sábado, enero 17, 2009

Desfiladero

Jaime Avilés

David Brooks, corresponsal de La Jornada en Nueva York, publicó ayer un reporte del Pentágono acerca de los “peligros mundiales a futuro más preocupantes” para Estados Unidos. El texto afirma que en cualquiera de los próximos 25 años, dos países podrían sufrir un “colapso” como el que en 1992 acabó con Yugoslavia. Estos serían Pakistán y México.

Nuestro compañero agrega que el informe fue preparado para los altos mandos militares y encargados de la “toma de decisiones” civiles en asuntos de seguridad nacional, e insiste en que, “en términos de escenarios del peor caso para las Fuerzas Conjuntas, y de hecho para el mundo”, Pakistán y México estarían en riesgo de sufrir “un colapso rápido y repentino”.

Comparado con el de Pakistán, según los analistas del Pentágono, el caso de México es “menos probable, pero el gobierno (mexicano), sus políticos, la policía y la infraestructura judicial están todos bajo asalto y presionados de manera sostenida por bandas criminales y cárteles de la droga”. Esta forma de ver las cosas, como todos sabemos, es tramposa e insuficiente.

Primero: el auge del narcotráfico en nuestro país es el fruto más notable y jugoso del modelo de destrucción neoliberal que nos fue impuesto en 1982 y que ha traído consigo toda clase de retrocesos políticos, económicos, sociales y humanitarios (léase fraudes electorales, regímenes saqueadores, libertad de prensa restringida, devaluaciones, inflación, desempleo, migraciones masivas y violencia y miseria extrema en proporciones inéditas).

Segundo: es falso que “el gobierno, sus políticos, la policía y la infraestructura judicial” estén “presionados de manera sostenida por los cárteles de la droga”. Todo lo contrario: en todos los niveles de gobierno, políticos, policías y jueces forman parte de los cárteles y comparten o disputan su fortuna con ellos. De allí el baño de sangre que vive el país y que sigue extendiéndose en forma incontenible.

Pero el Pentágono soslaya un factor clave: los grandes empresarios constituyen, de hecho, una auténtica organización criminal que se roba las elecciones y apoya a gobiernos inútiles (como los de Zedillo, Fox y Calderón) a cambio de privilegios que les permiten multiplicar exponencialmente sus riquezas mientras el resto de la población se hunde y, en parte, busca alivio a sus problemas en el extranjero y/o en el narcotráfico.

Es imposible que los generales del Pentágono aprecien la realidad mexicana bajo esta óptica. Como bien señala David Brooks, su reporte es “para los altos mandos militares y (los) encargados de la toma de decisiones civiles en asuntos de seguridad nacional”. En otras palabras, lo que han hecho ha sido advertir a los encargados de las fuerzas armadas y a los políticos estadunidenses que los cárteles mexicanos poseen ya tal poderío que en cualquier momento se justificaría una intervención de los marines en nuestras tierras (como lo explicó Luis Javier Garrido en su atinado artículo de ayer).

Felipe Calderón sueña con ello. Hace dos años, no lo olvidemos, intentó derogar (mediante la bancada panista de San Lázaro) la Ley Nacional de Neutralidad que prohíbe el ingreso de tropas extranjeras a territorio mexicano. No lo logró, pero hoy cuenta con el plan Mérida, que le regaló George WC, y que pronto administrará Obama. ¿Y luego?

Como lo demostró Yugoslavia, la desintegración de un país (o de un imperio como el de la Unión Soviética) no la para nadie. Cuando las cosas se pudren desde adentro ya no hay nada que hacer. En 1989, Bush padre bombardeó e invadió Panamá, encarceló al presidente Manuel Antonio Noriega y arrasó con los bancos y negocios de pantalla que servían para lavar el dinero del narcotráfico colombiano. ¿Qué sucedió entonces? El narcotráfico colombiano se mudó a México, estableció nuevos y mayores mecanismos financieros de lavado, y el narco mexicano se convirtió en la sexta mafia más poderosa del planeta.

Situémonos. ¿Obama invadiría México, encarcelaría a Calderón, bombardearía los centros de negocios de Santa Fe e Interlomas? Se antoja improbable. ¿Los marines patrullarían las calles de Ciudad Juárez, Tijuana, Durango, Torreón o Culiacán y detendrían la violencia? Suena ridículo. El tema del narcotráfico requiere soluciones de fondo, que no están en manos de Calderón y los neoliberales porque ellos son parte del problema. Éste se resolverá únicamente cuando el pueblo imponga un cambio radical de política y de políticos.

Todos lo sabemos: lo que tiene de cabeza a México es el agotamiento del ciclo económico de 100 años que a partir de 1810 y de 1910, reinventó al país, y que ahora, ante el evidente desastre del sistema y desde las perspectivas y programas de los movimientos sociales que se ensanchan por toda la República, volverá a sacudirlo todo. En el fondo, es eso lo que hace temer a los generales del Pentágono que, en cualquier momento, México sufra un colapso “rápido y repentino”.

Mosches y el antisionismo

Pocas pero sustanciosas cartas llegaron al buzón de esta columna acerca de la carnicería desatada en Palestina por el gobierno sionista de Tel Aviv. Al respecto, el poeta Eduardo Mosches ve el peligro de que “una indipensable posición antiosionista” pueda desviarse “hacia lo antijudío”, y expone cómo y por qué. Eduardo García Silva escribió un agudo ensayo titulado “¡No hay guerra en Israel”. “Como judío y lector habitual de La Jornada”, Daniel Zappi envió una reflexión llamada “¿Ética laica o ética ligth?”. Estos y otros textos ustedes pueden leerlos completos desde hoy en El Patín del Diablo (http://patindeldia.blogspot.com).

En ese mismo espacio hallarán las opiniones de María Cristina Sánchez Velasco, militante de la brigada 15 en defensa del petróleo, que exhorta al autor de Desfiladero a reconsiderar su postura de “ni un voto al PRD”, ya que podría ser “contraproducente”.

En otras cosas, al paro de pescadores contra el inflacionario precio del diesel podría agregarse un paro de trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia en protesta por la destrucción de Teotihuacán, que auspicia el muñeco de la rosca, Enrique Peña Nieto, miembro quizá de la secta de fanáticos religiosos que hacen lo mismo en el parque de La Venta, Tabasco, en nombre de su dios.

Mientras, en Monterrey se espera de un momento a otro (y si no a otro) el destape de los candidatos a gobernador de Nuevo León, con una sorpresa: Natividad González Parás habría pactado con el PAN y el Panal para ayudarle a ganar a Fernando Elizondo, traicionando de esta forma al PRI, a cambio de un puesto en el gabinete calderónico… Y ya que estamos, ¿por qué la resistencia civil pacífica no convoca a una besada nacional en Guanajuato, donde El Yunque hecho ayuntamiento encarcelará a quienes se cariñen con la boca en la vía pública?

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