domingo, agosto 24, 2008

Creel: paso libre a los asesinos...


El asesinato de 13 personas en el poblado de Creel, en la sierra Tarahumara, corroboró que los discursos no amedrentan al crimen organizado. Como ocurre en otros estados, la Operación Chihuahua de combate al narcotráfico, que conjunta fuerzas federales y estatales, ha recrudecido el encono y la violencia. En este caso, además, existe la sospecha válida de que los integrantes de la corporación policiaca local se retiraron de la localidad anticipadamente para que los sicarios llevaran a cabo la matanza sin estorbo alguno.

CREEL, CHIH.- Tras la matanza a mansalva de 13 personas perpetrada el sábado 16 en esta población del municipio de Bocoyna por un grupo de sicarios, la fracción del PAN en el Congreso local exigió la destitución de la procuradora Patricia González, quien sin embargo recibió todo el respaldo del gobernador, José Reyes Baeza.Según la versión oficial, los autores de la matanza fueron pistoleros de La Línea, brazo armado del cártel que comanda Vicente Carrillo Fuentes, quienes libran una guerra contra organizaciones rivales por el dominio de la sierra Tarahumara.Los habitantes de este poblado están indignados porque transcurrieron cuatro horas sin que ningún agente del Ministerio Público llegara a levantar los cuerpos. Además, ninguna fuerza policiaca acudió a proteger a la comunidad ni antes ni después del ataque. Hasta el miércoles 20 toda la Policía Municipal estaba concentrada en la capital del estado y la comunidad lucía desolada, con apenas uno que otro rondín de las patrullas del Centro de Inteligencia Policial (Cipol) de la entidad.“Ellos dicen que sí llegaron y puede ser que hayan llegado. Lo que yo sigo rechazando es que, durante todo el tiempo que estuve acompañando a la gente, no hubo ningún elemento de seguridad ni siquiera para proteger el área. La única respuesta que me dieron es que se fueron porque tenían miedo de que el pueblo los fuera a linchar”, afirma en entrevista el sacerdote jesuita Javier Ávila, quien llegó a Creel minutos después de la matanza.
–¿Quién le dio esa respuesta? –se le pregunta.
–El jefe del Cipol, Saúl Hernández. Le dije en su cara: “Se dice que corrieron”. Me respondió: “Sí, padre, me dicen que corrieron porque tuvieron miedo de que los deudos los lincharan”. Yo le dije: “Qué vergüenza, no necesitamos esa policía”. Para el diputado local perredista Víctor Quintana, lo ocurrido en Creel revela la ausencia total del Estado y, “por omisión, una grave violación a los derechos humanos de los habitantes de Creel”. Por eso considera que estos hechos significan “el fracaso absoluto del Operativo Chihua-hua, que se ha realizado con base en una estrategia de palos de ciego”.El miércoles 20 el propio gobernador Reyes Baeza pidió al gobierno federal una redefinición del operativo.Quintana hace una comparación: mientras 25 patrullas de Cipol y 60 elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) permanecían no muy lejos de aquí, en el ejido Huizopa, donde resguardan las instalaciones de una compañía minera canadiense ante un eventual ataque de ejidatarios que se consideran despojados, después de los asesinatos en Creel el despliegue de fuerza pública en la zona es ínfimo. Para el legislador perredista, ésta es una muestra de que los cuerpos de seguridad se utilizan para la represión, “mientras que todo el occidente de Chihuahua está dominado por La Línea, donde operan no con casas, sino con municipios de seguridad, porque los alcaldes y jefes de policía, e inclusive los militares, están coludidos por corrupción o por miedo”.Sobre el incremento de la violencia en la zona, Quintana menciona dos versiones: que los sicarios de La Línea se rebelaron contra los capos y están independizándose, reorganizando su territorio, o bien que llegó gente de El Chapo Guzmán y está peleando las plazas con La Línea.
Ataque brutal
El sábado 16 muchos jóvenes acudieron a unas carreras de caballos que se llevaron a cabo a las afueras de Creel, en una pista propiedad del alcalde, Ernesto Estrada González. Éste cruzaba apuestas mientras sus trabajadores preparaban una discada y bebían.A decir de testigos y sobrevivientes, al terminar las carreras ecuestres, Fernando Córdova Galdeán y Daniel Armendáriz Galdeán, primos de 19 años, se detuvieron en el salón ejidal de Productos Forestales de la Tarahumara (Profortarah) para correr descalzos al estilo de los indígenas, como suelen divertirse los jóvenes de la región.También estaban René Lozano González, Óscar Felipe Lozano Lozano, Juan Carlos Loya Molina, Daniel Alejandro Parra Mendoza y Cristian Loya Ortiz, todos estudiantes de preparatoria o profesional, de entre 17 y 22 años de edad. Al ver a ese grupo en el predio de Profortarah, fueron ahí Luis Javier Montañez Carrazco, Alberto Villalobos Chávez y el profesor Édgar Loya Ochoa, que llevaba en brazos a su hijo de un año y cuatro meses.Estaba por iniciar la primera carrera y René González ya estaba descalzo. Entonces llegaron los comerciantes Alfredo Caro Mendoza, de 36 años, y Freddy Horacio Aguirre Orpinel, de 34 (Los Freddys), quienes vivían enfrente del salón ejidal. Según la versión de los medios locales, atribuida a “una fuente ministerial”, ellos eran los objetivos de los sicarios, dada la ubicación de sus viviendas. Minutos después, alrededor de las 18:30 horas, una camioneta Suburban roja, otra blanca y una Tahoe negra se aproximaron al salón. Desde los lujosos vehículos varios hombres abrieron fuego contra las personas que observaban la primera carrera. Luego se apearon a rematarlos. Cuando los sicarios volvían a las camionetas, el bebé lloraba todavía bajo el cuerpo de su padre. Uno de los asesinos regresó y le disparó con su cuerno de chivo en el rostro.También había sobrevivido a las primeras ráfagas Daniel Alejandro Parra. Alcanzó a hablar por celular con su padre, Daniel Parra, y le avisó que estaba herido. El hombre abordó su camioneta y al llegar al sitio pensó que ya estaba ahí la policía, pues vio a varios hombres con uniformes de la Agencia Federal de Investigación (AFI) que iban cubiertos con pasamontañas.Éstos lo derribaron de inmediato. Él seguía convencido de que hablaba con agentes policiacos y exigía ver a su hijo Daniel Alejandro. Luego de que lo golpearan, Parra escuchó que una voz les ordenaba retirarse y sólo entonces vio que se trataba de sicarios.Éstos tuvieron tiempo suficiente para rematar y amedrentar a quienes llegaban. Después, con toda calma, las tres camionetas salieron de Creel rumbo a Bocoyna, cabecera del municipio del mismo nombre, por una carretera llena de curvas y por la cual les habría sido difícil escapar debido a lo tupido del macizo arbolado. Pero la búsqueda de los criminales empezó 12 horas después de la matanza.La ausencia de fuerzas de seguridad provocó la indignación contra políticos y policías. Deudos de las víctimas y vecinos optaron por reconocer sólo la autoridad del sacerdote Javier Ávila, conocido en la sierra como El Padre Pato.Él dio información confiable sobre la matanza cuando el hermetismo del gobierno estatal propiciaba que medios de comunicación difundieran versiones inexactas sobre una ejecución masiva de narcos o una balacera en un baile. En El Noticiero de Televisa, Joaquín López Dóriga propaló que fue una riña entre indígenas.Con 33 años de labor pastoral en la sierra Tarahumara, donde preside la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos (Cosyddhac), Ávila reiteró durante la semana cómo encontró a los jóvenes acribillados, rodeados de sus familias y de los vecinos del pueblo. Éstos permanecieron durante casi cuatro horas en estado de indefensión, pues durante todo ese tiempo no contaron con protección policiaca y los cadáveres permanecieron ahí donde los abatieron.“Yo esperaba ver una enorme movilización, pero no había nadie –dice el sacerdo-te–;- aquello era un escenario dantesco, porque a la distancia podías ver la masa de sangre y no podías estimar cuántos eran, sólo gritos y lamentos de los padres de familia. “Me aproximé y vi a uno de los muchachos con un boquete enorme en el tórax, a un lado estaba otro con su cara destrozada, y uno más con el cerebro de fuera. La mayoría de ellos nos ayudaban en la iglesia de vez en cuando, eran buenos muchachos a los que conocíamos desde chicos. Algunos fueron mis alumnos o del padre Héctor, el párroco.”Aún no veía lo peor: “Creí que eran unos 10 muertos. Fue cuando me acerqué a Édgar Loya, quien había caído bocabajo y tenía un balazo en la espalda... Entonces me di cuenta: con el cuerpo intentó proteger al niño que tenía entre sus brazos. La carita del bebé estaba destrozada. Vi a mi alrededor toda esa muerte, el abandono, la desesperación de las madres que abrazaban a los muertos... y no pude más, me quebré”.
A su suerte
La autoridad local desapareció. El alcalde, Ernesto Estrada González, cedió el control del municipio al gobierno estatal tras entregar a sus 32 policías, quienes según la Secretaría de Seguridad Pública de la entidad están sujetos a exámenes de confianza, aunque no son investigados ni están arraigados.El periódico El Heraldo de Chihuahua difundió que los policías de Creel se alejaron después de recibir un aviso de La Línea. A 270 kilómetros de ahí, en la ciudad de Chihuahua, el gobernador Reyes Baeza pidió que no se politizara el tema de la violencia, mientras que la procuradora, Patricia González, calificó la matanza como “un acto terrorista” que tenía el propósito de desestabilizar al estado, y directamente atribuyó el ataque a La Línea.No obstante, el jueves 21 apareció en Chihuahua una manta mediante la cual La Línea se deslindó del ataque y amenazó a los “montaperros” (como llaman al grupo de El Chapo Guzmán) por matar gente inocente: “No se la van acabar”.Mientras el gobernador y sus funcionarios evitaban declarar sobre los asesinatos y otros hechos sangrientos en Ciudad Juárez y Chihuahua opacaban la cobertura noticiosa sobre Creel, el lunes 18 prácticamente todo el pueblo se congregó en la plaza principal, donde el sacerdote Javier Ávila ofició misa por los 13 asesinados.El miércoles 20, la indignación llevó a casi 2 mil personas a marchar vestidas de blanco desde el salón ejidal a la plaza principal, con cartelones y mantas en las que exigían justicia y reclamaban a las autoridades: “Den la cara”.Al concluir la marcha inició la misa del novenario. El templo era insuficiente y el sermón del párroco, Héctor Martínez Espinoza, si bien llamaba a la resignación y rogaba el consuelo divino, también clamaba por la justicia negada: “Esos muchachos eran hijos de Dios, y esta ofensa (los asesinos) se la hicieron a Dios”.Remató: “Ustedes valen mucho y merecían cuando menos el pésame del gobernador y de las autoridades, eso es lo que aquí en Creel estamos diciendo con esta marcha”.Al terminar la misa, el contingente cruzó la calle, donde el Padre Pato y el presidente seccional de Creel, Eliseo Loya (quien perdió a un hijo, un hermano y un sobrino en la matanza), discutían en qué forma continuarían la protesta.Algunas personas exigían la renuncia del alcalde y de la procuradora de justicia del estado. Otras querían que el sábado, al cumplirse una semana del crimen, se realizaran bloqueos de carreteras, de las vías del ferrocarril, y de comercios y hoteles. La molestia siguió aumentando porque a la ineficacia de las autoridades se suma su ausencia: hasta ahora no hay suficiente vigilancia en el municipio, sólo se ven algunos patrullajes del Cipol y la PFP.“Aquí lo que faltan son hombres”, grita la madre de uno de los jóvenes muertos.El martes 19, la Procuraduría de Justicia estatal dio a conocer al fin la detención de un presunto implicado: Orlando Cisneros Ibarra o Luz Fidel Mendoza Sánchez, detenido tras una balacera porque desobedeció la orden de detenerse que le dieron agentes federales. Circulaba en una camioneta roja parecida a la que utilizaron los sicarios en la masacre de Creel. Días después, Cisneros fue consignado por portación de armas para uso exclusivo del Ejército.El viernes 22, mientras el titular de la Procuraduría General de la República, Eduardo Medina Mora, se reunía con procuradores de los estados en Chihuahua, un grupo de creelenses llegó al hotel del cónclave para exigir justicia, pero los guardias de seguridad les impidió el paso. En tanto, en Creel se preparaba para el sábado 23 otra procesión con banderas blancas y vestimenta negra, desde el lugar y a la hora de los asesinatos hasta la iglesia. l

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