miércoles, mayo 27, 2009

Columna Asimetrías. Salud Mental del Político





27 mayo 2009




“Yo maté a Manuela de un balazo; soy un héroe”.

Carlos Salinas de Grotari,

al rendir declaración tras asesinar

el 17 de diciembre de 1951 a una sirvierta de su casa (Excélsior, 18-XII-1951).

I

La corriente campaña de proselitismo electoral es una exhibición en diorama caleidoscópico y tridimensional la calidad moral y sentido ético de quienes aspiran a representar a la ciudadanía en la instancia legislativa del poder político del Estado.

Sin duda. Los candidatos postulados por los partidos políticos en un sistema de democracia simulada muestran, en algunos casos documentadamente patéticos, que presentan síntomas de patologías o de desórdenes mentales.

Hágase la salvedad que hay, sin duda, excepciones, más éstas son tan contadas que resultan notorias. Pero el común denominador es evidente. La salud mental de los candidatos no es, en general, por decir lo menos, óptima. Lejos de ello.

Trátase, precisoriamente, de los candidatos a diputados federales, a gobernadores, alcaldes y legisladores locales, la mayoría de los cuales es de mujeres y varones dedicados profesionalmente --como modus vivendi— al usufructo del poder político.

Esos individuos que se “ganan la vida” –la definición es objetiva— en quehaceres propios del estilo mexicano (o sea corrupto, alevoso/ventajoso y autoritario) de ejercer el poder. Son libélulas seducidas por un astro –el del poder y sus gajes-- de magra luz.

Pero esa luz mortecina embruja a muchos. Unos, los ingenuos, buscan nuestro voto pensando que la solución a nuestros problemas (si es que tienen conciencia de ellos) reside en reformas al sistema económico y político imperante, no en sustituirlo.

Pero otros, los más, los cínicos, solicitan nuestro voto mediante engaño y premisas falsas y promesas que saben de antemano que no podrán cumplir ni querrán cumplirlas en caso de poder hacerlo. No quieren vivir en el error, fuera del erario público.

II

El síntoma más elocuente y, ergo, inequívoco, de una dudosa salud mental de los aspirantes a vivir del erario gubernamental y/o enriquecerse de éste es afín a una psicopatía que aproxímase a la sociopatía. El enfermo no tiene conciencia de su mal.

Nos dice el psiquiatra argentino Aurelio Sforza, el psicópata es aquél convencido de que no hemos caído en la cuenta de que nos engaña. Vive en otra realidad: no discierne las correspondencias entre lo que objetivamente es, y lo que parece ser.

O entre lo que es y lo que debe ser; entre el deber ser y el deber hacer. Pero más allá de esto que parece un juego de palabras emerge incontrastable e inconfundible que el psicópata se cree más listo e inteligente que los demás. Es el proverbial “vivales”.

El psicópata cree, además, que goza de una merecida latría popular, aunque no pueden empalizar ni sentir culpa por ello, por lo que interactúan con las demás personas como si éstas fuesen algún objeto, utilizandolas para lograr sus objetivos.

Una personalidad psicópata es incorregible, pero hay fármacos que reducen la impulsividad, como es caso de los ex Presidentes Luís Echeverría, José López Portillo, Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox. ¿Toma esos fármacos Felipe Calderón?

El psicópata –nos informa el psiquiatra Celso Fidalgo— es un trastorno de personalidad antisocial que deriva en que quienes la padecen pierden la noción de la importancia de las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales.

“Se estima que los síntomas y sus características se vienen desarrollando desde la adolescencia, si no es que antes”, dice don Celso. Sus cauas, añade, son genéticas, del entorno de la persona, factores biológicos (procesos químicos anormales), Etc.

III

Las actuaciones de los personeros del poder político del Estado mexicano en el pretérito reciente –digamos desde 1964 al 2006-- y el presente (el presidencialado de facto del señor Calderón) nos revelan una realidad ominosa.

Y, a la vez, nos explican en gran medida la debacle en la economía, la política, la vida social e incluso en la cultura que estruja brutalmnente a los mexicanos y, en un sentido más amplio, pone en gravísimo peligro la viabilidad futura de México.

Nos explican la naturaleza antisocial del mismísimo poder político del Estado mexicano. Una identificable naturaleza psicópata y sociópata de dicho poder, trasladada a éste y al propio Estado por sus personeros de antaño y del hogaño.

Esa viabilidad futura es discernible ya para no pocos mexicanos, conscientes políticamente de la realidad o no, escolarizados –o no-- en la experiencia histórica de las luchas del pueblo de México o no, e informados de los verismos de la actualidad o no.

Cierto. El futuro se asoma ya en nuestro horizonte y no se nos ofrece promisorio en un sentido esperanzador. Los mexicanos que podrían modificar ese horizonte ya nacieron –ya están aquí--, pero no adviértese en ellos conciencia de su enorme reto.

Esos mexicanos conforman el grueso poblacional de México, pues son el meollo estadístico promediado de la edad cronológica, que es de 27 años. Se representa ese meollo en niños, adolescentes y adultos jóvenes, mujeres y varones, que son mayoría.

Ese grueso demográfico –que no conoce tiempos mejores, ni siquiera en los libros de historia, pues ésta les ha sido escamoteada por un sistema económico, político, social y cultural a modo-- sufrirá las secuelas de desconocer moralejas del pasado y el presente.

Lo peligroso de esos síntomas en los personeros del poder político de un Estado es que su conducta es emulada por la población. En México parecen advertirse manifestaciones psicópatas y sociópatas colectivas en ciertos estratos sociales..

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Latría: reverencia, culto, adoración.

Modus vivendi: modo de vivir. Estilo de vida.

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