martes, agosto 05, 2008

El petróleo que sería nuestro

Jorge Eugenio Ortiz Gallegos

El petróleo mexicano, particularmente en los tiempos de la dictadura de Porfirio Díaz y hasta los años treintas del siglo XX, estuvo concesionado para su exploración y explotación a compañías extranjeras: holandesas, inglesas, norteamericanas, etc. Bajo cualquier supuesto de los pagos establecidos a cambio de esas licencias, los propietarios mexicanos de las tierras del oro negro, no recibieron beneficio alguno, tal como es costumbre en otros países. Los malos tratos y explotaciones contra nuestros nacionales por las compañías extranjeras, inspiraron al poeta zacatecano Ramón López Velarde (1888-1921): -El niño Dios te escrituró un establo, y los veneros del petróleo el diablo-.
Cuando en 1938 el presidente Lázaro Cárdenas expropió a los extranjeros las concesiones petroleras y entregó los yacimientos a la empresa gubernamental Pemex, el júbilo de los mexicanos alcanzó niveles inigualables. Ya no se contradice, que el petróleo ya como propiedad del gobierno mexicano sirvió para que nuestro país contase con las fuentes energéticas más importantes, indispensables para generar el desarrollo industrial cuyo florecimiento tuvo lugar por lo menos en las décadas del cuarenta al ochenta.
Sin embargo, tal como había significado para las compañías extranjeras, el petróleo representó desde la primera administración cardenista el abuso de directores, de obreros o de simples negociantes de las clases políticas o empresariales. Los apoderados de los recursos ni siquiera informaron a los diputados sobre los costos de la exploración y la extracción, ni menos acerca de los márgenes de operación en la venta del petróleo crudo y los combustibles y por supuesto tampoco el rendimiento utilitario del petróleo.
Hoy en día no hay mexicano que no sepa y recuerde que Pemex es objeto de grandes rapiñas. Por ejemplo un vasto grupo de mexicanos echaron mano con tremendos excesos de un sinnúmero de plazas de “aviadores” concedidas legalmente. En materia de ineficiencia y de corrupción la ha dado la clase política, y no porque la clase empresarial no curta también malas baquetas, en la truculencia y deshonestidad.
Bastaría recordar las fortunas sindicales que fueron combatidas con verdadera rabia por el en otros muchos sentidos nefasto presidente Carlos Salinas de Gortari. Pero hay excepciones como la siguiente (v. JEOG, 21 marzo 2000, El Universal): “El licenciado Rodolfo González Guevara, burócrata en muy diversos cargos de la política, de la que finalmente se apartó para constituir la llamada “corriente crítica” que junto con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo acabó por convertirse en el actual PRD, confesó públicamente que luego de haber sido Subsecretario de Gobernación, fue designado por el presidente Luis Echeverría como agente de compras de materiales europeos requeridos por Pemex, cuyo carácter técnico era totalmente desconocido por él. Confesó que gracias a las buenas comisiones que recibió durante ese tiempo, logró constituir un digno patrimonio que le permitiría vivir holgadamente por el resto de sus días”.
Pese a la corrupción, el petróleo es el símbolo más concreto de la soberanía económica de los mexicanos. La mayoría todavía exige que el petróleo no sea privatizado, y ni siquiera vendido en partes minoritarias a empresarios mexicanos o extranjeros.
e-mail: jodeortiz@gmail.com

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