jueves, abril 16, 2009

Columna Asimetrías. El Ayuno de Julio Ricardo


Por Fausto Fernández Ponte

16 abril 2009




“Ayunar es la medicina natural más antigua y la más utilizada por todos los seres vivos, pero en los humanos es además la puerta a otra dimensión”.

Artemio González, médico naturalista mexicano.


I

Julio Ricardo Blanchet Cruz ha visto y vivido casi todo y, por ello, muy pocas circunstancias y situaciones vivenciales le son ajenas, aunque ello no ha sido óbice para conservar intacta su capacidad –por cierto, enorme-- de sorprenderse y aprender.

Pero, a todo esto, ¿quién es Julio Ricardo? Tras un decurso azaroso de casi siete décadas, nuestro personaje se describe a sí mismo como sin adornos ni metáforas ni circunloquios: “Yo soy un hombre de mis tiempos y de mis vivencias”.

Y los tiempos de don Julio Ricardo han sido –son— desde su nacencia allá por los cuarenta del siglo pasado concurrentes con los estilos de vida de la sociedad mexicana influida por los paradigmas prevalecientes entonces en el desarrollo de ésta.

“Mis convicciones son profundas, definitivas, consecuencias de lo aprendido y, sobre todo, lo vivido y experimentado”, dice. Ha conocido la pobreza material y espiritual y la riqueza y la grandeza experiencial y del alma, la intrínseca y la adquirida, cultural”.

Éste hombre ha ejercido y continúa ejerciendo influencia sobre otros, directa o indirectamente, en las muchas vertientes, instancias y niveles de las relaciones humanas, personales o sociales. Es, sin duda, vector decisivo en la vida de terceros.

No en vano. Su oficio, desde hace ya muchos años, ha sido el de comunicar ideas, hechos y sucedidos, opinar con franqueza aguda, con zumbonería incluso, sin tapujos ni eufemismos, lejos de las hipocresías. Su lisura es entendida como irreverente.

Hombre de alcances trascendentes, don Julio Ricardo se niega a usar el doble discurso, el que quieren oir sus interlocutores y el que es –sí, es— con arreglo a su propio registro de la realidad y los componentes de ésta. Y sin calificativos.

Sus juicios de valor los depura, al expresarlos, mediante asepsias retóricas; por ello, su franqueza parece tajante, específica, despojada de generalidades. Y aunque tiene verdades propias, comparte la noción de que cada quien tiene su verdad.

III

Y no sólo eso: piensa que la verdad de cada quien debe, a su vez, ser compartida, según el principio voltaireiano, para èl caro, debe ser dicha, divulgada, comunicada a todos lo que, por supuesto, quieran oirla y, sobre todo, escucharla.

Aborrece la censura y, aun más, la censura que los hombres y las mujeres de la difusión impresa, hablada o visual se imponen a sí mismos causados por los imperativos de la supervivencia laboral y la conveniencia crematística.

Ha sido censurado –que es la forma más grotesca de represión al derecho de decir cada quien su verdad --según se discierna ésta-- y, por tanto, ha sufrido ceses sumarios vengadores y arbitrarios en su programa en Radio Universidad Veracruzana.

Quizá sea don Julio Ricardo el radidifusor más oído y tal vez el más escuchado. En su programa –Opiniones y Comentarios-- ha dicho y sostenido lo que otros soslayan o, de plano, omiten por motivos que antojaríanse redundantes.

Su programa ha sido merecedor de reconocimientos doquiera que se aprecia y se avala la honestidad y la buena fe de un radiodifusor cuyo quehacer define como educativo, orientado a despertar conciencias y destruir supercherías institucionales.

La razón esgrimida para reprimirlo –arrebatarle su derecho laboral y sofocar su vocación comunicadora—es la de su llaneza al describir a los poderosos y sus dogmas y supersticiones propias del pensamiento oscurantista por uniforme y único.

III

Al reprimírsele sus derechos laboral y de expresión --constitucionales ambos—se exhibió un amasiato inconfesable entre la religión organizada para fines de poder (el de un obispo católico) y la supuesta lis de Veracruz, la rectoría de la UV.

Ello lo ha situado en los proscenios de la polémica y la controversia. . Persona de convicciones, traduce éstas en hábitos prácticos, asentados en lo más abisal de su psique, reflejadas en su conducta cotidiana de tangibilidades y resultados.

Un hábito práctico, disciplinario y disciplinado, es el del ayuno. Don Julio Ricardo ha ayunado desde hace muchos lustros. Periódicamente, conforme a un calendario interior de descontaminación celular, ayuna una, dos, hasta cuatro semanas o más.

El ayuno, como está demostrado, le otorga los beneficios del vigor mental y físico. Accede, de esa guisa, a mundos inimaginables para muchos., a estadios de percepción aguda y entendimiento nítido, caleidoscópico, de entornos físicos y humanos.

Don Julio Ricardo ayuna desde el lunes pasado en la Plaza Lerdo de Xalapa, la capital del Estado de Veracruz. El propósito es obvio, pero los móviles se empatan en simbiosis con las convicciones del ayunante.

Y estas convicciones se traducen en la racionalidad de que si hay hambre en el mundo y, cada día más evidente, también la hay en México, ¿por qué no ayunar? Al ayuno forzado sumaríase, solidariamente, el ayuno como estrategia de salud personal y social.

Y es que con éste personaje ayunan también, por emulación solidaria, unas veinte persona más en ese mismo sitio público. Ayunar por el hambre prevaleciente no es contrasentido, aunque parézcalo; es lógica impecable. Desintoxica el cuerpo.

La desintoxicación anatómica se extiende al cerebro y, por tanto, a la mente –al alma— y lleva a introspecciones de realidades íntimas, del fuero interno, y del entorno sociocultural. Es una liberación cuyos efectos duran muchos días concluido el ayuno.

Ffponte@gmail.com

Glosario:

Abisal: abimal. Muy hondo.

Lis: flor. Forma heráldica de ésta flor.

Lisura: de liso.

Volteaireiano: relativo o perteneciente a Voltaire.

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