domingo, agosto 09, 2009

Lo de menos es si acaba o no con la credencial de elector, cuyo contenido con datos confidenciales incluidos, además, ya fue vendido. Ni tampoco lo que cuesta es la cuestión que tiene importancia. Los legisladores se van por las ramas, como siempre, como en todo, en aras de seguir recibiendo la limosna que les toca en el reparto que las familias mafiosas les tiran, a cambio de los servicios prestados a los poderes fácticos que, en manos de las mismas familias, aquí deciden y mandan.


Que no se hagan ilusiones de que es algo más que una limosna —aunque sea muy grande— la que les tiran los que por razones obvias, como el pueblo, también los desprecian. Los legisladores han pasado a ser, como los ministros y como los magistrados electorales, los criados a modo —aunque sea mayúsculo el pago que reciben como pago a la dignidad vendida— de un sistema que, al abismo, en medido de su debacle a los mexicanos adentra de la más canalla de la maneras posibles. Otros son los peligros de la fascista cédula de identificación que la derecha fascista quiere imponernos a los mexicanos y sobre estos peligros, estarían alertando los legisladores si las dirigencias de todos los partidos políticos no estuvieran del todo gangrenadas. Los costos pasan a segundo término cuando la corrupción que impera, merced a la impunidad como regla del sistema, impone el vasallaje entreguista que exhibe cada día el panista usurpador a modo. No son los costos, también desmesurados, del operativo también desmesurado, que hoy les toca sufrir a los tapatíos, lo más cuestionable, siendo cuestionable, frente a lo que la venida de Obama exhibe como lo más peligroso para los mexicanos. El peligro real está detrás de la bofetada al Ejército Nacional, relegado por el ejército paralelo, es decir, por el Estado Mayor Presidencial, desplegado para tomar por asalto el centro histórico de la ciudad de Guadalajara. Aunque tampoco sea ese peligrosísimo ejército paralelo el que esté al mando. Hoy viven los tapatíos, el estado de sitio a la capital del estado de Jalisco, por los marines comandado. Como no hace tanto, aunque contabilizando a los ejecutados pudiera parecer un siglo, se viviera en Mérida por los yucatecos, mientras en los dominios del impresentable Roberto Hernández, perros y gatos también previamente ejecutados, se gestaba, entre otras cosas, el control total de la vida privada de los mexicanos. De eso trata el PLAN MEXICO, conocido aquí, queriendo restarle importancia al peligro que entraña, como INICIATIVA MERIDA. Y aunque finjan interesarse, por estos días, sus ejecutores, por los derechos humanos de los mexicanos, el pueblo mexicano no tendría que engañarse. Se ha decidido, por ese Plan maldito, también, es obvio, la destrucción del Ejército Nacional. Y no tendrían que equivocarse las ONGs defensoras de los Derechos Humanos. En el caso de las estatales, convertidas en comisiones gubernamentales, en particular en el caso de la CNDH, tan abiertamente, con Soberanes al frente, al servicio del poder, su objetivo es el mismo. Al imperio le conviene un Ejército Nacional desprestigiado y, por ende, arrinconado. El que le conviene al imperio, con el mando absoluto y como represor absoluto de los mexicanos, es el Estado Mayor Presidencial. Un ejército paralelo al nacional creado vía presidencial y al que desde la época de Salinas, de manera más clara al menos, se le empezó a poner por encima del Ejército Nacional, a base de otorgarle poderes inauditos por encima del único Nacional, el único legalmente constituido y el único con acotaciones claras de funcionamiento a nivel de la Constitución mexicana. La cédula de identidad está directamente unida al nombramiento de Carlos Pascual, hoy presente en Guadalajara con su impresentable pasado a cuestas, como embajador gringo en México. La inaceptable cédula de identidad está directamente ligada a la actitud permisivamente golpista de ese imperio en Honduras. Y, por supuesto, también con las bases intervencionistas —- grave peligro para toda América Latina —- que Uribe, otro canalla a modo, permite que se pongan en Colombia. En el fichaje fascista, decidido por Calderón, convirtiéndonos a todos los mexicanos en terroristas potenciales, está el riesgo inaceptable de esa cédula de identidad. Sobre esto es lo que tendrían que estar discutiendo los legisladores y oponiéndose a esa nueva barbaridad fascista estarían los legisladores, si fueran verdaderos representantes del pueblo, y no discutiendo sobre el costo o el arrumbamiento de la credencial ya vendida.

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