domingo, octubre 12, 2008

Boletín Informativo ISA núm 541

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Sumario:

I. Los engaños del mercado, por Leonardo Boff

II. El regreso del Estado, por Alejandro Encinas

III. México: país del no pasa nada, por José Luis Piñeyro

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LOS ENGAÑOS DEL MERCADO

por Leonardo Boff

(escrito el 3 de octubre de 2008)

Podemos imaginar la profunda perplejidad que a causa de la crisis de los mercados mundiales se ha abatido sobre los ideólogos del neoliberalismo, del Estado mínimo y de los vendedores de las ilusiones del mercado. La caída del muro de Berlín en 1989 y el desmantelamiento de la Unión Soviética provocó la euforia del capitalismo. Reagan y Tatcher, ahora sin el contrapunto socialista, aprovecharon la ocasión para radicalizar los “valores” del capitalismo, especialmente las excelencias del mercado, que lo resolvería todo. Para facilitar la obra, comenzaron por desmoralizar al Estado como pésimo gestor y a difamar de la política como el mundo de la corrupción. Naturalmente había y todavía hay problemas en estas instancias, pero no podemos desentendernos del Estado y de la política si no queremos retroceder a la barbarie completa. En su lugar —se decía— deben entrar los ordenamientos ideados en el seno de los organismos nacidos en Bretton Woods y los grandes conglomerados multilaterales. Entre nosotros los brasileños se llegó a ridiculizar a quien hablara de proyecto nacional. Ahora, bajo la globalización, insistían, se fortalece el proyecto-mundo y Brasil debe insertarse en él, aunque sea en posición subalterna. El Estado debe ser reducido al mínimo y dejar campo libre para que el mercado haga sus negocios.

Los que venimos, como tantos otros, del compromiso con los derechos humanos, especialmente los de los más vulnerables, pronto nos dimos cuenta de que ahora el principal violador de esos derechos era el Estado mercantil y neoliberal, pues los derechos dejaban de ser inalienables y eran transformados en necesidades humanas cuya satisfacción debe ser buscada en el mercado. Sólo tiene derechos quien puede pagar y es consumidor. Ya no es el Estado quien va a garantizar los mínimos para la vida. Como la gran mayoría de la población no participa del mercado, sus derechos se han visto negados.

Podemos y debemos discutir el estatuto del Estado-nación. En la nueva fase planetaria de la humanidad se notan cada vez más las limitaciones de los Estados y crece la urgencia de un centro de ordenación política que atienda las demandas colectivas de la humanidad de alimento, agua, salud, vivienda y seguridad. Pero mientras llegamos a implantar ese organismo, corresponde al Estado llevar a cabo la gestión del bien común, imponer límites a la voracidad de las multinacionales e implementar un proyecto nacional.

La crisis económica actual ha desenmascarado como falsas las tesis neoliberales y el combate al Estado. Con miedo, un periódico empresarial ha escrito en letras enormes en su sección de economía “Mercado Irracional”, como si alguna vez el mercado hubiese sido racional, un mercado que deja fuera de él a dos tercios de la humanidad. Una conocida comentarista de asuntos económicos, verdadera sacerdotisa del mercado y del Estado mínimo, llena de arrogancia, ha escrito: “Las autoridades estadounidenses se equivocaron en la regulación y en la fiscalización, se equivocaron en la valoración de la dimensión de la crisis, se han equivocado en la dosis del remedio y se equivocan cuando tienen un comportamiento contradictorio y errático”. Y por mi cuenta añadiría: se han equivocado en no llamarla a ella como la gran pitonisa que habría adivinado la solución a la actual crisis de los mercados.

La lección es clara: dejada por cuenta del mercado y de la voracidad del sistema financiero especulativo la crisis se habría transformado en una tragedia de proporciones planetarias poniendo en grave peligro el sistema económico mundial. Lógicamente las víctimas serían los de siempre: los llamados ceros económicos, los pobres y excluidos. Fue el difamado Estado quien tuvo que entrar con más de 700 billones de dólares para evitar en el último momento lo peor.

Son hechos que nos invitan a revisiones profundas o por lo menos, a algunos, a ser menos arrogantes.

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EL REGRESO DEL ESTADO

por Alejandro Encinas

(publicado en El Universal el 11 de octubre de 2008)

“La crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo... Observamos que las instituciones de la economía basadas en el mercado se vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado”. Lo dice Joseph Stiglitz, economista de la Universidad de Columbia, y le sobra razón.

La crisis hipotecaria en EU —que desestimó el gobierno federal— terminó arrastrando al sistema financiero global, causando una profunda recesión que no sólo ha colapsado a las bolsas generando especulación, inflación e incertidumbre en el empleo, sino que ha evidenciado que el modelo neoliberal no funciona y que es necesario rediseñar el sistema regulador de la economía desde el Estado.

El primer paso lo ha dado la administración Bush al impulsar la Ley de Estabilización Económica de Emergencia, que busca fortalecer los mercados financieros y promover el flujo de crédito a la economía de EU al proporcionar hasta 700 mil millones de dólares al sistema financiero mediante la compra o aseguramiento de activos para evitar el riesgo o el fracaso de las instituciones. El propio Bush ha reconocido la intervención estatal “para ayudar a evitar que la crisis en Wall Street se convierta en una crisis en las comunidades de todo el país”.

Sin embargo, como sostiene Nouriel Roubini, economista de la Universidad de Nueva York: “Wall Street en su forma tradicional ha dejado de existir y se ha transformado en algo nuevo que irá tomando forma... El plan de rescate recuperará cierta confianza en el sistema, pero las cosas nunca volverán a ser iguales... El plan de rescate no le saldrá gratis, el Estado recuperará mayor control de la economía, porque si algo ha demostrado la crisis es que el capitalismo es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los capitalistas”.

El replanteamiento de la intervención del Estado ha alcanzado a las economías capitalistas desarrolladas, como demuestra la nacionalización del grupo belgo-holandés Fortis y del cuarto banco británico Bradford & Bingley.

México no escapa a esta situación, como lo prueba la intervención del banco central al subastar 2 mil 500 millones de dólares para frenar la especulación cambiaria que llevó al dólar a la cifra de 14 pesos por unidad, así como las medidas anunciadas para impulsar el crecimiento y el empleo, basadas en la inversión pública.

Si bien estas medidas (insuficientes al no reducir el gasto superfluo gubernamental) reiteran acciones antes divulgadas como la ampliación del gasto en infraestructura, anunciada desde el inicio del sexenio sin que se haya ejecutado, o el apoyo a pymes que desde gobiernos anteriores ha realizado Nafin, dos medidas obligarían a retirar las iniciativas que promueven la privatización del sector energético del país: la virtual autonomía de gestión que se da a Pemex, al eliminar los Pidiregas para convertirlos en deuda pública de la empresa, y el anuncio de la construcción de una refinería, que demuestra lo que por meses hemos sostenido: que existe capacidad económica suficiente para construir la infraestructura y modernizar a la empresa sin privatizarla.

Lo cierto es que el modelo económico neoliberal no sólo ha colapsado al sistema financiero internacional, sino que además ha ampliado la brecha de pobreza y desigualdad, y frente a un escenario nada alentador en el futuro inmediato, hay un hecho incuestionable: el Estado está de regreso y es necesario redefinir su papel y sus responsabilidades sociales como parte de los desafíos de la democracia.

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MÉXICO: PAÍS DEL NO PASA NADA

por José Luis Piñeyro

(publicado en El Universal el 11 de octubre de 2008)

En plena crisis de seguridad pública nacional y a inicios de una muy probable crisis económica, las primeras declaraciones de funcionarios que, más que risa o desconcierto, provocaron enojo entre la población.

Javier Lozano, secretario del Trabajo, anunció que frente al regreso forzado de miles de migrantes ilegales de Estados Unidos ya existía un plan para la generación masiva de empleo, ausencia del mismo por el que han emigrado un promedio anual de 500 mil compatriotas al vecino país. Agustín Carstens, secretario de Hacienda, no se quedó atrás cuando afirmó que el desarreglo financiero estadounidense no provocaría neumonía a la economía, sino un simple resfriado.

Hoy, funcionarios de menor rango reconocen la gravedad de la situación al informar que cerca de 700 mil familias tienen problemas de pago de sus tarjetas de crédito, aunque siguen los chistes de mal gusto como recomendar reducir el consumo vía dichas tarjetas o en efectivo y ahorrar al máximo, cuando la capacidad de consumo ya es bastante restringida entre más de la mitad de la nación, es decir, entre aquellos que ganan entre uno y tres salarios mínimos, para quienes ahorrar es un lujo inexistente.

El famoso blindaje de la economía se va a poner muy pronto a prueba, así como los tamaños políticos de Calderón y de los diputados (¿se reducirán a la mitad sus sueldos?) al volver a presentar el primero su propuesta de presupuesto público para 2009, y los segundos, las modificaciones al mismo que esperamos tengan un contenido social de emergencia y no uno electorero.

Ojalá que partan de reconocer un hecho para el que no se requiere ser economista: existe una enorme dependencia estructural múltiple frente al vecino norteño en términos de inversión directa e indirecta y de exportaciones e importaciones vía ingresos petroleros, turísticos, de remesas y de bienes y servicios. Dependencia que va a profundizarse a medida en que el proteccionismo comercial estadounidense y la antimigración se vuelvan política de Estado y sigamos bilateralizados en nuestro comercio exterior, por cierto, la mejor negación de uno de los mitos neoliberales: que estamos “globalizados”.

Respecto a la refutación de la obvia inseguridad pública nacional, ésta corrió a cargo no de ninguno de nuestros funcionarios judiciales o policiacos, sino de Michael Mukasey, procurador general de Justicia estadounidense, quien sobre dicha seguridad afirmó: “No creo que haya una mayor crisis que en el pasado. Ante incidentes particulares de notable violencia siempre hay una sensación de crisis, pero no significa que la haya; no veo que México se encuentre en este punto” (EL UNIVERSAL, 7/X/08).

No hay duda, no sólo nosotros tenemos funcionarios que contribuyen a que México sea visto como algo mágico y alucinante basado en “sensaciones”. No son relevantes los 3 mil 650 narcoejecutados a la fecha ni la disputa de los narcos al Estado en capacidad paramilitar, en dominio territorial, en cobro de “impuestos” o venta de protección a empresarios, en seguridad a poblaciones y bases de apoyo social frente a otros cárteles, en generación de empleo y crédito, etcétera.

Somos el país donde no pasa nada y pasa todo: reducción del consumo, del empleo y del salario, aumento de la desintegración familiar, de la migración, de la criminalidad, de la hambruna, etcétera. Pero, como dice un conocido economista, si en el 2009 crecemos 1% no estamos en crisis; claro, en Haití están peor.

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