viernes, mayo 08, 2009

México SA

Pavor al déficit presupuestario
Que sí, que siempre sí hubo complot en 2006

Carlos Fernández-Vega

¡Aleluya! Bienaventurados los tercos que todo ven color de rosa, que de ellos será el reino de la recesión. ¡Milagro!, porque algún rayo celestial logró abrirle los ojos al secretario de Hacienda, Agustín Carstens, quien por fin se dio cuenta –así sea en el discurso– de que la situación económica nacional está color de hormiga, y lo hace tras su obsesiva negación de lo que todos registran y padecen desde hace ya muchos meses.

Tal vez por decisión divina, el siempre festivo doctor catarrito cambió sus lentes oscuros por unos anteojos de alta graduación que, por fin, le permiten ver un poco más allá de la idílica versión oficial –por él mismo promovida, junto con el inquilino de Los Pinos–, de que la economía mexicana es un navío de gran calado, sólida como el acero y con un futuro venturoso que de aquí a 40 años se convertirá en la cuarta más poderosa del planeta.

Gran paso el dado ayer por Agustín Carstens (finalmente se puede decir que México está en recesión) ante los corresponsales extranjeros, aunque de muy corto alcance, como se acostumbra en el gobierno de la continuidad. Lo anterior, porque a pesar del desplome de la actividad económica, y el empleo junto a él, la caída de las exportaciones, de los precios de intercambio, de las remesas, del tipo de cambio, etcétera, etcétera, el secretario de Hacienda responsabilizó a la emergencia sanitaria de dicha recesión.

Por fin alguien encontró un elemento productivo a dicha emergencia. Y ese alguien fue el doctor Carstens, quien la responsabiliza de la recesión, no obstante que días atrás él mismo aseguró que su costo económico no sería de proporciones mayores. Que los principales indicadores económicos reporten descensos constantes y pronunciados desde siete u ocho meses atrás no tiene la menor importancia, pero sí, y de forma destacada, que en tan sólo dos semanas una emergencia sanitaria tire al bote de la basura toda la solidez del navío de gran calado.

Qué cómoda posición, porque si no hubiera sido la influenza la causante de la debacle económica del país, entonces lo hubiera sido una tormenta tropical, el desbordamiento de un río, la hambruna en Etiopía o, ya entrados en gastos, la deposición de un pajarito, que de cualquier suerte pretextos sobran. El propio Carstens días atrás estimó que la epidemia tendría un costo económico de 0.3 a 0.5 por ciento del producto interno bruto, pero ayer modificó la estimación gubernamental en cuanto al descenso del PIB en 2009: de 2.8 la actualizó a 4.1 por ciento, es decir, 1.3 puntos porcentuales de diferencia, con lo que queda claro que si bien la epidemia tiene peso específico en el asunto económico no es la causante ni la determinante de la desbarajuste que vive el país en este renglón, como en tantos otros.

En cualquier gobierno civilizado el diagnóstico de un catarrito que implique un costo económico equivalente a 4.1 por ciento (y contando) del producto interno bruto, no sólo obligaría la puesta en marcha de un plan de emergencia, sino la salida inmediata de quien determinó el alcance de la enfermedad. Pero el mexicano no entra en esa categoría.

Y como el librito neoliberal de contingencias sólo tiene una página, y en ella un parrafito, entonces el doctor Carstens ya anunció cómo procederá el gobierno calderonista para contrarrestar la crisis resultante, según dice, de la combinación de la crisis financiera y la epidemia de influenza humana que han impactado negativamente la economía nacional: a) recorte presupuestal; b) más impuestos; c) mayor déficit (esta opción, de entrada, hay que descartarla, porque la continuidad es adoradora del déficit cero).

Así, practicará dos alternativas tangibles: a y b, o lo que es lo mismo, recorte presupuestal (Miguel de la Madrid sacó la tijera y desde entonces el gobierno no ha dejado de usarla como solución a los problemas económicos del país, y allí están los resultados) y una nueva kermes de impuestos. De hecho, lo anunció el propio Carstens: propondrá al Legislativo una reforma fiscal el próximo año (2010) y realizar un cambio a las reglas del presupuesto.

Obvio es que la nueva kermes fiscal no comenzará antes de las elecciones del 5 de julio próximo (ni Dios lo quiera, porque resta votos), de tal suerte que preparáos, mexicanos pagadores, porque si el IETU y el nuevo impuesto a las gasolinas os dejaron encuerados, ya viene otro reformón que no consistirá más que en retomar la intentona foxista de IVA para todos y en todo, y de exprimir los bolsillos de los causantes cautivos, porque la gran empresa se mantendrá a buen resguardo en el sistema de regímenes especiales. Así, a golpe de impuestos el gobierno calderonista quiere cubrir sus ineficiencias, sus tardanzas y sus excesos, y, desde luego, que los mexicanos vivan mejor.

Y ya entrados en gastos, el Banco de México informó que en abril pasado la inflación fue de 0.35 por ciento (la mayor para un periodo igual desde 2005), para un anualizado de 6.27 por ciento, aunque en el renglón de la canasta básica el crecimiento de precios llegó a 7.75 por ciento.

Las rebanadas del pastel

Que siempre sí hubo complot: que siempre sí participaron Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Diego Fernández de Ceballos, Rafael Macedo de la Concha, Eduardo Medina Mora, Santiago Creel, el desaparecido Ramón Martín Huerta, Enrique Peña Nieto, Rosario Robles y demás fauna de la clase política nacional; que siempre sí utilizaron el aparato de Estado e intentaron destruir la imagen del peje candidato y evitar su llegada a Los Pinos; en fin, que siempre sí es cierto lo que esos mismos personajes negaron permanente y tajantemente (es política ficción, aseguraba el que se niega a ser ex presidente) y que, como si fuera acto de fe, creyeron hasta la última palabra de Carlos Ahumada, en aquel no lejano 2004, cuando el misil no se dirigía a ellos. Pues bien, ahora que ha sido encuerada, la misma fauna política grita a los cuatro vientos que el argentino es un mentiroso, siempre lo fue, y se retuerce lastimosamente. Por ejemplo, a La Ardilla le falta tiempo para defenderse en los medios, exigiendo que crean en su dicho, mientras los demás se dicen garantes de la ética y las prácticas democráticas. Sí, Chucha... Un enorme abrazo, con beso tronador, para mi Chicharín adorado en su séptimo aniversario.

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