martes, julio 22, 2008

Darfur: La encrucijada
En las afueras del El Fashir se encuentran algunos de los campos de refugiados internos

Darfur, Sudán, (apro).- El ciclo del cambio climático ahoga a los seis millones de habitantes de la región de Darfur. La mitad de ellos se refugia en Chad o viaja errante por esta región ubicada en el oeste de Sudán. Huye de la hambruna provocada por la escasez de agua y de tierra fértil; pero sobre todo, huye de los combates entre los rebeldes y las fuerzas gubernamentales. Sólo en el primer semestre de 2008 la Organización de Naciones Unidas (ONU) registró 180 mil desplazados internos en ésta zona del país. En El Fashir, la capital de Darfur, el gobernador de la región, Mohamed Osmar Kibir, indica a Apro: “La situación empeora. No tenemos suficiente agua y la desertificación progresa”. Explica que le faltan recursos para socorrer a 451 mil desplazados internos en el norte de Darfur. Isaan Mahmoud, ministro de Asuntos Sociales de Darfur, precisa, en entrevista, que se requieren de manera imperiosa 93 mil toneladas de alimentos y agua potable para contener el hambre y la sed. Informa que las reservas de víveres que envió la ONU se han reducido a la mitad y que su distribución está permanentemente amenazada por ataques de grupos no identificados en contra de los vehículos que transportan los alimentos. En Darfur existen 28 facciones rebeldes que luchan en contra del ejército y las milicias progubernamentales de los Yanyauid. A esto se agrega las hostilidades armadas entre Chad y Sudán. Los gobiernos de ambos países se acusan de financiar a grupos guerrilleros que actúan en sus respetivos territorios. El fantasma de una guerra abierta amenaza con desestabilizar aún más a esta región.
Hambre y violencia
En las afueras del El Fashir se encuentran algunos de los campos de refugiados internos. El de “La Paz” está formado por 27 bloques, en el que existen improvisadas construcciones de caña. Aquí viven hacinadas más de 50 mil personas. Por lo general, se trata de familias que escaparon de la limpieza étnica contra los Fur, los Zahawa, los Msalit y otros grupos étnicos de raza negra que, pese a ser musulmanes, no tienen origen árabe. El conflicto interétnico tiene su causa en la disputa por los escasos recursos de la región, sobre todo por el agua, y por las cada vez menos tierras fértiles, las cuales –debido al cambio climático-- sufrieron en la segunda mitad del siglo XX una aguda desertificación. Las etnias de raza negra –dedicadas sobre todo a la agricultura-- entraron en colisión con los grupos de origen árabe que llegaron posteriormente y cuya principal actividad es la ganadería. Éstos son conocidos como los Baggare (“los de las vacas”). El ascenso al poder del régimen militar del presidente Omar el Bachir, de signo islamista, alentó las expectativas de la población de origen árabe. En 2003 –cuando aún se mantenía la segunda guerra civil entre el norte árabe y el sur cristiano y animista de Sudán--, el conflicto en Darfur estalló: dos organizaciones formadas por etnias de raza negra –el Movimiento Justicia e Igualdad (MJI) y el Movimiento de Liberación de Sudán (MLS)-- acusaron al gobierno de oprimir a la población nativa en beneficio de los árabes. Y se levantaron en armas.En respuesta, el gobierno no sólo lanzó al ejército a la región. También organizó y financió a los árabes Baggara para crear las milicias paramilitares conocidas como Yanyauid. El resultado: más de 300 mil muertos y casi tres millones de desplazados en los últimos cinco años. Abdala es padre de familia con cinco hijos. Su aspecto delata la desnutrición. Dice al reportero: “Ya no tengo la carta de racionamiento de la ONU. Con lo que nos dan para el mes, comemos a penas diez días”.Adam Masmoud Asen es el coordinador de los pobladores del campo. Se queja de la falta de agua potable, pese “a los dos barriles diarios que recibe cada familia”. Ahmed Ismael Yado, un maestro de El Fashir que viene todos los días al campo de refugiados para impartir clases de educación primaria, confirma que sus 370 alumnos dependen de la ONU para sobrevivir. Se trata, pues, de familias que se encuentran en medio de enfrentamientos armados y bajo el azote del cambio climático; familias que no pueden volver a sus lugares de origen, donde todo ha sido destruido y la inseguridad sigue reinando.
El “Consejo”
De las 138 tribus identificadas en el norte de Darfour, unas 21 envían a sus reyes y sultanes al El Fashir para reunirse en Consejo y buscar soluciones inmediatas con independencia del gobierno. Al caer la noche, luego de las oraciones del crepúsculo, 12 de ellos invitan a un grupo de periodistas que se encuentran de paso por El Fashir para que asistan a sus deliberaciones. Son hombres negros y altos, vestidos con túnicas blancas. Algunos tienen bastones simbólicos de mando y teléfonos celulares. Adam, Daud, Lab Kabir, Monzur y otros se suceden en el uso de la palabra. Perciben claramente la catástrofe que se abate sobre ellos. El volumen de las cosechas es menor debido a la falta de lluvias y mano de obra, pues gran parte de la población activa de Darfur está refugiada en Chad o dispersa en los campos de desplazados internos. “Las ayudas del gobierno y la ONU son insuficientes y muy flojo el papel jugado por la Unión Africana”, exclama uno de los jefes tribales. “La guerra destruye la vida y retrasa todo”, añade otro. Ninguno se muestra a favor de que Darfur se separe de Sudán. Todos concuerdan en un modelo para conseguir la paz: “Los 28 grupos rebeldes en Darfur deben dialogar y ponerse primero de acuerdo entre ellos, antes de ir a negociar la paz con el gobierno”, resume uno de ellos.Pero, para garantizar unos eventuales acuerdos de paz, todos reclaman la intervención de la comunidad internacional. De hechos, esa es la misión que acaba de encomendar el secretario general de la ONU, Ban ki-moon, a su nuevo representante para Darfur, el bukinabes Djibril Bassole.En la primera semana de julio uno de los grupos rebeldes atacó a las fuerzas del gobierno, ocasionándole 160 bajas, revelaron al reportero fuentes dignas de crédito en Jartum, la capital de Sudán. En ese misma semana, la misión de monitoreo de la ONU que pretendía aclarar lo que sucedió en ese ataque, fue emboscada por desconocidos. Murieron siete “cascos azules” nigerianos. Esos hechos reflejan la continuidad del conflicto. Las negociaciones para solucionarlo siguen estancadas. Sin embargo, un debate se abre paso en Sudán. Despuntan iniciativas para otorgar a Darfur autonomía y desarrollo, aunque perdure la incógnita sobre el fin de la impunidad por las matanzas étnicas. “Estamos dispuestos a negociar sin condiciones con los rebeldes y esperamos que la mediación internacional logre resultados”, resume a Apro Mutrif Siddig, subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno sudanés. “Los rebeldes ya no tienen más pretextos para negarse a discutir la paz”, agrega, por su parte, Rabbie Abdul Atti, funcionario del Ministerio de Información. Pero ninguno de éstos dos altos funcionarios menciona propuestas concretas elevadas a la ONU, la cual no consigue reunir a las partes beligerantes para comenzar a diseñar un plan de paz. Todos, al parecer, aguardan las propuestas de Djibril Bassole, el nuevo representante del secretario general de la ONU para Darfur. Sin embargo, en medios diplomáticos en Jartum se estima que tanto el Estado como los rebeldes apuestan por una solución militar, en particular las dos principales formaciones de la resistencia: el Movimiento por la Justicia y la Igualdad (musulmán) y el Movimiento de Liberación de Sudan (laico).
Un ingrediente extra entra en las consideraciones del conflicto:
El pasado lunes 14, Luis Moreno Ocampo, fiscal en jefe del Tribunal Penal Internacional (TPI), solicitó una orden de arresto contra el presidente sudanés, Omar Hassan al Bashir. Ocampo presentó esa solicitud tras presentar “pruebas razonables” que permitirían procesar a Al Bashir por los delitos de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos en la región de Darfur. De inmediato, el gobierno sudanés desconoció la competencia del TPI y dijo que no acatará la orden de arresto.
El modelo del sur
En 2005, el gobierno central firmó acuerdos de paz con el Movimiento de Liberación de los Sudaneses (SPLM), organización de habitantes cristianos del sur del país. Se puso entonces término a una guerra de 21 años, que dejó dos millones de víctimas. Se definió entonces que el sur debe tener un gobierno regional autónomo, ocupar una de las vicepresidencias del país y siete de los 26 ministerios del gobierno federal, todo lo cual debe quedar sujeto a un referéndum de autodeterminación programado para 2011. Yasir Arman, vicesecretario general del SPLM, declara al reportero que Sudán se haya en la encrucijada del “ser o no ser”. Reclama una refundación del país con base en una suerte de Estado de autonomías, donde el oeste (Darfur) y el este, obtengan las mismas reivindicaciones que el sur. Las elecciones generales previstas para 2009 en Sudán podrían indicar si la elite musulmana del norte, que domina Sudán desde la independencia del colonialismo británico en 1956, está dispuesta a ceder. Se trata de un 5 por ciento de los 37 millones de sudaneses, la cual está asentada en la zona ubicada a orillas del Nilo, en torno a Jartum, la capital de ocho millones de habitantes. El régimen del presidente Omar el Bashir tiene ya 19 años en el poder. Diferentes fuerzas de oposición piden su retiro. Si de esas elecciones no florece un pacto nacional de nuevo tipo, pocos dudan que el sur votará en 2011 por la separación de Sudán, llevándose consigo los campos petroleros que constituyen la cuarta reserva africana de crudo.
En ese contexto, el futuro de Sudán se tornaría imprevisible.
“No se puede copiar lo realizado con el sur porque allí había un solo grupo y la población es cristiana. En cambio, aquí (en Darfur) son 28 grupos, todos musulmanes”, replica Mohamed Omar Kibir, gobernador de Darfur.Hassan al Tourabi, líder islámico de perfil internacional, titular de uno de los partidos de oposición, maneja un enfoque diferente: “El sur y el oeste se parecen porque tienen seis millones de habitantes cada uno, y ambos fueron relegados por el norte, que conserva el poder dictatorial en Sudán. Nunca les dieron recursos para desarrollarse. Lo obtenido por el sur es una referencia: descentralización, rutas, ferrocarriles, salud pública, agua, universidades y una representación adecuada en el gobierno y en el parlamento federales. Además, debe encontrarse una solución judicial para con las secuelas de la represión”. (21 de julio de 2008)

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