domingo, marzo 08, 2009

La crisis ¿estructural o coyuntural?

Gerardo Fernández Casanova
“Que el fraude electoral jamás se olvide”

Creo que entre las rayas del tigre a las que me referí en mi artículo anterior, la más significativa tiene que ver con la percepción y caracterización de la crisis por la que atravesamos. Por lo que se nota, los que se supone que ejercen la tarea de pensar (¿?) dentro del gobierno espurio, consideran que se trata de una simple crisis coyuntural del modelo y que, por lo tanto, la forma de enfrentarlo se limita a instrumentar medidas que amortigüen sus efectos nocivos, en espera de su natural solución. Como quien dice, en términos coloquiales, “nadar de muertito”. Están muy equivocados o son extremadamente perversos. La crisis es estructural y lo que está en crisis es el sistema capitalista o, por lo menos, su expresión neoliberal y globalizadora. La quiebra de las finanzas internacionales no es más que un síntoma externo, es como una pústula en lugar sensible y escandaloso; las otras pústulas han aflorado de tiempo atrás pero han sido maquilladas o escondidas. Me refiero a quiebras que, incluso, son más dolorosas, como es el desastre climático; el agotamiento del agua y los recursos naturales; la hambruna y la miseria creciente y alarmante; el desempleo; la descomposición social; la migración masiva; la violencia; la desigualdad y la injusticia y, como corolario, la ausencia de la libertad y de la paz. Si, por lo menos en teoría, el objetivo de un orden y un sistema económicos es el progreso y el bienestar de la humanidad, la realidad de estas quiebras muestra su rotundo fracaso.
La crisis es estructural y, si llega a resolverse algún día, hará que el mundo sea radicalmente diferente al actual. Entonces nos daremos cuenta que lo que invertimos en conservar el estado de las cosas, cayó en el vacío de la ineficacia; que perdimos tiempo y recursos en aras de algo inútil; que se profundizará nuestra dependencia del exterior y, lo peor de todo, que nuestra esperanza de progreso se verá nueva y fatalmente atrasada.
De ahí la ineficacia de las medidas que se refieren a lo meramente paliativo, como es la disposición de recursos para el empleo temporal; la preferencia por los llamados paros técnicos para prescindir de la mano de obra sin que se registren despidos; la procuración de facilidades extraordinarias a la inversión extranjera; la provisión de recursos financieros para soportar las pérdidas empresariales o para intentar detener la declinación de la moneda, todas ellas en el afán de mantener la vigencia del modelo a como de lugar. Tal parece que tendremos que vivir otros muchos años complaciéndonos en el argumento de nuestro arribo tardío a la modernidad, como fue con la revolución industrial o la del conocimiento o tantas otras que en el mundo suceden, sin que aquí nos percatemos de su acontecer. Siempre llegamos tarde, cuando los cambios trascendentes ya se consolidaron en el mundo y nos vemos obligados a comprarlos o copiarlos de otros, también siempre en beneficio de esos otros y a costa del bienestar y las expectativas de nosotros.
Fueron pocas las voces que, en el foro “¿Qué hacer para crecer?” convocado por el Senado de la República, reivindicaron el reclamo del cambio de paradigmas y del modelo económico. Entre ellas destaca la del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México quien, en pleno ejercicio de la responsabilidad universitaria, describió el carácter estructural del colapso del modelo neoliberal y postuló el cambio de los paradigmas del libre mercado, caracterizados por el consumismo y la depredación de la naturaleza, para dar lugar a nuevos esquemas que privilegien la solidaridad y la responsabilidad sociales, con especial énfasis en el papel que para ello juegan la educación y la investigación. Es tiempo de que la voz de los universitarios, de sus institutos de investigaciones de todo tipo, comenzando por los de las económicas y sociales, pero abarcando al conjunto del conocimiento, sea escuchada y atendida. Es tiempo también de respaldar su esfuerzo, el que le ha llevado a distinguirse como una institución de excelencia a escala internacional, aún con la precaridad de los recursos públicos que se le destinan. Por cierto y entre paréntesis, el nefasto Edgard Döring, dirigente panista en el DF y hermano del no menos nefasto Federico, se atrevió a proponer la desaparición de la UNAM por ser un “nido de guerrilleros e inútiles”, incluso hizo alarde de fascismo al proponer que los terrenos de Ciudad Universitaria se destinaran a un esplendoroso desarrollo inmobiliario de corte cosmopolita. Ningún panista lo desautorizó. Sólo es un botón de muestra, suficiente para perfilar la ignominia de quienes dicen gobernar al país. Cierro el paréntesis.
El nuevo modelo a crear tendrá que colocar al hombre y a la mujer en el centro paradigmático, en lugar del capital que hoy domina. El humanismo, plenamente identificado en el socialismo del siglo XXI, constituye la alternativa real para ordenar las relaciones entre las gentes y de estas con la naturaleza, en términos de preservar la vida y llevarla hacia el rumbo de la perfección. El amor al prójimo convertido en la norma de la convivencia, ajena a la limosna o a la filantropía culposa. El estado, liberado de su criminal dependencia respecto del capital, convertido en el representante de la sociedad para garantizar la libertad, la igualdad y la fraternidad. El esfuerzo cultural, en su más amplia acepción, destinado a la creación de la mujer y el hombre nuevos, para que quien hable sea el espíritu.
Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx

No hay comentarios.: