sábado, julio 11, 2009

Telecracias golpistas

Ricardo Andrade Jardí

Y mientras los políticos del mundo se aferran al neoliberalismo a pesar de que es evidente ya hasta para las piedras que terminará por destruirnos a todos, más pronto que tarde, el golpe militar en Honduras revela en el continente un peligroso regreso al pasado de represiones y opresiones. Dando al traste con lo que ha sido un lento tránsito hacia formas de organización social menos espantosas. La realidad mundial parece favorecer un regreso del fascismo en todo el globo. La imposición del libre mercado y del “capitalismo democrático” (definición que no es más que una barbaridad gramatical), insostenibles que parecen, tiran las máscaras y se muestran tal cual son. Las oligarquías continentales arman un frente represivo impulsado por las televisiones comerciales, las que sirven para inyectar un alto contenido represivo en los imaginarios colectivos de sociedades ya de por sí, desde la colonia, profundamente sometidas a subjetividades opresivas. El discurso de la falsa “paz” se valora siempre por encima del ideal de justicia que debería ser alcanzado por toda sociedad plenamente democrática. Las telecracias continentales bombardean todo el día, en el caso Honduras, con la profunda división que provocó Manuel Zelaya, único presidente legal y legítimo de aquel centroamericano país. El objetivo de las telecracias responde, por su puesto, a un plan bien organizado por los privilegios burgueses de una minoría rapaz explotadora, que ve y comprende que las sociedades del continente, con sus propias reglas de control, empiezan a dar un giro tanto en el rumbo económico, como en el debate de nuevas formas de participación democrática, que por supuesto restan poder de control y abren imaginarios sociales e individuales, incontrolables, de libertad política y social.
El golpe militar en Honduras, el cual intentan justificar una y otra vez los diversos actores de nuestras telecracias continentales, es un laboratorio represivo de lo que las oligarquías intuyen tendrá que ser el futuro continental, pues la propagación de gobiernos radicalmente opuestos al neoliberalismo supone también la cancelación de los privilegios, que durante poco más de doscientos años, las criollas oligarquías minoritarias han gozado, gracias al despojo, la explotación, la humillación, la ignorancia impuesta, la tortura sistemática y la implementación del miedo ante el cambio.
Nada bueno supone para el desarrollo democrático del continente la prolongación de los arcaicos golpistas hondureños en un gobierno de facto, es, una vez más, el horror que se impone ante los intentos de alcanzar formas plenas de la democracia. Las intolerancias disfrazadas de “cordura” intentan imponer sus viejas y terribles formas contra cualquier cambio de fondo que implique un camino a la construcción de colectividad, justicia e igualdad social.
En Honduras los fascistas del mundo, la mafia cubana de Miami, la derecha popular de España, y la derecha republicana y demócrata, por igual, de Estados Unidos, sumadas a intereses empresariales y religiosos (principalmente católicos), abren una nueva trinchera que, como la peste, se reproducirá por todo el continente. La crisis financiera del capitalismo mundial requerirá, ante lo que se viene, de grandes dosis de represión.
Honduras es además un punto medular en la cartografía del continente, es geopolíticamente un punto estratégico para la que será de nuevo la vieja política imperialista de agresión al continente.
Y lo que debe estar claro, para todos, es que el fascismo continental, financiado por la vieja Europa y los Estados Unidos, utilizarán como frente de batalla, primordial, los medios electrónicos de comunicación masiva, los dueños de las grandes cadenas, principalmente, de radio y televisión comercial, convertidos en poderes de facto, son los que controlan a los gorilettis del continente, son los empresarios de las telecracias, que aún en los años ochenta, eran y servían como un instrumento de control del Estado, hoy controlan al Estado, el cual los sirve a ellos, moldeado a su gusto, a su único gusto.
“Los derechos no se negocian”, escriben las manos anónimas en los muros del continente y Manuel Zelaya debe regresar ya a cumplir con el mandato que el pueblo hondureño le otorgó y a juzgar y, en su caso, condenar a los golpistas, de lo contrario junto con Honduras habremos perdido todos los ciudadanos del continente y el camino de las urnas y las transformaciones pacíficas, tan apreciado por las mayorías continentales, se tornará inútil ante la barbarie y la mentira que serán la norma de las oligarquías telecráticas cada vez que supongan que pueden perder el más mínimo de sus inmorales privilegios...

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