viernes, agosto 21, 2009

La Realidad fingida Vs. la Realidad concreta

Ricardo Andrade Jardí

Qué tiempos sombríos estos en los que hablar de árboles es casi un crimen, porque supone callar tantas atrocidades. Bertolt Brecht

Pareciera ser que el sistema decadente que se nos ha impuesto en nombre de la “democracia” y el libre mercado se funda, entre otras cosas, en la mentira como arma y en la negación de la realidad substituida por otra realidad que nada tiene que ver con la realidad concreta.
Es difícil distinguir cuando los actores del sistema financiero represivo mundial mienten con conciencia o cuando en realidad su concepción fingida de la realidad de manera auténtica les impide ver la realidad concreta a la que nos enfrentamos el resto de los mortales de a pie.
Los ejemplos sobran. Basten, en México, las declaraciones del ex gerente de la Coca-cola, que se ostentó, y él estaba convencido de que lo era, como presidente de México, del 2000 al 2006, quien aún se autonombra como Presidente. Y en cambio “El Chupacabras”, Salinas de Gortari, ahora de regreso y listo a tomar el poder con sus “creaciones telecráticas” y con el “Nuevo PRI”, que se enfila para alternar en el poder en 2012, sabe que en cada palabra de su discurso se engendra, junto con el mal, la mentira sistémica, sabe que es un ladrón y no un estadista, sabe que es un cretino, pero se sabe además con el control de una clase política entreguista, lambiscona y pelele y ante una marcada incapacidad de formar y ser oposición por parte de los que se suponen, y tal vez algunos hasta se lo creen, diferentes, aunque son iguales todos ellos, los que se mantiene en el discurso opresivo de que “desde adentro se puede dar el cambio”.
No. No en nuestro país. En México también sobran los ejemplos al respecto. Todo, en los últimos 25 años, ha ido en retroceso con relación a la construcción de una sociedad democrática y justa.
Los trabajadores de hoy ya no luchan ni siquiera por mejores condiciones laborales, sino por mantener empleos donde las conquistas laborales y sociales son ya inexistentes. La violencia invade, de distintas formas, todos los rincones de la vida pública y privada. Las manifestaciones artísticas sólo son oficialmente financiadas si se someten a lo políticamente correcto y muchos creadores de todas las disciplinas artístico-intelectuales, así lo aceptan. A los jóvenes y talentosos deportistas se les censuran sus discursos y se les obligan a leer discursos mediocres, posiblemente escritos desde Los Pinos. La prensa libre es asediada por “narcotraficantes” o vinculada con éstos desde la procuración de justicia que, en realidad, sólo procura injusticia. Los paramilitares asesinos confesos de la pobreza son dejados en libertad y los campesinos en defensa de sus tierras son sometidos a tortura y siglos de reclusión. Los “representantes populares” se embuchan cientos de miles de pesos, al tiempo que cientos de miles de personas son despedidas o no tienen empleo. La sequía y la criminal política del campo pone en riesgo la soberanía alimentaria y Monsanto amenaza con contaminar el maíz originario hasta lograr su exterminio con la colaboración de autoridades de todos los niveles de gobierno. La demagogia política de izquierda y de derecha denuncia el peligro de los cambios climáticos pero no existe ninguna acción concreta para dejar de emitir gases tóxicos, bajar la producción de residuos sólidos ni menos aún para controlar racional y armoniosamente la explotación de los diferentes ecosistemas cada vez más agredidos en nombre de un progreso que nunca llega para las mayorías y que no llegará mientras el plano ecológico no pase a ser parte del discurso fundamental de toda defensa de mejores condiciones de vida y juntos todos redefinamos la idea de progreso.
Hoy, el país está en los más altos niveles de violencia del planeta. El Ejército se encuentra en las calles y los verdaderos delincuentes en las instituciones. ¿A quién persigue entonces el Ejército? A los grupos del crimen organizado que no se han plegado al nuevo orden porque ni ellos reconocen a Fecal como un gobernarte legítimo. Pero, por supuesto, a la disidencia social, que es cada vez mayor, pues ahí donde la oficialista oposición es incapaz de actuar, actúan, de diversas formas la micro políticas de resistencia (oposición real), que se multiplican por todo el territorio nacional, micro organismos que se convierten en contra Estados en un intento por resolver aquello que el Estado es ya incapaz siquiera de ver. No digamos ya de entender. Políticas de resistencia ciudadana que son esperanzas desestabilizadoras, no sólo del sistema, sino de los pilares que sostienen la decadencia del mismo: la IMPUNIDAD y la mentira, con las que se “avala” desde el discurso oficial su propia corrupción.
Y en ese frente se da una de las principales batallas de nuestra contemporaneidad, de nuestro histórico momento político-social, entre un sistema financiero represivo y en decadencia, que reconoce la mentira como su realidad y la impone a toda costa, frente a una realidad concreta que no coincide con la “realidad” de los discursos y las acciones del sistema.
En la capacidad que el sistema actual tenga para imponer su falsa visión del mundo o en la capacidad de resistir y revelar la realidad concreta que tengan las pequeñas o grandes formas de organización civil se disputa el futuro. Entre la oscuridad de la injusticia y la violencia de la mentira o la luz de la ética social y la dignidad de una vida social justa. Mientras más tardemos en comprenderlo más dura y dolorosa será la lucha por conquistar la libertad y la dignidad de nuestros pueblos.

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