miércoles, marzo 11, 2009

Los externos

Sergio Aguayo

La teoría política puede ser como el bisturi que abre el cuerpo social para
escudriñar sus entrañas. Con ese supuesto reviso la crisis de representatividad de
los partidos, y la posible función terapéutica de los candidatos externos.
Entre los asuntos abordados por los teóricos de la transición a la democracia está
el papel de los partidos. No hay, por supuesto, acuerdo entre ellos. Mientras que
clásicos como Guillermo O’Donnell y Philip Schmitter aseguran que los partidos
tienen su “momento heroico”, su protagonismo máximo, cuando se consolida la
democracia, los estudiosos de la “tercera ola” sostienen que, en México, tuvieron
un papel fundamental desde los inicios de una transición que se eterniza.
Su importancia vino de que el régimen priista respondió a las movilizaciones
sociales de protesta fortaleciendo a los partidos. Reflexiónese en lo siguiente. Las
movilizaciones estudiantiles y las insurgencias armadas de los años sesenta y
setenta se hicieron fuera de los partidos y, sin embargo, el régimen respondió con
la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales
(LOPPE) de 1977 pensada para favorecer a los partidos de múltiples formas; una
de ellas conectándolos a las tuberías del subsidio público (el chisguete ser haría
torrente a partir de 1987).
Los partidos de oposición aceptaron los términos de la LOPPE porque, con todas
sus limitaciones, se beneficiaban y porque, ante el poder del régimen, era eso o
nada. Se asentó así un gradualismo extremo que metió a los movimientos
opositores en la altamente regulada arena electoral. Y por el camino pacífico y de
las instituciones se fue la transición.
Lo negativo es que las instituciones no funcionaron de acuerdo a lo que dicta la
teoría de las transiciones. La ley también santificó a los partidos calificándolos
como entidades de “interés público”; pero en lugar de honrar su título, se han
dedicado a acumular descrédito. Paro los lamentos y reoriento el análisis: ¿en
dónde estuvo el error? ¿en qué momento se dio la involución? Adelanto algunas
hipótesis.
Cuando los partidos empezaron a recibir los beneficios de la apertura no
supieron, pudieron o quisieron incorporar a plenitud las agendas y propuestas de
los movimientos que hicieron posible el cambio. Y no lo hicieron, pienso, porque
muy rápidamente sufrieron los efectos negativos del financiamiento público. El
28 de febrero de 1978, el PAN de Chihuahua publicó un desplegado condenando
a la flamante LOPPE: decían que con el “subsidio a los partidos políticos” la
LOPPE buscaba “extender la corrupción a los demás partidos políticos”. ¡Cuánta
sapiencia! ¡Cuánta clarividencia!
Con el goteo de subsidios se convirtió en ríos de dinero, crecieron las burocracias
decididas a controlar presupuestos y a monopolizar el acceso a cargos públicos
excepcionalmente bien pagados. En esas condiciones, a los partidos se les
quitaron las ganas de incorporar a ciudadanos independientes; representan una
competencia incómoda por cargos apetecibles que blindan al beneficiario contra
carestías y otras desventuras. Cuando invitan a personas u organizaciones es con
la intención de cooptarlas y meterlas en su lógica. El menosprecio a la autonomía
se ha extendido a cualquier cargo que ejerza presupuesto, incluidos los
organismos públicos autónomos.
Según algunas tradiciones populares, cuando los parientes cercanos fornican y
tienen descendencia, ésta puede nacer con cola de cerdo u otras malformaciones.
El incesto en la clase política se manifiesta en que los ex opositores incorporaron,
a su forma de actuar y pensar, los usos y costumbres del antiguo régimen; de ahí
su tolerancia al fraude y la corrupción, a la impunidad y la desigualdad.
¿Mejoraría la situación si los ciudadanos independientes tuvieran más acceso a
los cargos públicos? No necesariamente, o para ser más preciso, no bajo las
condiciones o reglas actuales. Después de todo, al retroceso que padecemos
también contribuyeron los organismos civiles y los ciudadanos que no supieron
como manejar las reglas de la alternancia. Recuerdo claramente cuando el gremio
de compañeras y compañeros de la sociedad civil declaraban la muerte civil a
quienes respondían al reclamo de la vida pública. Se les condenaba porque al
entrar a la política perdían su virginal pureza; profesía facilitada en la medida en
la cual él o la intrépida se enfrentaban solos a la jauría de partidos.
Más ciudadanos en cargos públicos no significa una metamorfosis milagrosa; sí
una oxigenación de lo existente, siempre y cuando se apegue a reglas diferentes.
Y por el momento los mecanismos no son los apropiados. Las candidaturas
independientes están prohibidas por la ley, y las externas son un retoño
contrahecho. Según los documentos básicos de los ocho partidos con registro,
cinco de ellos ni siquiera contemplan las candidaturas externas. Sólo las incluyen
Convergencia, el Partido de la Revolución Democrática y el Partido
Socialdemócrata (saco a este último de la lista porque su destino es tan
problemático que ni con una legión de externos se salva).
El PRD los tiene pero les impone el candado de que podrían competir contra los
candidatos internos en una primaria; un principio de equidad que pasa por alto las
distorsiones creadas por las tribus y el corporativismo al interior del PRD. Los
más generosos en letra y espíritu son, al día de hoy, los de Convergencia.
Pese a todo, diferentes organismos sociales están decididos a intentar acuerdos
con los partidos para impulsar a candidatos ciudadanos externos. Como siempre,
el movimiento feminista va a la vanguardia junto con organismos que entienden
lo necesario de cerrar una brecha entre partidos y sociedad que tiene sumido al
país en el subdesarrollo político, y muy lejos del desenlace previsto por los
teóricos de la transición.
Esta columna se benefició de los trabajos sobre la transición mexicana de José
Antonio Crespo, Todd Eisentdstat, Soledad Loaeza, Lorenzo Meyer, Kevin
Middlebrook y Reynaldo Ortega.
La Miscelánea
A propósito del Día Internacional de la Mujer quisiera reconocer los múltiples
aportes femeninos a la construcción de la democracia. San juana Martínez, por
ejemplo, es una periodista que ha investigado la pederastia, la violencia de
género, el terrorismo y el crimen organizado. Por su compromiso con los
principios sigue pagando las consecuencias; al menos reconozcamos todo lo que
ha hecho para cambiar a México.
Correo electrónico: saguayo@colmex.mx

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