismo tiempo? Los obreros siempre han estado abiertos a la realización de cualquier reforma laboral que les beneficie, pero nunca deberán aceptar discutirlas en condiciones de debilidad. El gobierno y los empresarios escogen siempre la coyuntura en que mejores condiciones para ganar tienen. Los obreros no pueden aceptar que les vean la cara de tontos por empresarios y líderes.

6. Cuando el eterno líder charro o vendido Fidel Velázquez aún vivía, la oposición obrera era muy débil. La CTM y el Congreso del Trabajo, sin consultar a nadie, arreglaban todo con el gobierno del PRI y no existía nada que interrumpiera aquellos acuerdos. Después de su muerte en junio de 1997 (incluso muchos años antes) varios sindicatos comenzaron a rebelarse y a indisciplinarse al viejo corporativismo sindical. Hoy los electricistas, telefonistas, el sindicato minero, el del Seguro Social, el universitario, no pueden aceptar esas reformas laborales que pretenden imponerse. La movilización se ha convertido en una poderosa arma de campesinos, obreros, maestros, sociedad civil, para frenar esas medidas que lesionan los intereses de los trabajadores y del pueblo. Las grandes movilizaciones convocadas por López Obrador, la de los electricistas, las oaxaqueñas, las de la CNTE, las del EZLN, las de otras organizaciones, han logrado frenar al gobierno.

7. Millones de mexicanos, por experiencia, ya no podrán decir después de ver o estar en las movilizaciones y después de observar que los gobiernos se ven obligados a dar pasos atrás, que no se puede nada contra el gobierno y sus compinches. Hay estados de la República muy jodidos por carecer de esas experiencias movilizadoras y por estar penetrados por poderosas clases conservadoras, reaccionarias y clericales: Yucatán, Campeche, Nayarit, Colima, Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro; pero hay muchos más estados que llevan siglos luchando contra la explotación, la miseria y la injusticia que han aprendido que nada se puede lograr si no hay luchas en las calles. Saben por experiencia que la clase dominante no está dispuesta a reconocer la justicia para los de abajo sino no se le exige con movimientos fuertes que la obliguen a actuar con verdad y con decencia. Las batallas sí pueden ganarse contra la clase que mantiene el poder económico, político y militar.

8. Hay que exigir a las organizaciones de trabajadores que no den paso atrás alguno en la reforma laboral. No deben confiar en un funcionario panista derechista que exige “productividad y competitividad” obrera mientras la mantiene en condiciones de miseria y desempleo. Ni un paso atrás en la contratación colectiva, en las conquistas laborales, en el derecho de huelga y en la organización sindical. Los trabajadores tienen el derecho de conocer los libros de la empresa para conocer su producción, el pago de sus impuestos y el monto de sus ganancias. Cualquier reforma debe ser con la participación de los trabajadores para asegurar su bienestar. Si la coyuntura no les favorece para salir a la calle a defender sus derechos entonces lo mejor es combatirla para aplazarla. Basta ya que los trabajadores sigan entregando sus energías, su sangre, su vida, para seguir engordando a una clase parasitaria que quiere más riquezas y privilegios sin importarle un bledo las condiciones de vida de los trabajadores.

pedroe@cablered.net.mx

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