miércoles, abril 22, 2009

El nuevo Senado: derroche palaciego


Los senadores están optimistas porque, dice el panista José González Morfín, la construcción de lo que será su sede definitiva, en un predio ubicado en la esquina de las avenidas Insurgentes y Reforma de la Ciudad de México, seguirá adelante a pesar de que la crisis económica ha elevado el precio de los materiales de construcción. Poco importan las críticas a la obra por sus eventuales inconveniencias. Lo importante, arguye el legislador, es que el 10 de abril de 2010, antes de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, los senadores tendrán su anhelado complejo arquitectónico.

El 10 de abril de 2010 es la fecha programada por el Comité Técnico del Senado para que las instalaciones de su nuevo edificio, ubicado en la confluencia de las avenidas Insurgentes y Reforma y cuyo costo inicial se calculó en mil 700 millones de pesos, quede terminado, aun con la crisis económica.El senador panista José González Morfín, quien preside el fideicomiso 1705 registrado en Banobras para la edificación del inmueble, asegura que aunque los precios del material se han elevado, por lo que se requerirán entre 200 y 300 millones de pesos adicionales para concluir la obra, el Senado ya tomó la decisión de vender alguno de los inmuebles que tiene para solventar los gastos. En última instancia, agrega, se pediría un crédito bancario para salir del paso. Lo importante, insiste, es terminar con ese largo peregrinar en busca de un conjunto inmobiliario inteligente para la nueva sede parlamentaria.En el predio elegido, cuya extensión es de 9 mil 174 metros cuadrados, alrededor de 600 trabajadores laboran a marchas forzadas a más de 20 metros de profundidad en la construcción de los tres estacionamientos subterráneos con capacidad para 922 autos. Javier Muñoz, jefe del grupo de arquitectos que coordina la obra, asegura que ésta será la más avanzada de su tipo en América Latina, lo que le dará una mayor importancia histórica.Según los tiempos oficiales del proyecto, en los próximos meses se empezarán a levantar los edificios del nuevo recinto parlamentario. En los planos se indica que el salón de sesiones se ubicará tomando como eje el asta bandera. La construcción será ovalada y constará de cuatro niveles con una extensión total de casi 3 mil metros cuadrados; a un lado se ubicará el hemiciclo de seis pisos que alojará las 128 oficinas de los legisladores; en el otro extremo quedará una torre de 16 pisos con helipuerto, donde estarán las oficinas administrativas y las de las comisiones legislativas.El complejo arquitectónico también incluirá un edificio de tres niveles para comedores, otro de dos niveles para órganos de gobierno, dos sótanos para bodegas y cuartos de máquina y un edificio más de tres pisos para oficinas. En suma: 55 mil 558 metros cuadrados de construcción en una esquina privilegiada no sólo por su plusvalía, sino por su ubicación estratégica, pues tanto Insurgentes como Reforma son clave para el movimiento vehicular en la Ciudad de México.No es difícil que, una vez en funciones, en las inmediaciones del nuevo Senado se multipliquen las marchas y plantones de protesta, con sus consecuencias obvias… Pero eso parece no importarles a los constructores ni a los senadores, quienes se preocupan más por la obtención de fondos y por estrenar oficinas antes de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.Ante una situación financiera adversa, el legislador advierte que “sería peor parar los trabajos”. Dice: “Nos quedaríamos en el peor de los escenarios: con el proyecto ya iniciado, con mucho dinero invertido, con el terreno comprado; sería detener todo y seguir rentando las oficinas”.Asegura que hasta el momento no se tiene calculado el impacto de la crisis en el incremento del costo de la construcción, cuyo monto de mil 699 millones de pesos fue establecido por la empresa Gami Ingeniería e Instalaciones, ganadora del concurso de licitación realizado el 16 de agosto de 2007.Agrega que el comité técnico que preside estudia la posibilidad de vender dos de los edificios que tiene el Senado en Donceles y en la Ciudadela para allegarse recursos de por lo menos 500 millones de pesos que no han sido liberados debido a la crisis económica. Y aclara que de ninguna manera se vendería el terreno que se localiza detrás del palacio de Bellas Artes y que los senadores usan ahora como estacionamiento; mucho menos el emblemático edificio de Xicoténcatl donde está el salón de sesiones. “La casona de Xicoténcatl se va a conservar –insiste–. Es un edificio emblemático y no sería muy costoso su mantenimiento”.En último caso, dice, el inmueble podría habilitarse como un centro de exposiciones similar al Museo Nacional de las Artes, que está enfrente, o firmar un convenio con la UNAM y convertirlo en un espacio para actividades culturales y educativas como el Palacio de Minería, que está en la contraesquina aledaña.González Morfín rechaza que el PAN quiera colgarse el logro de que por fin el Senado de la República tenga sus oficinas y el pleno en un solo complejo y no en 12 edificios diseminados en las inmediaciones del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Fin al peregrinar
Relata que, en el año 2000, los coordinadores del PRI, Enrique Jackson; del PAN, Diego Fernández de Cevallos, y del PRD, Jesús Ortega, acordaron la construcción de la nueva sede del Senado y crearon un fideicomiso para depositar los recursos necesarios. Incluso, dice, se consultó a la UNAM para que evaluara y aprobara el proyecto y el lugar donde se erigiría el complejo arquitectónico. Después de revisar cinco sitios, los senadores eligieron la esquina de Insurgentes y Reforma donde estuvo el Cine Roble, afectado por el terremoto del 19 de septiembre de 1985.En 2003 se lanzó un concurso para el proyecto, en el que participaron 55 despachos. El ganador fue el del arquitecto yucateco Javier Muñoz. Superó al de Teodoro González de León. La licitación de la obra se realizó el 16 de agosto de 2007 y Gami Ingeniería e Instalaciones se impuso a las otras ocho empresas concursantes. Su propuesta fue la más económica: mil 699 millones de pesos. Un mes después, el 17 de septiembre, el terreno fue bordeado con láminas metálicas de dos metros y las máquinas comenzaron a excavar. Desde entonces los trabajos no se han interrumpido. Hoy empezó ya el levantamiento de los edificios.Antes de este proyecto hubo infinidad de intentos. El primero data de 1825, cuando se constituyó por primera vez el Senado. En aquella época compartió instalaciones con la Cámara de Diputados en el recinto del extemplo de San Pedro y San Pablo, en las calles del Carmen y San Ildefonso del centro de la Ciudad de México.Cuatro años más tarde, ambas cámaras fueron trasladadas al Salón de las Comedias en Palacio Nacional, donde sesionaron hasta 1857, cuando el Senado desapareció a raíz de la Constitución promulgada ese año. Esa ausencia se prolongó durante 18 años, hasta que lo restauró el presidente Sebastián Lerdo de Tejada. La sede parlamentaria se instaló en Palacio Nacional, donde sesionó hasta 1930. A partir de ese año se trasladó de nueva cuenta al edificio de Donceles, donde funcionó sólo un año; de ahí pasó a la Casona de Xicoténcatl, donde actualmente tiene su sede.Relata González Morfín: “Ha habido muchos intentos por construir una sede definitiva. En 1994, en tiempos de Emilio González, se puso la primera piedra en un predio de 5 mil metros que está atrás de Bellas Artes y que ahora los legisladores usan como estacionamiento. Así mismo, hubo intentos por comprar el Teatro Hidalgo para ampliarlo, pero el proyecto se paró en 1995 debido a la crisis económica de entonces. Ese fue el proyecto más serio y el predio ahí se quedó”.El proyecto actual fue aprobado por todos los partidos en el Senado, quienes acordaron adquirir el terreno que pertenecía al Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB). Al arranque de las obras hubo problemas porque la Cámara de Diputados se negó a apoyar a sus pares del Senado con 500 millones para arrancar las obras. Eso llevó a los senadores a solicitar la ayuda del Poder Ejecutivo, que les otorgó una partida especial del presupuesto federal por ese monto. A su vez, el gobierno del Distrito Federal agilizó los trámites y les otorgó las licencias y subsidios correspondientes, incluso donó un terreno adjunto al predio donde hoy se construye el edificio del Senado.Sin embargo, y pese al buen manejo de los recursos por parte de Banobras, aún no se liberan los 500 millones de pesos programados para este año. Dice González Morfín: “Nos hacen falta 500 millones de pesos de recursos públicos. Lo demás lo podemos resolver con los predios que tenemos y que podríamos enajenar cuando ya no los necesitemos”.
No es un capricho
Desde las alturas no se ve el movimiento de los trabajadores en el predio de Insurgentes y Reforma. Apenas se observa el movimiento de un brazo mecánico cuando llena de tierra los camiones de volteo que entran y salen del lugar. Sin embargo, debajo de la plancha de concreto decenas de trabajadores se afanan en sacar toneladas de tierra de una perforación de 20 metros de profundidad; otros cimientan las paredes para evitar derrumbes y filtraciones de agua en el sótano del futuro estacionamiento.Durante un recorrido por la obra, el arquitecto Federico Rojas, del comité técnico de Gami, afirma que las lozas de cimentación tienen dos metros de grosor, mientras que los pilares tienen 51 metros de profundidad y 80 centímetros de espesor. Esto garantiza, dice, que el complejo no sufriría impactos si hubiera un terremoto como el de 1985. Rojas señala que el cemento es mexicano pero el acero de las viguetas es de Estados Unidos, aunque éstas se fabrican en San Luis Potosí. Y aclara: El grupo Gami depositó una fianza con la cual ampara cualquier restauración en caso de que la construcción presente algún defecto.Orgulloso del proyecto que está en manos del ingeniero Óscar de Buen, Rojas dice que el lema de todos los que trabajan en la construcción es: “‘En grupo por mi país’. Cada uno de ellos sabe del significado histórico de la construcción”.González Morfín insiste en que continuar con la construcción no es un capricho de los legisladores. Y explica que juntar en un solo lugar las instalaciones que hoy están en edificios rentados facilitará el trabajo de comisiones y significará un ahorro de por lo menos 110 millones de pesos anuales.Expone: “El año pasado cerramos pagando 100 millones de pesos de renta. Si a eso le agregamos 10 millones de pesos que se pagan por servicio de seguridad y mantenimiento, entonces estaríamos hablando de un ahorro de 110 millones de pesos al erario federal”.Y advierte que si no se construye, el monto podría ser el doble, pues las rentas están subiendo de manera extraordinaria, sobre todo en la Torre del Caballito.Admite que es posible que haya críticas por los millones invertidos en la nueva sede legislativa, sobre todo por la crisis económica que se vive, pero asevera que no había de otra. Recuerda que en un momento se pensó dar un espacio al Senado en el palacio de San Lázaro, cuando este cuerpo colegiado sólo estaba constituido por 64 miembros. La propuesta no prosperó, menos ahora que el número de senadores se duplicó.Insiste en que “no es un capricho, el edificio se necesita”. Según él, cuando deje de pagarse el alquiler de los inmuebles que actualmente ocupa el Senado, en 16 o 17 años se liquidarán los mil 699 millones que costará la nueva sede legislativa.“Yo creo que el panorama está completo. Se trata de una obra que se ha cuidado hasta el último detalle; lo que esperamos es que no haya un contratiempo y podamos estrenarla en el marco del Bicentenario”, señala. Y recuerda que hace un siglo Porfirio Díaz quiso levantar un edificio colosal para el Poder Legislativo, pero lo frenó la crisis. “Sólo se quedó el esqueleto de lo que hoy conocemos como el Monumento a la Revolución”, dice González Morfín.Y para ahuyentar los malos presagios que se han cernido sobre la nueva construcción por la reciente crisis económica, concluye: “Qué mejor que en el marco del Bicentenario el Senado pudiera tener por primera vez en su historia su sede y con esto terminar el peregrinaje que ha tenido desde sus inicios”.

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