sábado, enero 10, 2009

Gaza: la inoperancia de la ONU



MÉXICO, D.F., 9 de enero (apro).- En junio de 2007, el periódico británico The Guardian causó escozor internacional al publicar un informe confidencial interno de Naciones Unidas, en el que se acusaba a Ban Ki-moon y Kofi Annan, actual y anterior secretario general del organismo internacional, de brindar cobertura política a Estados Unidos y la Unión Europea en sus esfuerzos por marginar al Movimiento de Resistencia Islámica Hamas, a pesar de sus triunfos electorales en los territorios ocupados, particularmente en Gaza.El documento de 52 páginas, elaborado por Álvaro de Soto como reporte final de su misión como subsecretario y coordinador especial de Naciones Unidas para el Proceso de Paz en Medio Oriente, evidencia además cómo en su afán de aislar a Hamas, Estados Unidos llevó a Mahmud Abbas y a su movimiento Al Fatah a enfrentarse con éste, amén de devastar la economía y llevar a límites de pobreza a la población de Gaza, al promover sanciones internacionales contra un gobierno democráticamente elegido.De Soto, un diplomático peruano con 25 años de trabajo en el sistema de la ONU, recuerda que tras su victoria electoral en febrero de 2006, Hamas trató de formar un gobierno de unidad nacional, pero Washington forzó a la oposición de Al Fatah a no aceptar esta oferta, lo que a la postre desembocó en sangrientos enfrentamientos entre las dos fracciones. Aparte, la administración Bush apoyó la decisión de Israel de congelar la entrega a los palestinos de la recaudación fiscal (de aduanas) que les correspondía, esperando estrangular, junto con las sanciones externas, la economía de los territorios ocupados, con la expectativa de que una situación de precariedad haría que la población le diera la espalda a Hamas.En su reporte, De Soto, quien también fungía como representante personal del secretario general de la ONU ante la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), se queja de que Annan obstaculizó sus esfuerzos para mantener un contacto político regular con Hamas. El exsecretario general es criticado, además, por asumir una posición favorable a los puntos de vista de Estados Unidos. Una acusación similar fue lanzada contra Ban Ki-moon, quien tendría una deuda de gratitud con Washington, por su apoyo para llegar a la secretaría general.Enviado también como representante de Naciones Unidas ante el llamado "Cuarteto", integrado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la propia ONU, el veterano diplomático peruano dijo tener "poca o nula esperanza" de que este grupo de mediación aportara una solución imparcial al conflicto de Medio Oriente. "La imparcialidad -aseveró- ha sido reducida a la sumisión". Inclusive calificó al "Cuarteto" como una "distracción" y acosejó a la ONU retirarse de él.Nada de lo que reportó De Soto es desconocido. Pero redactado de su puño y letra, y dirigido a las más altas instancias del máximo organismo mundial, cobra una institucionalidad insoslayable y confirma una realidad frustrante: la ONU no cumple con su papel de mediadora de la paz, como se evidencia hoy una vez más en Gaza.Y es que si hay un conflicto en el que el sistema de Naciones Unidas ha demostrado ser particularmente inoperante, es el de Medio Oriente. En 61 años no ha sido capaz de resolverlo, algunas veces más bien ha parecido atizarlo y casi se puede afirmar que fue quien lo provocó, ya que una de sus resoluciones fue justamente el punto de partida del sangriento diferendo entre palestinos e israelíes que se extiende hasta hoy.El 29 de noviembre de 1947, la Resolución 181 de la ONU determinó la partición de Palestina en un Estado judío y uno árabe, y una zona bajo régimen internacional (los lugares santos, Jerusalén y Belén). Rechazada por los árabes y criticada por los judíos (que no obstante tomaron ventaja de ella y declararon su independencia anticipada), nunca fue aplicada como tal y, seis meses después (mayo 1948), estalló la primera guerra árabe-israelí.Después de ésta habrían de venir dos guerras más, varias invasiones, innumerables bombardeos, asesinatos colectivos y selectivos, ataques terroristas, sublevaciones populares, represión militar, detenciones, deportaciones, cercos económicos, muros y, en general, una permanente violación a los derechos humanos, particularmente de la población civil palestina.En consonancia y en forma paralela se fueron gestando también las resoluciones de Naciones Unidas: 100 de la Asamblea General y 45 del Consejo de Seguridad, según los documentos de la ONU relativos a la Cuestión Palestina. Aparte de los temas principales como refugiados, fronteras, Jerusalén, etc., cabe decir que la mayoría de ellas está dirigida a Israel por contravenir de una forma u otra el derecho internacional:Los ilegales ataques a sus vecinos; sus violaciones a los derechos humanos de los palestinos, incluyendo deportaciones, detenciones arbitrarias, demolición de casas, cortes de suministro eléctrico, bloqueos de insumos básicos y otros castigos colectivos; su confiscación de tierra palestina; el establecimiento ilegal de asentamientos; su negativa a obedecer la propia Carta de la ONU y la Convención de Ginebra de 1949, referente a la protección de personas civiles en tiempos de guerra.Del lado contrario, aunque hay pocas resoluciones contra las naciones árabes como tales, y mucho menos contra los palestinos que no constituyen un Estado, hay que decir que no se ha frenado el accionar de movimientos extremistas dentro de ellas que amenazan la seguridad de Israel y que impiden vivir en paz a sus ciudadanos, particularmente en las zonas fronterizas. Esto se expresa en ataques terroristas dentro del propio territorio israelí, o en el lanzamiento de cohetes como el que ocurre por parte de Hezbollah en Líbano o del propio Hamas en Gaza. El no reconocimiento del Estado de Israel, como ocurre hoy en Irán, por ejemplo, es otro escollo no superado para la paz.De hecho, exceptuando las resoluciones relativas a un cese el fuego después de que la violencia ya ha hecho estragos, ninguna otra se ha cumplido. Y no es que se requiriera cumplir con todas. Si tan sólo se hubieran acatado las primeras, ni siquiera habría existido necesidad de emitir las siguientes.Así, tan pronto como en diciembre de 1948, después de la primera guerra provocada por la partición dispuesta por la ONU, la Resolución 194 pedía "el retorno de los refugiados palestinos que fueron expulsados de sus lugares de origen 'lo más pronto posible' y el pago de indemnizaciones a los que decidan no regresar, así como por las pérdidas sufridas". Nada de esto ha ocurrido y, al contrario, el retorno de los refugiados es uno de los puntos que invariablemente estancan las negociaciones de paz.Casi 20 años después, en noviembre de 1967, una vez concluida la Guerra de los Seis Días en la que Israel acabó por apropiarse de toda la parte asignada a los palestinos, la Resolución 242 exigía "la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio, que pasa por la retirada del ejército israelí de los territorios ocupados durante el conflicto, y el respeto y reconocimiento de la soberanía e integridad territorial y la independencia política de cada Estado, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de fuerza".Esta resolución, reafirmada seis años después por la Resolución 338 durante la guerra del Yom Kippur (1973), permanece incumplida y se ha convertido en la base de todas las negociaciones posteriores de paz para el Medio Oriente. Pero no sólo han fracasado estas premisas básicas, sino que las resoluciones tampoco han logrado conjurar el uso de la fuerza. Así, en una larga lista se pueden leer las condenas de la ONU por las sucesivas invasiones de Israel al Líbano, su anexión de las Alturas del Golán, los intermitentes ataques a Cisjordania y Gaza, los bombardeos a una central nuclear en Irak y a la sede de la OLP en Túnez, etc.Pero, más que nada, captan la atención los llamados para que Israel acate las propias disposiciones de Naciones Unidas y respete la Cuarta Convención de Ginebra, que establece la protección de civiles durante los conflictos armados. Como en la Resolución 1322, de octubre de 2000, subsecuente al inicio de la segunda Intifada, que "condena los actos de violencia, particularmente el uso excesivo de la fuerza contra los palestinos, que han provocado heridos y pérdidas humanas".Hoy otra vez se acumulan los heridos y los muertos por "el uso excesivo de la fuerza" en la Franja de Gaza, en lo que el relator especial de Naciones Unidas para los derechos humanos en los Terrtorios Palestinos Ocupados, Richard Falk, calificó como "un crimen contra la humanidad por parte de Israel". Y, como Álvaro de Soto en su momento, acusó que, en este caso, "la ONU no está cumpliendo con su propia carta".Nada más emblemático de la impotencia y de la falta de respeto que se le tiene a la ONU, que el ataque perpetrado por Israel el martes 6 contra tres escuelas gestionadas precisamente por su Agencia para los Refugiados Palestinos, donde hubo más de 40 muertos y 55 heridos, todos civiles y muchos de ellos niños. Y todavía Tel Aviv se dio el lujo de decir que desde ahí lo habían atacado militantes islamistas.El jueves 8 en la noche, después de casi dos semanas de ataques incesantes, finalmente el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución, la 1860, que exigió un alto el fuego inmediato y permanente en la Franja de Gaza, "con el cese de todas las actividades militares y violencias, incluyendo las operaciones militares israelíes y los disparos de misiles de ciertos grupos palestinos, como Hamas". Pero pese a esta precisión, el saliente gobierno de George W. Bush se abstuvo, evidenciando hasta el último momento su apoyo incondicional a Israel.Como en todos los estallidos de violencia anteriores, llegará el cese el fuego, pero no la solución al conflicto ni el castigo por los crímenes cometidos. Si los actores no cambian su actitud y los mediadores, específicamente Estados Unidos, no relegan a un segundo plano sus alianzas e intereses, sólo se tratará de una resolución más y la ONU, como organización, continuará siendo un convidado de palo. A partir del 20 de enero, Barack Obama tendrá la palabra.

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