lunes, diciembre 29, 2008

La doble moral de Calderón y la tragedia de los migrantes centroamericanos

“Muro de violencia” en la frontera sur de México

Kristin Bricker
Narconews

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Reportaje fotográfico en: http://narcosphere.narconews.com/notebook/kristin-bricker/2008/12/photo-essay-wall-violence-mexicos-southern-border

La política de “doble discurso” del presidente mexicano Ernesto Calderón combina a la policía, los militares, las pandillas, y Los Zetas para cumplir con el mandato de EE.UU. de disuadir la migración centroamericana.

“Humberto” es un agricultor de subsistencia hondureño. Cultiva sus frijoles y vegetales sin usar pesticidas ni herbicidas. “Los productos químicos que colocan en los alimentos estos días arruinan el sabor,” dice. Humberto tiene una parcela, una casa, a su mujer, y cinco hijos – tres de los cuales viven con ellos.

Como numerosos pequeños agricultores, Humberto tiene muchas deudas. El banco va a embargar su casa si no paga los casi 17.000 dólares que debe. Por lo tanto, Humberto empaquetó un poco de ropa, se despidió de su esposa y de sus hijos, y se dirigió hacia el norte, a EE.UU. Les dijo que volvería en cuanto hubiera pagado la deuda; no tardaría mucho.

Humberto tenía la intención de tomar la ruta que la mayoría de los centroamericanos indocumentados toman hacia el norte: tomó autobuses, camionetas, e hizo autostop hacia la frontera sur de México. Cruzó el río Suchiate que separa Tecún Umán en Guatemala de Ciudad Hidalgo en Chiapas, México. Tomó camionetas hacia Arriaga, Chiapas, donde quería subir a un tren de carga, encaramado peligrosamente a su techo en camino a Oaxaca. En Oaxaca treparía a otro tren hacia Veracruz; desde Veracruz viajaría en un tren al Estado de México, y de ahí tomaría otro tren hacia una de las cinco áreas de cruce en la frontera entre México y EE.UU. Ya vería como cruzar hacia EE.UU. una vez que llegara allí.

Pero los planes de Humberto fueron bloqueados en Arriaga. Mientras esperaba el tren en Arriaga – sale cada tres días – se hizo amigo de otros viajeros sobre los techos de los vagones que dijeron que eran guatemaltecos. Conversaron, compartieron un par de kilos de tortillas y una lata de sardinas que Humberto se había agenciado (“¡Vaya! Comimos rico ese día,” recuerda), y durmieron sobre la vía férrea. En un cierto momento – Humberto no recuerda exactamente cuándo, los guatemaltecos desaparecieron. Miró a su alrededor, preguntándose adónde habían ido, y comprendió el motivo de su rápida huída: se aproximaba una patrulla policial acompañada por un hombre sin identificación vestido de civil.
Se escapó. Los policías y el hombre corrieron más rápido. El de civil fue quien agarró primero a Humberto. Le pegó en un tobillo con un garrote. El tobillo de Humberto se desbarató y cayó al suelo. Una vez hecho su trabajo, los policías y el hombre comenzaron a irse. No tenían interés en arrestar a Humberto.
“¡Eh!” gritó Humberto. “¡No podéis simplemente quebrarme el pie y abandonarme aquí! ¡Llevadme al hospital!!

Los policías y el hombre misterioso escucharon los gritos de Humberto. Llamaron por radio una ambulancia. El hombre de civil – Humberto no sabe si era policía o paramilitar – apoyó a Humberto por el lado derecho. Un agente de policía puso el brazo izquierdo de Humberto alrededor de su hombro y juntos le ayudaron hasta el camino y esperaron hasta que llegó la ambulancia a buscarlo.
Cuando el hospital dio de alta a Humberto, fue a la Casa del Migrante de la Iglesia Católica, “El Hogar de la Misericordia”, un refugio para migrantes que les da alimento y un techo. A pesar de que se permite que los migrantes sólo se queden tres días mientras esperan la partida del tren, el padre Heyman Vázquez y su equipo humanitario permiten que los migrantes se queden más tiempo si es necesario. Con su pierna enyesada y múltiples clavos en su tobillo, Humberto estará discapacitado durante meses. La Casa del Migrante permitirá que Humberto se quede hasta que se recupere. El refugio tiene un acuerdo con el hospital local, que trata gratis a los residentes del refugio.
Humberto dice que seguirá hacia el norte cuando se mejore. Tiene que pagar esa deuda o no tendrá una casa a la cual volver.

Pienso en el valor de Humberto ante tanta brutalidad, y la que ciertamente lo espera más hacia el norte.

“¿Pagaste a un coyote?” le pregunto. Los coyotes cobran un precio elevado por hacer pasar a los migrantes a través de México y de la frontera de EE.UU. Sus acuerdos financieros con agentes del gobierno (tanto en EE.UU. como en México) dan a sus clientes un cierto grado de seguridad.

“No, no lo hice,” responde Humberto. “Voy por mi propia cuenta.”

Parte del precio
La historia de Humberto se repite en todo el Hogar de la Misericordia y sus Casas del Migrante gemelas en Oaxaca y Veracruz. Los protagonistas cambian a menudo – a veces los atacantes son miembros de pandillas, o policías, o soldados, miembros de cárteles de la droga, agentes de inmigración. Demasiado a menudo, como en el caso de Humberto, parecen ser una combinación de varios de estos sujetos. Juntos se aprovechan de la impunidad asegurada por el gobierno para robar a, y abusar de, los migrantes, formando lo que diversos activistas de la inmigración llaman “el Muro de la Violencia” que desalienta a los migrantes para que nunca deseen pisar suelo mexicano.
El “Muro de la Violencia” es feroz. El Hogar de la Misericordia calcula que un 80% de todos los migrantes que pasan por Chiapas han sido atacados durante sus viajes. Aproximadamente un 30% de las mujeres que llegan al Hogar de la Misericordia informan que han sido sexualmente atacadas en La Arrocera, Chiapas, que es sólo una de las numerosas escalas a lo largo de la ruta de los migrantes. Fermina Rodríguez, del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, que monitorea los derechos humanos en la frontera sur de México, dice: “Cuando hablas con mujeres, consideran que la violación forma parte del precio que pagan por migrar.”

“Doble moral”
El “Muro de la Violencia” no debería existir en México. A mediados de 2008, México despenalizó a los migrantes indocumentados. Eliminó las sentencias de diez años en la cárcel que la ley solía prescribir y ahora se refiere a los extranjeros que entran ilegalmente al país como “irregularidades administrativas.” Los policías y los soldados no deberían estar realizando operaciones – oficiales o clandestinas – contra migrantes indocumentados. Pero las hacen.

E l 15 de octubre de 2008, el presidente de México, Felipe Calderón, se unió al presidente salvadoreño

Elías Antonio Saca, para apelar al gobierno de EE.UU. para que despenalizara a inmigrantes en EE.UU. Calderón también aceptó la reforma de regulaciones que se aplican a salvadoreños indocumentados en México. Una reforma prometida permitirá que salvadoreños indocumentados participen en un programa mexicano para obtener una licenciatura en inglés. Al anunciar el pacto entre las dos naciones, Calderón declaró que era necesario “proteger la dignidad de la gente que está en territorio mexicano, sin tener en cuenta su situación migratoria.”

En agosto de 2008, Calderón tuvo una reunión similar con el presidente hondureño, Manuel Zelaya. En ella, los dos dirigentes llamaron la inmigración “un derecho humano,” Calderón prometió a su homólogo hondureño que su país respetaría los derechos de los migrantes en México, y “reiteró nuestra disposición a impedir casos de abusos y violaciones de derechos humanos que pueden suceder en nuestra frontera sur.”

Sin embargo, los presidentes centroamericanos no son los únicos dirigentes con un interés creado en cómo México trata a migrantes que pasan por su territorio.
México participa en la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte ( SPP), una iniciativa norteamericana que apunta a recomenzar donde terminó el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Se propone “armonizar” las leyes, regulaciones, y procedimientos relacionados con la migración, la seguridad, la energía, la salud, el comercio, el medio ambiente, y la agricultura. Thomas Shannon, Sub-Secretario para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EE.UU., resumió la SPP en una simple frase: “Hasta cierto punto, estamos blindando el NAFTA.”
La SPP puede tener éxito donde el NAFTA no fue suficiente porque, a diferencia del NAFTA, las iniciativas de la SPP no tienen que ser ratificadas por el Congreso. El Consejo de Competitividad de América del Norte, (NACC), un grupo de treinta dirigentes empresariales de México, Canadá, y EE.UU., publica recomendaciones bajo la SPP, y los poderes ejecutivos de los tres países se comprometen a realizar las recomendaciones. En este sentido, mientras el NAFTA es un tratado, la SPP es más bien un acuerdo por apretón de manos.
La SPP encara específicamente las fronteras de las naciones. Apunta a facilitar el flujo de carga, dinero y gente “legítima” a través de las fronteras. En su “Agenda de Prosperidad,” la SPP se compromete a “identificar medidas para facilitar más movimientos de personas de negocios dentro de Norteamérica” desarrollando un “programa de viajeros de confianza.” Al mismo tiempo, el NACC recomienda que los dirigentes “realcen el uso de biometría en el cribado de viajeros destinados a Norteamérica a fin de desarrollar sistemas biométricos compatibles de control fronterizo e inmigración.” La biometría utiliza identificadores biológicos únicos como huellas digitales y ADN. El NACC también prometió que los presidentes y el primer ministro: “Desarrollarán estándares para prueba segura a más bajo coste de documentos de estatus y nacionalidad.”
La doble moral de la globalización bajo la SPP y acuerdos de libre comercio como el NAFTA no se le escapa al padre Alejandro Solalinde Guerra, coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacifico Sur del Episcopado Mexicano: “La economía globalizada ha sido, sobre todo, maquiavélica e inmoral. Los mercados cruzan libremente las fronteras. El dinero las cruza libremente. El mercado especulativo volátil, el capital financiero, incluso los magnates de las aves de corral, las cruzan libremente. Pero la población migrante no recibe el mismo trato.” Mientras la SPP abre las fronteras norteamericanas al capital y a los capitalistas, las cierra a las víctimas del capitalismo.
Las recomendaciones fronterizas de la SPP ya están siendo implementadas mediante uno de los cientos de programas y acuerdos de la SPP: la Iniciativa Mérida, alias Plan México. Aunque el objetivo del Plan México es combatir el crimen organizado, el gobierno de EE.UU. hizo pasar a hurtadillas el equipamiento biométrico de la SPP dentro del paquete de ayuda para los militares y la policía de México. El pasado 17 de noviembre, el embajador de EE.UU. en México, Antonio Garza, ayudó al gobierno mexicano a inaugurar el primero de sus sesenta laboratorios financiados por el Plan México, destinados a determinar la autenticidad de documentos de inmigración. Aunque la jefa del Instituto Nacional de Migración de México, Cecilia Romero, dice que los laboratorios combatirán el tráfico humano, de drogas y armas, no es claro cómo cumplirán con todos los objetivos, a excepción del primero. Después de todo, las drogas ilegales y las armas no llevan papeles de inmigración y, como señala el blob Burro Hall: “En la lista de actividades antisociales cometidas por los cárteles, el ingreso ilegal al país con papeles falsos está bastante abajo en la lista.”
El deseo de Calderón de halagar a sus homólogos centroamericanos y al gobierno de EE.UU. deja a México con lo que una caricatura editorial de Contralínea califica de política inmigratoria de “doble moral” en la frontera sur: una en el papel y otra completamente diferente en realidad. Solalinde argumenta: “Si el gobierno mexicano desea realmente demostrar que respeta los derechos humanos, no basta con la firma de documentos. Tiene que ser consecuente en todas sus acciones mediante todas sus instituciones y personal a fin de respetar los derechos humanos. Si no lo hace, deja la impresión de que todo lo que sucede en la frontera sur es política del Estado. El gobierno mexicano no tiene agallas para colocar un muro en la frontera sur. Pero de muchas maneras está colocando un muro de facto, porque causa la muerte de mucha gente; hace que mucha gente dé media vuelta y vuelva. Existe la sospecha de que se trata de una política de Estado que es coordinada con, y financiada por, EE.UU. para que no se permita el cruce de migrantes.”

Muro de violencia
“Los migrantes no tienen derechos en México,” dice el padre Heyman Vázquez Medina, fundador de El Hogar de la Misericordia. “Está bien golpearlos, extorsionarlos, robarles, abusar sexualmente de ellos, asesinarlos, y nada sucede. Parecería que las garantías de seguridad legal de los migrantes centroamericanos son repetida y permanentemente violadas por individuos y grupos de personas que se basan en la protección, el consentimiento, la tolerancia, o la aquiescencia del Estado y quienes tienen el poder de las armas, el dinero, la protección policial, la corrupción y la impunidad. Han puesto precio a la cabeza de cada migrante.”

Los miembros del personal de los refugios para migrantes dicen que los que abusan de los migrantes operan con plena impunidad. La mayoría de los migrantes no informan sobre los crímenes porque no tienen el tiempo o los recursos para quedarse en la ciudad en la que ocurre el crimen a fin de trabajar en sus casos. Otros quedan tan traumatizados por sus experiencias que sólo quieren abandonar México lo más rápido posible. Solalinde recuerda un caso en el que una mujer fue secuestrada de uno de los refugios que supervisa. Solalinde se mantuvo en contacto con su familia durante todo su vía crucis. Cuando finalmente apareció en EE.UU., dijo que el grupo que la secuestró la obligó a participar en varias pornográficas. Cuando finalmente la llevaron a la frontera entre EE.UU. y México, hizo que su familia pagara miles de dólares de rescate. Solalinde le ofreció que la llevaría de vuelta en avión al Sur y que pagaría todos sus gastos si presentaba una demanda ante el gobierno. La mujer se negó, diciendo que nunca más quería volver a pisar suelo mexicano.
Incluso cuando los migrantes u organizaciones de derechos humanos presentan quejas, éstas casi nunca llevan a arrestos o condenas. Solalinde dice que casi cada vez que llama a la policía porque migrantes han identificado y ubicado a sus atacantes no puede encontrar una fuerza policial que arreste a los sospechosos. Todos dicen que no tienen jurisdicción en asuntos de inmigración.
Vázquez dice que El Hogar de la Misericordia ya no se da el trabajo de presentar quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de México oficial, cuando las fuerzas de seguridad mexicanas abusan de migrantes. A pesar de que ha suministrado a la CNDH evidencia fotográfica y testimonios oculares de abusos policiales y militares, la CNDH generalmente dice que no la evidencia no basta para expedir una recomendación no vinculante (el único “poder” que posee).

La explotación de migrantes en México comienza en el momento en que intentan cruzar la frontera entre Guatemala y México. Mercedes Osuna de La Semilla del Sur, una organización basada en Chiapas que trabaja primordialmente en temas indígenas, siguió recientemente la ruta de la migración desde Guatemala al sur de México. Explica que un “sindicato” guatemalteco-mexicano de dueños de balsas trafica con personas y bienes a través del río Suchiate entre Tecún Umán, Guatemala, y Ciudad Hidalgo, Chiapas, a plena vista de una oficina de inmigración ubicada junto al río. Las balsas que llevan bienes mexicanos más baratos a Guatemala cobran MX$10 (unos 75 centavos de dólar) por viaje. Un poco más abajo por el río. El mismo “sindicato” utiliza las mismas balsas para transportar migrantes de Guatemala a México. Los migrantes pagan 300 dólares. Enfrentados a este elevado precio y excluidos de las balsas a 10 pesos, muchos migrantes prefieren vadear o nadar de un lado al otro. “El río es inmundo y hiede,” dice Osuna.

Después de cruzar el río hacia Ciudad Hidalgo, los migrantes caminan o toman camionetas hacia el norte a Arriaga. Sin embargo, en la ruta entre Ciudad Hidalgo y Arriaga hay una oficina mexicana de inmigración. Osuna explica que para evitar el paso frente a esa oficina, los migrantes indocumentados tienen que caminar por una ruta de rodeo a través de un área llamada La Arrocera. La Arrocera pulula de criminales violentos que asaltan a los migrantes de paso. Osuna habló con algunos migrantes que recientemente pasaron por La Arrocera. Le dijeron que en La Arrocera vieron a policías estatales de Chiapas de uniforme en vehículos marcados que recogían y transportaban a gente que asaltaba a migrantes. En La Arrocera, los asaltantes son cabalmente minuciosos: los migrantes se quejaron a Osuna de que los catearon desnudos. Los asaltantes incluso revisaron los anos y las vaginas de sus víctimas a la busca de objetos de valor ocultos.
Los policías no sólo llevan de viaje a los asaltantes; a menudo son ellos los asaltantes. Aunque las transgresiones de inmigración no caen dentro de la jurisdicción de la policía estatal, la policía aprovecha el miedo de los migrantes en su propio beneficio. Osuna explica que aunque los policías no pueden pedir legalmente a los migrantes su identificación (sólo la policía de inmigración puede hacerlo), lo hacen en todo caso a fin de extorsionarles dinero.

Los ladrillos del muro
Hay, por cierto, un modo algo más seguro de migrar: pagar a un coyote, conocido también como pollero. Los coyotes cobran a los migrantes un alto precio por transportarlos por tierras desconocidas. Carlos Solís, coordinador de El Hogar de la Misericordia a Arriaga, dice que el precio de los coyotes por el paso entre Arriaga e Ixtepec, Oaxaca, es de mil pesos (unos 75 dólares).
En Chiapas, los coyotes pagan a los maquinistas de los trenes para que garanticen el paso de sus clientes. Osuna dice que en algunos puntos populares para subirse a los trenes, los maquinistas ralentizan el tren si los coyotes les pagan por hacerlo. Por otra parte, si el tren se acerca a un grupo de migrantes que espera para subirse, pero un coyote no ha pagado, el maquinista acelera el tren, aumentando la probabilidad de heridas si inmigrantes desesperados tratan de saltar.

Los coyotes también pagan a los maquinistas por información sobre la hora de partida del próximo tren. Osuna vio una obvia complicidad entre maquinistas y coyotes en Arriaga durante su visita. El día en el que se rumoreaba que un tren de carga iba a partir, entre 150 y 200 migrantes esperaron junto a la vía férrea. Un tren con sólo cuatro vagones comenzó a moverse, pero la mayoría de los migrantes creyeron que el tren no partiría con tan pocos coches – las locomotoras circulan por el depósito para recoger carga y vagones, pero los trenes no parten del depósito definitivamente hasta que docenas de coches han sido conectados a la locomotora.
Ese día, sin embargo, el tren partió de la estación de Arriaga con sólo cuatro vagones. Diez migrantes que iban acompañados por su pollero sabían que el tren partiría y pudieron subirse. Cuando los otros migrantes vieron que los clientes del pollero se subían, se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y persiguieron el tren. Unos treinta de ellos lograron subirse, pero más de 100 tuvieron que esperar otros tres días hasta el próximo tren.

Pandillas y Los Zetas también imponen el sistema del coyote. El padre Solalinde dice que hace unos pocos meses en Veracruz, un grupo de personas que supuestamente trabajaban para Los Zetas subieron a un tren repleto de migrantes. Los hombres tenían los nombres de migrantes que habían pagado a coyotes. Preguntaron a cada migrante su nombre y controlaron el nombre en su lista. Si el nombre del migrante no aparecía, el hombre con la lista le decía: “No has pagado a tu pollero.” Solalinde cuenta que: “Si el migrante se negaba a pagar, lo tiraban del tren. Varios migrantes perdieron extremidades de esa manera. Y al pollero que no paga a Los Zetas le va todavía peor.”
Las pandillas y Los Zetas tienen incentivos financieros para asegurarse de que los migrantes paguen a sus polleros: Los Zetas, ex soldados mexicanos del equipo de elite de las Fuerzas Especiales entrenadas por EE.UU., que desertaron para trabajar en el narcotráfico más lucrativo, cobran a los coyotes por operar en su territorio.

Los Zetas no se limitan a tomar dinero de los migrantes a través de sus coyotes; también roban y secuestran a migrantes. En octubre pasado, 32 migrantes centroamericanos escaparon a la custodia de Los Zetas en el Estado mexicano de Puebla. Los Zetas y la policía municipal habían secuestrado a los centroamericanos y exigido 2.500 dólares de cada familia de migrante en EE.UU. El padre Vázquez dice que los secuestros masivos de migrantes, incluso mujeres y niños, son comunes.

Solís dice que un comandante de la policía estatal de Chiapas le dijo que Los Zetas también infiltran El Hogar de la Misericordia. Hace cinco o seis meses, Los Zetas fueron detectados por primera vez dentro y alrededor de Arriaga. Se presentan como migrantes y entran a El Hogar de la Misericordia para reunir información sobre los residentes. Los Zetas descubren quién no tiene un coyote, qué migrantes tienen dinero, y quién espera recibir giros telegráficos. Pasan la información a sus colegas, quienes después roban a los migrantes.
Los Zetas han sido vistos fotografiando a migrantes en los trenes. Solís dice que ocasionalmente incluso lo fotografían a él.

Organizaciones criminales se unen a través de las fronteras

Aunque Los Zetas comenzaron como el ejército privado del cártel del Golfo, parecen estar diversificando sus operaciones. La DEA informó este año que cree que Los Zetas están tratando de romper con el cártel del Golfo para formar su propio cártel. Además, se informa que Los Zetas están comprando tierra a lo largo de la frontera entre Guatemala y México para almacenar y traficar drogas. Malcolm Beith de Newsweek informa que Los Zetas matan a conductores de autobuses y propietarios de negocios en Tecún Umán si no pagan lo que demanda la organización criminal.

Los Zetas han entrado a la industria de la inmigración en el sur de México con relativa facilidad y poca resistencia de otros cárteles mexicanos más establecidos. Solís dice que se debe a sus vínculos con organizaciones criminales del Sur.
El director del FBI, Robert Mueller, informó esta semana que Los Zetas tienen “contactos periódicos” con las tristemente célebres pandillas M-18 y MS-13 (Mara Salvatrucha) en El Salvador, cuna y bastión de las pandillas centroamericanas. Solís dice que esas pandillas también trabajan junto a Los Zetas en Honduras.
Más al norte, Los Zetas han hallado aliados naturales en un grupo guatemalteco llamado los kaibiles. Los kaibiles, casi como Los Zetas, eran soldados guatemaltecos de las Fuerzas Especiales entrenados por EE.UU. durante la guerra sucia de Guatemala. Cometieron algunas de las peores atrocidades durante la brutal guerra civil de ese país, y luego desertaron para trabajar en el narcotráfico. La relación de trabajo entre Los Zetas y los kaibiles data de por lo menos 2005, cuando el Departamento de Seguridad Interior de EE.UU. notificó a la Patrulla Fronteriza que los kaibiles estaban entrenando a Los Zetas en un rancho en

McAllen, Texas.
“¿Pagaste a tu coyote?”
Carlos está en su duodécimo intento de llegar a EE.UU. dice que simplemente hay demasiada pobreza en su Honduras nativa.

Carlos logró que su hermana le girara dinero a lo largo del camino para no tener que viajar con mucho efectivo. Cuando llegó a Arriaga, le envió 300 dólares. En su camino de vuelta a El Hogar de la Misericordia, fue atracado por un grupo de hombres. Algunos eran mexicanos, y algunos eran centroamericanos. Le robaron sus 300 dólares y todo lo que llevaba. Luego le dieron una brutal golpiza. Carlos tiene una conmoción cerebral, perdió la audición en su oído izquierdo, y tiene magulladuras y heridas por todo el cuerpo. Apenas puede caminar y sufre atroces dolores de cabeza. Aunque el ataque sucedió hace días, Carlos todavía tiene sangre sobre toda su camisa.
“¿Va a presentar una demanda?” le pregunto.

“No, no hacen nada,” responde Carlos.

“¿Le pagó a un coyote?”
“No, estoy por mi propia cuenta.”

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