miércoles, mayo 27, 2009

¿Cuánto poder más le otorgaremos a la mentira, al privilegio y al odio?

Ricardo Andrade Jardí

Promesas y descalificaciones, es lo único que pueden ofrecer los partidos políticos en México. No plantean debates de ideas porque en el fondo carecen de las mismas y menos aún pueden profundizar en debates ideológicos. Convertidos en híbridos, de la bananera república que somos, carecen de un programa de acción real y sus posiciones ideológicas dependen del tamaño del soborno y del interés coyuntural del grupo o secta partidista a la que se pertenece.
Nada nuevo veremos en las campañas, promesas de hacer lo que el estado tiene obligación de hacer, ninguno de los discursos es de fondo, ninguno plantea los “cómos”, todos descalifican y argumentan en contra de los otros, pero, hasta ahora, es poco lo que se puede esperar del nuevo Legislativo que conformará el abrevadero de dinosaurios que es el Poder Legislativo. El PRIAN requiere de mayoría para poder legalizar la ilegalidad con la que nos están saqueando y el PRD no es más que un basurero de “ex” de cualquier partido y mientras más opuesta a la izquierda sea la “ex militancia” de los nuevos perredistas más bienvenidos resultan en ese basurero y siempre se podrá dar el bandazo a la derecha opresiva sin grandes problemas de conciencia.
La vía es la electoral, insiste el Presidente Legítimo, AMLO, e invita a votar por los candidatos, algunos tan impresentables como los panistas o los priístas contra los que dice estar en luchando. Por una nueva refundación republicana, puede ser, pero lo cierto es que los candidatos de cualquiera de las fuerzas políticas electorales son la garantía de que todo seguirá igual; verdes que promueven la pena de muerte, ladrones corruptos y corporativistas que se reivindican social demócratas, social demócratas sin base obrera, conservadores moralistas permanentemente en el escándalo de la corrupción, el odio y la mentira, izquierda tan amplia que no sabe qué es lo que reivindica y partidos obreros sin trabajadores o convergentes de cualquier cosa, la realidad mexicana se hace presente y no hay nada tan surrealista como la composición de las fuerzas políticas que se disputan los 500 curules de la Cámara Baja, 500, pese a que sólo hay 300 distritos, es decir, por 200 de esos cretinos nadie votará y sin embargo ahí estarán “representando” los intereses propios o de algún partido, no los de la ciudadanía, pero cobrarán los sueldos y tendrán las prestaciones más altas del mundo como si fueran dignos representantes del pueblo.
Mientras tanto la lucha electoral seguirá ocultando los problemas de fondo de la sociedad mexicana, seguirá evadiendo el urgente trabajo de calle que las fuerzas políticas, cuando menos las de izquierda, deberían estar realizando, para impulsar subjetividades de cambio e imaginarios de participación ciudadana..., pero eso supone trabajar por una sociedad que otorgue cada día menos poder a quienes dicen que los “representan”, incluso si alguna vez los representan; supone que esa misma ciudadanía logre impulsar los cambios sociales en beneficio de la vida republicana que la clase política se niega a realizar pues hacerlos supone perder el control de grandes sectores de la sociedad: perder los privilegios de una política que paga extraordinarios sueldos por no hacer nada, perder el placer que al parecer les provoca la mentira demagógica.
Sólo en la medida de que los ciudadanos comprendamos que el poder es nuestro y que somos nosotros los que decidimos cuánto poder dejamos que los otros ejerzan por nosotros, se logrará el verdadero cambio hacia la construcción de algo diferente, lo que, bajo ninguna forma, será peor o igual a lo que ya tenemos; es el urgente Despertar Ciudadano, el único que podrá revocarles a los imbéciles políticos el poder que suponen tener sobre nosotros. Somos nosotros, todos, el único cambio posible, no la democracia institucionalizada, que de institucional tiene mucho y de democracia nada...

Sin duda los ciudadanos organizados son los únicos que pueden cambiar al país, ese es el único poder que vencería al grupo de sátrapas que gobierna. Sin embargo, quedarnos sin una mínima representación en el Congreso, aunque sean pocos los que verdaderamente dieran la lucha en esa instancia sería asumir que tendríamos que organizarnos ya no para la lucha civil pacífica sino para la lucha violenta dentro de la cual casi seguro que saldremos derrotados y con bajas sumamente dolorosas. Habría que disolver todos los poderes y entrar en una fase de caos. Se formaría un grupo guerrillero como las FARC y ahí estarán 50 años sin poder acceder a las elecciones. De tal forma, no votar es hacerle el juego al autoritarismo, si no de intención, sí de manera indirecta, dar lugar a una colombinización idéntica poniendo la parte que a la disidencia le toca.


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